martes, 28 de diciembre de 2010

Una Navidad fresquita...

Bueno, hace más de dos semanas que no actualizo con nada y creo que ya era hora, así que supongo que me disculparé para los lectores que me siguen. Lo siento nenes.

Además del estrés y el cabreo malrrollero que suelo coger con esta fiesta (es tan inherente en mí como el color de mi pelo), que son poderosas razones para no aparecer por aquí, hay que sumar que estoy corrigiendo el relato de StarWars para terminar el primer arco de una maldita vez (que es cosa larga y llevo dos años con ello), así como otro en el que debía revisar el tiempo verbal, lo hice, no me gustó y ahora he de dejarlo como estaba (o tratar de mejorarlo). Realmente no estoy tan ocupado, es sencillamente que no me puedo pasar el día con el editor de textos, forzando mi... por así decirlo, maltrecha vista. Espero seáis comprensivos.


Y no, no tiene nada que ver (pero nada) que entre otras cosas, esté disfrutando de una pantalla enorme y toda la resolución jueguil que me da.
En absoluto.

He dicho.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Icusagora Riel. El Beaufighter y el Golfo Ranac (IV y medio).

 Bueno, dado que esta es más cortita, he decido que será parte de la 4ª entrega. Si os preguntáis el porqué de esta decisión... Esque el tal y como acaba... Merece la pena dejaros un día así.
¡Ale, que os aproveche!



-¡Capitán! -El segundo oficial señalaba hacia tierra, catalejo en mano. -¡Ha de ver esto!
-A ver Hal, dime qué ocurre. -Se llevó el pequeño tubo desplegable que le tendía al ojo y lo ajustó, antes de mirar en la dirección indicada. -Oh, diablos.
En tierra, justo a la salida de la pequeña playa dónde habían embarrancado, los scandios se estaban agrupando para atacar al pequeño grupo, que en ese momento se afanaba en la sangría que llevaba a cabo en la escorada cubierta del snekkar destrozado. Habían discutido por aquello, antes de lanzar el ataque. Habían solicitado que algunos marineros los acompañaran, pero Ismiz se había opuesto completamente. “Son marinos, no luchadores.” Es lo que les había dicho. Ahora dudaba, pues se daba cuenta de que al repeler el abordaje se habían comportado como auténticos infantes de marina. Pero había sido contra un grupo pequeño de aquellos piratas, no en tierra y contra tantos. En todo caso, ya había prometido actuar en caso de necesidad y desde luego que iba a actuar. Aunque le costara una fortuna.

Bajaron hasta la arena teñida en sangre, los cuatro guerreros. Todos resoplaban por el esfuerzo, excepto Hoplas, que parecía estar encantado con la situación.
-¡Aaaah! ¡Por mi vida que hacía tiempo que no me divertía tanto! -Se estiró, zarandeando las hachas que blandía en cada mano. -¡Ni siquiera he necesitado el escudo!
-Oh diantres. -Icusagora había seguido la mirada fiera de Careila, hasta el grupo que se concentraba en la playa. -Oh mierda, mierda, mierda.
-Bueno, ahora si que tendrás que usar ese escudo grandullón. -Espinoso se ajustó las correas de sus armas y se arrimó al enorme luchador. -Hazme el favor y cúbreme un poco. No todos somos capaces de llevar una armadura así.
-¡Pletoq! -Riel se hizo escuchar por encima del fragor de las olas. -¡No te reveles hasta que termine todo el combate!

Todos estaban preparados para el que sería el combate de sus vidas. Enfrente suyo habían al menos una veintena de precavidos y organizados guerreros scandios, deseosos de devolver cada uno de los golpes infligidos a sus compañeros de armas. Aquello no era como las anteriores luchas. A todas luces iba a ser una masacre. Y no tenían mucha certeza.
-Muy bien, “héroe”. -Espinoso estaba sarcástico, algo que lo hacía muy odioso, dado su timbre de voz. -¿Y ahora cómo salimos de esta?
-Chitón mono de feria. Si Ismiz me hubiera hecho caso, esto no sería un problema.
-Riel, con mis los respetos. A Ismiz, que es mi amigo, le cuesta mucho perder marineros. -Hoplas había dejado una de sus hachas en tierra y estaba desenganchando el escudo redondo que llevaba a su espalda. -Y para maniobrar su barco los necesita. No crea que lo hace por gusto, pero él no es un aventurero, sino un pacífico comerciante.
Icusagora no replicó. Se limitó a aspirar, oliendo a sal y mar, preparándose para la carnicería que iba a seguir a todo aquello. El jefe de los enemigos estaba invocando a sus dioses con voz de trueno. Sus hombres lo coreaban con entusiasmo, aunque alguno miraba a los cuatro asaltantes y fruncía el entrecejo. De pronto, en mitad de la exhortación, el líder elevó los brazos al cielo, entregando a los Hados la vida de aquellos insensatos a los que iban a exterminar. Y murió.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Icusagora Riel. El Beaufighter y el Golfo Ranac (III).

 Y allá otra nueva entrega de Icusagora, para vuestro gozo y disfrute. Espero.

(PENDIENTE DE REVISIÓN).

Ningún scandio atendía a la batalla que se desarrollaba en el mar, entregados al pillaje en el pueblo costero. Tampoco notaron cuándo el bergantín-goleta y el snekkar ponían proa hacia la costa, aprovechando el viento. Lo que sí que vieron, desde lo alto del pequeño acantilado, es que el snekkar dejaba atrás al Beaufighter y se dirigía rápidamente a la playa dónde estaba varado el otro, por dónde habían desembarcado para sitiar el lugar. Sin aminorar velocidad, chocó violentamente contra la embarcación scandia, destrozando el dragón de proa y la popa de aquella, inutilizándolas a ambas. Zozobraron las dos en la arena, incapaces de mantenerse en pie a causa de los desperfectos. Por todo el lugar volaron tablones y cabos, peligrosos proyectiles, tantos que muchos agradecieron no estar allí. Para cuándo el polvo se asentaba, llegaron los primeros enviados del jefe scandio, mientras el resto organizaba a los prisioneros para controlarlos.
El lugar estaba devastado. Ninguno de los dos barcos iba a ser navegable hasta que no se reparasen y aquello los enfurecía, porque no les permitiría disfrutar a tiempo del Nurem Deglah, o la fiesta de los fuertes, una depravada celebración scandia, donde casi todo valía. Los guerreros se acercaron, con muchas ganas de trocear al responsable, o de trocear a alguien, por el tiempo precioso que les iba a hacer perder. La gente pensaba en los habitantes de Scandia como una fuerza del caos. Pero no lo eran. Siempre cumplían los plazos propuestos y odiaban los mínimos retrasos, así que aquello, en la escala de aquellos corsarios, era una catástrofe comparable a la muerte de los dioses y el efecto de ésta sobre el mundo.
La cubierta del snekkar estrellado estaba llena de restos humanos desperdigados por doquier. La sangre lucía pisoteada y era evidente que allí habían combatido. El olor a muerte los llenaba todo, ahora que la estela se asentaba en el lugar. Por aquí y por allá, maltrechos cadáveres scandios estaban atados o directamente clavados con sus propias armas. Era algo que impresionaba a cualquiera, pero desde luego, no conseguiría asustar a los corsarios. La cubierta escorada no permitía un paso correcto y firme, pero varios intentaron llegar hasta el palo mayor, dónde habían visto a alguien moverse.
Era una mujer, apoyada contra contra el palo, que estaba inclinado hacia proa, merced de una grieta que se abría en la base. Ella estaba salpicada en sangre y parecía herida de verdad, pero el experto ojo de los scandios les permitió ver el engaño, pues la mayoría de sangre no era de ella. El que había a su derecha trató de cogerla por la cintura. Había decidido hacerle pagar todo aquello y además tenía pensado pedísela al jefe de su tribu para disponer de ella cuánto quisiera. Pero no tuvo más pensamientos similares. Aunque logró girarla y comenzar a desatarse los calzones, escuchó detrás suyo un chasquido y un ligero silbido, al mismo tiempo que notaba un violento golpe en la nuca. Se sumió en la oscuridad sin un grito, llevándose al otro lado la imagen de la mujer agarrando por el cuello al que tenía delante.
Careila sopesó el peso de su enemigo con ambas manos y decidió soltar la diestra para poder empuñar la espada. Ésta había caído, así que uso los pies para llevarla de nuevo a la mano. El que tenía aferrado luchaba por liberarse, incapaz de respirar bien bajo la poderosa presa de la muchacha. Entretanto, varios chasquidos más se habían podido escuchar alcanzando a otros oponentes, que cayeron con sendos virotes incrustados. Icusagora apareció de debajo de un cadáver y un poco más allá la enorme figura blindada de Hoplas emergió de entre los muertos amontonados, acompañado por el pequeño Espinoso. Careila hizo crujir el cuello del scandio, hasta que dejó de patalear en el aire y se lo arrojó a los que venían. La sangre comenzó a chorrear de entre los escudos y por los imbornales.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Más allá de Selene. Trabajo en Venus (II).

Esta ha sido una semana acaparada por las ganas de nada y mala leche. Aunque ha tenido algunas cosas buenas la verdad, ya tocaba. En fin, espero que la siguiente sea mejor, para todos.
Un saludete.





A cientos de kilómetros de la costa norteamericana, en un pequeño aeropuerto instalado en una destartalada isla artificial construida en una enorme montaña submarina, un perro labrador descansaba sobre la manta acolchada que le hacía de cama. Era un día caluroso, pero el perro no parecía molesto por la temperatura. De hecho, al perro lo que le molestaba era un desagradable sonido que llevaba escuchando desde hacía unos segundos. Levantó las orejas y miró en la dirección aproximada.
-¿Rog? ¿Qué ocurre chico? -Un anciano controlador de vuelo salía de la caseta en el momento en el que su mascota movía la cabeza. -¿Has visto algo verdad?
Se limpió las manos en el mono que llevaba hasta la cintura y se puso bien la visera de la gorra, que estaba vuelta hacia atrás. Entornó los ojos y echó una ojeada, tratando de superar el resplandor solar. No vio nada.
-Maldito radar... -Miró furibundo la antena parada, atascada por la suciedad que llevaba el viento en la zona. -Debería comprar uno circular.
Entonces lo escuchó. Un leve petardeo, que debía de venir con toda seguridad del Nor-Noroeste. Ahora lo podía ver también, gracias a una oportuna nube, que atenuaba la luz. Un punto en la distancia se aproximaba a gran velocidad, dejando un evidente rastro de humo negro y combustible ardiendo. Walter, pues así se llamaba el único encargado de aquella solitaria estación, se quedó helado, mientras su mente decidía rápidamente que hacer. Entre las posibilidades estaba el iniciar el encendido de las agarraderas repulsoras, para frenar la nave, ir a buscar el jeep contra incendios o llamar a los equipos de emergencia, que consistían en el inexperto Tim Simmons y el sarcástico Jack Lompero.
En los márgenes de las pistas, los pivotes de repulsión tomaron un color azul eléctrico, señal de que funcionaban correctamente, al menos en su mayoría. Walter estaba controlándolos desde el panel y llamando por teléfono a los médicos de guardia.
-¡Cierra la boca Jack y preséntate aquí cagando leches! ¡Dile a Tim que se pase por el garaje de la plaza y que traiga el 4X4! -Colgó con un gruñido y puso otra vez atención a la aeronave que se acercaba. Venía ladeada, incapaz de mantener un rumbo más de dos segundos seguidos y lo que más impactaba era la enorme cantidad de agujeros que tenía a lo largo del fuselaje gris azul. De muchos de ellos salía una densa humareda gris, que se mezclaba con el resto hasta dejar un rastro negro tras de sí, iluminado por el incendio que amenazaba su motor de estribor.
Algo explotó en un costado y se desprendió, impactando sonoramente contra la metálica superficie de la isla y provocando una fluctuación energética, que hizo que Walter temiera por la continuidad de las unidades repulsoras. Además, la nave comenzó a escorarse todavía más a su banda de babor, luchando su piloto por mantenerla equilibrada en la entrada en pista. Su angulo era extraño, pues mientras que el morro miraba en una dirección, la aeronave parecía obstinada en seguir otra, directa a la caseta de control. Pero el veterano controlador estaba acostumbrado a aquellas cosas y no se asustó, como sí que hizo su perro, Rog, que salió corriendo en cuánto sintió el aparato demasiado cerca.
-Maldita sea, pierdo energía... -Hablaba consigo mismo, oprimiendo interruptores y manejando los sticks de control con habilidad. -Te voy a meter en vereda majadero.
Justo cuándo parecía inevitable que Walter fuera arrollado en su casamata, aceleró los repulsores adecuados y desvió la nave en dirección al centro de la pista, compensando el esfuerzo con los del otro lado. Estaba decidido a aterrizarla con suavidad para poder apagar un incendio concentrado y no una línea enorme de combustible y piezas ardiendo. Luego era un coñazo raspar los trozos de la pista.
Antes de que pudiera detener el aparato para poder posarlo suavemente, se cortó la corriente y éste dio con el fuselaje en tierra, resbalando varias decenas de metro, arrancando asfalto y dejando componentes en el camino. Pronto el anciano no podía ver la nave accidentada, porque la humareda ya era muy densa, pero a través de ella pudo vislumbrar como saltaba la cabina, muy lejos y hacia atrás, proyectada por el sistema de eyección. Justo cuándo pensaba que el asiento cohete tardaba mucho en salir, pudo ver entre el humo a un chico corriendo, alejándose del lugar del accidente, hasta parapetarse detrás de los pivotes repulsores. Llevaba un bulto grande agarrado en el pecho. Y el bulto se movía.
Walter sintió un sudor frío por su espalda mientras corría hacia el piloto y escuchaba el sonido de la ambulancia acercarse por detrás. También escuchó el espeluznante estruendo del jeep anti-incendios conducidos por el inútil de Tim.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Folgore VI.


 Una entrega algo más lentita. No todo van a ser combates y gresca superheróica.




Las noticias habían volado muy rápido por toda Suiza. Klaus Glucciani, el excéntrico millonario que había convertido la fortuna de la lotería en una de las mayores del planeta, pagaba a mercenarios para mantener sus intereses en países subdesarrollados. Era desde luego un escándalo importante, pues siempre había tratado de dar una apariencia benévola y apacible. Desde luego, la gente se escandalizó. Y Klaus también.
Se encontraba en su casa de Lugano, en una propiedad de tres pisos blanca, con vistas al enorme lago y un jardín con piscina, muy cerca del pequeño puerto deportivo. La televisión empotrada dejaba ver el canal que emitía en ese momento la exclusiva y él se había levantado repentinamente, arrepintiéndose inmediatamente del brusco movimiento. De su último combate había salido con tres costillas rotas, muy difíciles de explicar y una vez frías, muy difíciles de soportar con tranquilidad. Y ahora aquello.
-Hijos de perra. Pero qué hijos de perra. -Entre palabras respiraba con cuidado, para no hacerse daño. -No comentan el porqué, a pesar de que lo conocen perfectamente. No informan de qué protegen esos cuarenta contratistas.
Después de Industrias Glucciani subiera como la espuma y le hiciera ganar miles de millones, decidió equilibrar un poco el karma regalando dinero. En un principio donó algo a Ong's, pero más tarde descubriría que la mitad de ellas se hacían puros con los billetes que mandaba, así que fundó la suya propia y la puso a trabajar como una empresa. Sólo que en lugar de conseguir dinero, debían ser eficientes a la hora de gastarlo. Aquello ya estaba más con su consciencia.
Pero los lugares dónde ponía en práctica sus proyectos de desarrollo son zonas muy deprimidas, dónde los maleantes campan a sus anchas, sin que las autoridades locales hicieran nada por evitarlo. Eso si habían autoridades locales claro. En muchas ocasiones la ayuda iba a parar a países en guerra civil, dónde tal tribu trataba de asesinar a tal otra y entre medias estaban los refugiados y sus propios empleados. Así que para proteger todo aquello, contrató a un variopinto grupo de contratistas civiles, que velaban por la seguridad, aunque lo hicieran fuertemente armados.
Y ahora un periodistoide se había topado con aquello y lo había vendido al mejor postor. Aunque evidentemente, olvidaba muchos detalles en el camino, claro. Y si había algo más que lo irritara, es que nunca había intentado atraer la atención. Ganar esa animalada de dinero y regalar parte siempre atrae, pero de pronto se había convertido en un personaje más de esa cartelera que siempre había odiado. Y ahora se estaba viendo en la enorme pantalla, con un letrero a la izquierda que ponía “imágenes de archivo”, todo fofo y paliducho, de la temporada que siguió a la lotería. Se había abandonado un poco. Bastante. Mucho. Y le había costado una barbaridad coger la forma de nuevo, sobre todo pensando en meterse en el pellejo de Folgore. Tenía que demandar a esos cabrones.
-Como alguien ataque sus estudios me voy a demorar todo lo que pueda, maldición.

Estaba de mal humor. Los tres últimos días se había visto asaltado por multitud de periodistas, que trataban de tomar alguna declaración respecto a la noticia de Alpes Televisión, o de la demanda a ésta misma, por uso no autorizado de imágenes personales. En todo caso, no respondía a nada.
La reunión con su equipo de pensadores no estaba dando muchos frutos y se aburría. La mayoría de conceptos que barajaban estaban muy por encima de su, en comparación, pobre educación. Ellos lo sabían, así que se limitaban a discutir entre ellos, entregados a solucionar los distintos problemas planteados.
-¿...opina? -Sandro se inclinó con dificultad hacia su jefe, apoyando la enorme barriga en la mesa. -¿Klaus?
-Quiero una armadura condenadamente grande con una panoplia de armas como para convertir... -Había agachado la cabeza hasta mirar la mesa gris sin reconocerla. Cuándo se dio cuenta de que le hablaban, se incorporó como el rayo. -Eh. ¡Ah! ¡Oh perdón! Se me ha ido la cabeza bastante lejos sin darme cuenta.
-¿Se encuentra bien?
-Yo eh... No, la verdad es que hoy no estoy muy por la labor. -Se levantó suavemente y apoyó las dos manos en la mesa. -Por favor, continuad vosotros. Manteneos en los proyectos abiertos, no es necesario que sigáis centrados en Folgore de momento.
Los tres científicos se miraron significativamente cuándo su jefe salió por la gruesa puerta aislada. Los tres sabían la gracia que le hacían a Klaus los medios de comunicación y también habían escuchado perfectamente lo que le había dicho a la enorme mesa de reuniones, de forma casi confidencial. Dado que todos sentían que le debían algo, decidieron ponerse manos a la obra con una pequeña sorpresa.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Más allá de Selene. Trabajo en Venus (I).

 Bueno, bueno, bueno. A punto he estado de no llegar a la hora. Una cosilla rápida y podréis leer.
En este capítulo conoceréis al protagonista, y para conseguir otro lector más, diré que se llama como dicho lector, al cuál como podéis imaginar, estoy sobornándolo. Como otros antes que yo.

Un saludo!





Alejandro Gisbert maniobraba su pequeña nave, esquivando los disparos de sus perseguidores. Un trabajo que se había salido de madre y ya estaba de nuevo con el agua al cuello. Aunque al cuello no estuviera el agua, sino una niña de chillido agudo y penetrante, que comenzaba a dejarlo sordo. Estaba aterrorizada y muy mareada por todas las piruetas que se veía obligado a realizar. El plexiglás blindado tenía un aspecto horrible, lleno de vómito, así como el salpicadero y la espalda del investigador. Y la niña no dejaba de gritar y dar arcadas y gritar. Y gritar. Y gritar.
En la bahía del cabo Cod, cercana a Boston, el caza realizó otro quiebro seguido de un doble tonel. Mientras llevaba a cabo la maniobra se formó a su alrededor un disco de vapor de agua condensado, producido por la onda de choque y un estruendo llenó el aire. El piloto advirtió la velocidad y agarró a la chiquilla, antes de que el compensador inercial dejara de actuar a causa de la alta velocidad en atmósfera. Se la puso en el pecho y la apretó para sí, ignorando sus gritos. Pensó que le volvería a vomitar, pero no importaba, porque de aquí a diez segundos no importaría nada.
A ras del agua, cuándo alcanzaba la velocidad de Mach 3.2 sostenida, conectó el postquemador que catapultó la nave hasta el 8.5. El agua se elevaba tras ellos en un surtidor enorme y se alejaban a gran velocidad de sus perseguidores. En cuánto entraron en acción los postquemadores, las fuerzas G superaron el límite que el compensador podía paliar y los comprimió en el asiento hasta el punto de casi perder el aliento. La niña, a modo de protesta, devolvió en su cara, pero estaba tan aturdido por el brusco cambio de velocidad que le daba igual. Creía estar en la dirección correcta y el piloto automático los mantendría nivelados mientras durase aquello. Pero no había contado con algo. Un piloto rojo, con señal de alerta se iluminaba en pantalla. Los perseguidores habían abandonado la persecución, y por eso lanzaron un par de misiles aire-aire, capaces de alcanzar cualquier cosa que volara. El indicador brillaba, especificando la distancia, que se reducía ostensiblemente. Seguir a aquella velocidad sólo los retrasaría un poco, tenía que desplegar las contramedidas y no sabía si funcionarían correctamente. Se arriesgó.
Un abanico de bengalas y desperdicio metálico salieron despedidos en el aire, con objeto de confundir a los proyectiles que se acercaban. Pero a aquella velocidad, se desperdigaron demasiado y los misiles no variaron su rumbo. Alejandro se asustó, pero no mantuvo la velocidad. Dudaba seriamente de que tuvieran un sistema de seguimiento que no fuera laser. Y considerando que los habían lanzado y habían abandonado la persecución, significaba que eran autónomos. No tenía tiempo. Descendió más todavía, levantando el agua varios metros tras de sí. Cuándo llegaron hasta la nube de agua en suspensión, estallaron ambos, proyectando metralla hacia delante y alcanzando a su objetivo.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Personajes Star Wars para un relato.

Muy buenas a todos compañeros. Estoy escribiendo los primeros párrafos de un nuevo relato ambientado en el universo de Star Wars (uno en el que mis personajes y mis historias tienen cabida). Se trata de una "serie secuela" (como los simpson!) en la que participan varios personajes aparecidos en el relato central que estoy escribiendo (sobre el que ya os he hablado, si queréis leerlo, avisadme y os pasaré el enlace) y que tendrán compañeros a una relativamente numerosa compañía aventurera (menos de 15 personajes).

Lo que quiero decir, dado este extenso inicio de post, es que he decidido que si alguien quiere ver un personaje creado por él mismo en el relato, que me lo diga (y me pase algun tipo de descripción física y patrón de comportamiento). Evidentemente, si tiene una historia y me parece interesante, tendrá más protagonismo (aunque los protagonistas de cada capítulo rotarán y tampoco necesito una historia épica, algo sencillo es preferible).

De momento tengo suficientes pilotos de caza para acompañar la nave que servirá de "transporte estrella" del relato, así que lo que me falta sería tripulación. Los puestos de médico, maestro armero, ingeniero, mecánico y piloto ya están ocupados. Quedan soldados, artilleros, cocinero, algún mecánico más y si se os ocurre algun puesto que tenga gracia podría interesar.
Un saludito.


P.D: No voy a incluir ningún "Sensible a la Fuerza" como personaje habitual, así que ahorraroslo.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Icusagora Riel. El Beaufighter y el Golfo Ranac (II).

 Bueno, sé que dije que sería ayer (me he pasado 37 minutos, demandadme) y que debería haber más, pero no me ha salido mucho la verdad. Entrada de las cortas tocan. Esta semana supongo que volveré a actualizar, espero que la disfrutéis.


Uno de los snekkar zarpó en cuánto tuvo hombres disponibles para asaltar la goleta que avanzaba torpemente para llegar hasta los Diagonales y escapar de ellos. No hicieron caso del amenazador esquema de colores que portaba. Estaban seguros de poder lidiar con cualquier cosa. Vieron también la bandera Isparii con el águila imperial adornándola. De nuevo, desdeñaron a su enemigo y a fuerza de remo continuaron su implacable avance.
Sabiendo que sus esfuerzos por asustar a los piratas eran fútiles, los marineros entraron en pánico, hasta el punto de descuidar las velas y dejar sin viento al barco. Los scandios rieron a carcajadas al darse cuenta de que algunos, en su cobardía se habían arrojado por la borda.
Les dieron alcance, aún riendo de ellos y se prepararon para abordar. Pudieron ver toneles en cubierta y los aparejos de cualquier barco de carga. Aquello entusiasmó a los norteños, pues volverían a casa con mayor botín del que habían esperado en un principio. Además, parecía que se habían escondido todos para evitar la muerte. El capitán del snekkar se frotó las manos. Tendrían prisioneros, muchos prisioneros que vender, mujeres que violar y multitud de pequeños criados para el invierno. Scandia es un lugar muy frío y la servidumbre muere fácilmente.
Abordaron el Beaufighter sin encontrar oposición. La cubierta estaba desierta y con señales de haber sido abandonada a toda prisa. Pensaron que algunos habrían saltado por la borda contraria, así que se desplegaron en esa dirección, mientras el resto llenaba el vacío. No vieron a nadie y se extrañaron. Mientras su capitán trataba de discernir las implicaciones, escucharon un espantoso grito de dolor desde el snekkar que habían dejado a su espalda.
El timonel scandio yacía muerto a los pies de un hombre enorme. A su lado se encontraba una mujer de gran altura también y un hombrecillo de aspecto peligroso. Los tres estaban mojados y era evidente que habían nadado para llegar hasta ahí. Antes de que se repusieran de la sorpresa y con un grito, el trío cargó.
-¡Ahora! -Ismiz había esperado la señal para comenzar el combate.
Se escucharon los estampidos de las armas de fuego que se descargaban contra los asaltantes. Apareció la tripulación vociferando airada y de entre ellos aparecieron dos cañones, vueltos hacia cubierta. Dispararon.
El aire se llenó de alaridos y de humo con olor a pólvora, que mareaba los sentidos. Como si fueran un sólo hombre, la tripulación se movió al encuentro con los piratas.
-¡Beaufighter! ¡Beaufighter! -Gritó alguien desde la niebla.
Y 70 gargantas lo corearon enardecidas.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Zipizapes Técnicos (IV).

Bueno, merced de la herramienta de creación de plantillas, he podido arreglar el aspecto del foro, que comenzaba a oler. Espero que sea un cambio agradable para todos vosotros, porque yo estaba harto del papel de pared de los años 40 que tenía de fondo (aunque la textura de la entrada molaba).
En fin, se retrasa la nueva entrega de Icusagora hasta mañana, que hoy no he tenido un día tranquilo que digamos.
Salut!

jueves, 4 de noviembre de 2010

Más allá de Selene. Prólogo (II).

 Y aquí esta la segunda entrega y el fin del prólogo. Estoy escribiendo el primer capítulo, dónde veremos por fin al protagonista en su salsa y espero que enganche mejor.
En otro orden de cosas, quería recordaros la encuesta que hay en la barra de la izquierda. ¡Votad, que no cuesta nada!
Un saludete



-Los niveles se han estabilizado, pero encuentro focos con mayor concentración. -Aldo ampliaba la imagen en su panel de datos una y otra vez.. -Lo paso por la pantalla principal.
-Si si, ahora lo miro, un momento. -Se giró hacia la mujer que tenía delante. Debía de estar en los treinta y tantos y era la mecánico de la nave. -¿Entonces todo está ya reparado?
-Si Yonlan, he repasado los fallos y la mitad eran derivaciones. El resto es lo habitual para un transporte de este tipo. -Setir se arremangó el mono de trabajo. Tenía calor y tanta ropa no le ayudaba. -Estate tranquilo.
-Bien. Llámame si ves algún problema.
Se volvió hacia la pantalla, dónde el esquema de Aldo era visible. Comprobó que efectivamente había una organización, que en absoluto parecía natural. Le recordaba a algo que ya había visto antes. Pero no era capaz de retenerlo en la memoria. Esa disposición regular de acumulaciones energéticas tenía una razón.
Una luz roja se encendió desde el panel de datos. Aldo miró y llamó inmediatamente a su jefe.
-¡Los nodos han entrado en erupción! -Gritó en cuánto escuchó el siseo de la radio. -¡Hay lecturas de plasma a alta velocidad!
-¿En erupción? ¿Y porqué gri...?
Un estallido silenció la radio y lo lanzó de cabeza contra los mandos, desestabilizando la nave. Quedó un momento aturdido, sin darse cuenta de lo que pasaba. Hasta que notó los siguientes impactos, que le trajeron a la memoria el recuerdo oculto.
Cuándo estuvo en la instrucción como oficial de sensores, la disposición geométrica de la energía significaba una organización consciente. En este caso, la que había visto era la de defensas. Defensas planetarias.
Se maldijo a sí mismo cuándo se dio cuenta. Con un gruñido se levantó y accionó la alarma.
-¡Subid al puente! -Espetó al comunicador. Se escuchó en toda la nave.
El puente era un módulo que se podía desprender en caso de emergencia. Y aquello lo era.
Sintió varios impacto más, mientras la nave se estremecía y quedaba atrapada en la influencia de Saturno, que tiraba de ella suavemente. Esperó a que llegaran. No se iba a ir sin sus empleados que también eran sus amigos.
Setir apareció en el puente. Había rasgado el mono de trabajo para hacerle un torniquete a Aldo, al cuál arrastraba y que se quejaba de forma lastimera.
-Tiene la pierna rota y se estaba quemando su ropa. Abajo las cosas están fatal, voy a necesitar mucho para arreglarlo. -Se quedó quieta y pudo sentir los temblores. Eran rítmicos. -¿Qué demonios está ocurriendo?
-Algo nos ataca. No sé como, pero parece que nos dispara con plasma.
-¿Eso se puede hacer?
-Ni idea, pero nos han derribado.
El carguero se acercaba cada vez a mayor velocidad al enorme planeta gaseoso. Fuera de alcance, ya no sufrió ningún impacto más, pero Yonlan lo tuvo claro. Accionó el disparador y el módulo se separó con un estallido, alejándose a gran velocidad del lugar.
-Titán nos atrae. -La trayectoria que había comprobado no sugería error. Se iban a estrellar contra el satélite.
-¿Cómo puede hacer algo así?
-Allá abajo hay alguien, estoy seguro. -Incapaz de idear una forma de escapar, giró y miró a Aldo. -Cómo está?
-De la pierna le salía bastante sangre... -Lo tocó y retrocedió. -Está muerto. No le he hecho bien el torniquete...
-Mierda.
-Lo siento Yonlan.
-Yo también, pero no tengo muy claro que vayamos a salir ninguno vivo de aquí.

Lentamente, la cápsula de escape se acercó al satélite, atraída por una fuerza desconocida, cada vez más rápido. Yonlan sabía que no podría escapar, pero al menos esperaba que les echaran en falta. Ese fue el último pensamiento que tuvo antes de que se estrellara contra la superficie.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Más allá de Selene. Prólogo (I).

Muy buenas de nuevo a todos. Esto es algo que llevo un tiempo planeando y que me he decidido a sacar ahora. Tengo la esperanza de que se convierta en una publicación regular como Icusagora y Folgore (porque está claro que "Él" no la es). Espero que la disfrutéis. 
También quería comentaros que he añadido a la barra lateral una pequeña encuesta, para saber vuestros gustos.


Más allá de Selene.

Prólogo




Saturno se abría ante ellos de forma majestuosa derramando luz terrosa en el interior de la oscura cabina. Yonlan estaba decidido a terminar el trabajo allí y largarse lo antes posible, porque tenía mucho respeto a los confines del territorio dominado y protegido por la ONU.
Había estabilizado la órbita a medio camino entre el planeta y Titán, dónde podrían tomar lecturas de ambos. Se estaba pensando en enviar una factoría de terragen a la luna, porque reunía los factores para realizarla. Debían comprobar que era viable instalar unos escudos de energía para comenzar con la transformación lunar y así habilitar la base más alejada del centro solar que se había construido nunca. Debía de servir como base para posibles exploraciones tripuladas a los límites del sistema, así como una posible misión más allá de Plutón.
Aldo estaba desmontando un panel indicador con cara de disgusto. Ninguno de los datos de los que informaba tenía sentido alguno. A larga distancia ninguna de esas trazas se podían capturar, pero estando tan cerca, registraban lecturas anormales.
-Yonlan, he comprobado el panel y la ristra de sensores. -Suspiró y miró fijamente el manojo de cables que tenía en su mano. -Está todo perfectamente, las lecturas son correctas.
-¿Correctas? Demonios, esto puede ser algo grande Aldo. -La voz a través del comunicador sonaba metálica y tenía un rastro de incertidumbre. -Tal vez sea demasiado para nosotros. Habrá que traer una unidad completa.
-¿Una unidad? -Negó con la cabeza, sorprendido. -No lo harán. A Teraco no le interesa gastar tanto.
-En cuánto los científicos vean lo que tenemos aquí, exigirán que envíen una.
-Veremos. -El panel lanzaba nuevos destellos. -Oye, hay altas concentraciones de energía en el sector GHG-45
-Ahora lo compruebo.
Se sentó en su butaca, desde donde podía llevar a cabo la mayoría de maniobras que precisaba. No tenía ganas de usar el control manual, así que inscribió las coordenadas en el ordenador de navegación y aceptó la orden.
En el exterior, los chorros repulsores comenzaron su trabajo mientras los motores de fusión se calentaban y desplazaban la nave hasta el lugar especificado. Era grande, lenta y poco maniobrable, pero Yonlan amaba cada centímetro. Era la primera que había podido comprar, situándose como autónomo, vendiendo sus investigaciones a quien más pagara.
El rumor cesó y Aldo comenzó una nueva tanda de lecturas. Lo que vio le inquietó hasta el punto de llamar al puente por el comunicador.

domingo, 31 de octubre de 2010

Icusagora Riel. El Beaufighter y el Golfo Ranac. (I)

Nueva entrega de Icusagora y primera del nuevo capítulo, que como indica, describirá las andanzas del barco y sus pasajeros a lo largo de su viaje hasta Mirina. Espero que os guste.
En otro orden de cosas, siento no haber actualizado, pero la verdad es que llevo una temporada bastante mala y no tengo muchas ganas de escribir. Me ha costado horrores terminar esta parte, así como echar a andar el nuevo capítulo de Folgore. Espero que la dinámica que llevo cambie, para poder escribir un poco más a menudo o al menos en mayor cantidad.
Por cierto, el nombre de la nave, se lo he puesto en honor de un gran avión, el Bristol Beaufighter, un cacharro estupendo allá a donde vaya.
Un saludito a mis seguidores!




El Beaufighter y el Golfo Ranac.




La goleta surcaba el agua con ligereza rumbo norte, siguiendo la línea de la costa. Su construcción había sido llevada a cabo por la compañía de un artesano y probablemente fuera su mejor trabajo. La madera, cuidadosamente seleccionada de los árboles del bosque de Loman, era ligera y muy resistente al tiempo, permitiendo que la embarcación se moviera suavemente y pudiera desplegar más velamen del habitual. Su capitán estaba orgulloso. Sobre todo porque no le había costado ni un real kuludano, sino una afortunada mano de cartas. Como en las grandes historias de contrabandistas, princesas y granjeros.
El capitán del Beaufighter miraba con orgullo a sus marineros. Estaba acodado en la batayola de estribor, con una sonrisa. Le gustaba la mar y haber conseguido semejante barco para sus necesidades “especiales” le venía muy bien. A su lado, Icusagora y Plétoq hablaban con tranquilidad. En los últimos meses la actividad pirata había arreciado, pero la nave llevaba el viento por la amura de babor y ya iba a una velocidad envidiable para la mayoría de bajeles de su clase.
-Pues cuándo lleguemos al cabo Cuñas se maravillarán de veras. -Dijo Ismiz.- Allí soplan los Diagonales, que son unos vientos que permiten llegar hasta la costa noroeste de Kalldan muy fácilmente.
-Por lo que les he oído a uno de tus hombres, vamos a atracar antes en un pueblecito costero.
-Si, si claro. Hemos de repostar agua y algunos víveres
-Se deja la pólvora y municiones.
-Ese maldito Kovac no es capaz de cerrar la maldita bocaza. -Se lamentó y sacudió la cabeza. -El día menos pensado me meterá en un lío de narices.
-Hombre, capitán. Nosotros lo comprendemos. Esos 24 cañones no se disparan con aire y mucha ilusión.
-La verdad es que los impuestos nuevos son una canallada. Y lo peor es que casi todos se han puesto de acuerdo para gravarlo de alguna forma.
-Doy fe.
-En fin, hacedme el favor y guardadme el secreto. Al menos mejor que el maldito contador.

En los camarotes reinaba una paz a medias. Hoplas dormía la mona profundamente, bastante perjudicado por la borrachera del día anterior. Careila callaba mientras Espinoso conversaba con ella. Era un poco extraño, porque a pesar del silencio de la joven, parecían entenderse perfectamente. Espinoso interpretaba todos sus movimientos corporales con facilidad y ella casi siempre entendía lo que él quería decir.
-No deberíamos estar aquí. No, no pongas esa cara. El maestro dejó muy claro que debíamos aprender con Vercel, el hombre en quien confiaba. Pero está muerto y deberíamos haber vuelto inmediatamente.
Silenciosa, negó con la cabeza y se levantó, estirándose completamente ante su compañero. Le posó suavemente la mano en el hombro y volvió a negar.
-Careila, no puedo volver solo. Y hemos de volver...
La mirada de la joven era clara. Tanto como un día soleado. No volverían.
-Debes estar loca para pensar que podemos aprender algo de... éste.

-¡Cabo Cuñas a la vista! -El vigía señalaba hacia proa.
-Perfecto, estaremos allí dentro de tres horas si se mantiene este viento. No deberíamos tener problema. -Frotó la borda con la mano -Toco madera, pero estoy seguro de estos vientos.
-Bien, a ver si yo puedo reponer también algo de munición.
A Icusagora no le desagradaba en absoluto la idea de retrasar un poco el viaje. Si había algo que le encantaba de viajar, era el viaje en sí, más que llegar al destino, dónde probablemente hubiera algún combate, o mausoleo encantado. Además, al precio que iba últimamente la pólvora, poder comprarla de forma asequible le venía muy bien. No es que tuviera falta de dinero, porque la muerte de Vercel le había dejado un buen pellizco y además, todos los objetos que no fuera a usar ya, los había podido colocar con bastante habilidad.
Vercel. No podía decir que consideraba a Vercel como un padre. Más bien había sido un amigo, un amigo que le daba varazos cuándo efectuaba mal algún movimiento o cuándo le replicaba, pero amigo al fin y al cabo. Y aunque su muerte había sido imprevista y de sopetón, se consolaba pensando que se había ido al otro lado como más le gustaba.
Estuvo pensando largo rato en lo que haría una vez en Mirina. La vida de aventuras siempre era estimulante, pero cada vez se recurría más al ejercito. Y no era para menos, porque las amenazas cada vez se organizaban más. O eran más grandes. Y además, después de cada trabajo, aunque solía disponer de mucho dinero, también tenía heridas, enfermedades y afecciones, algunas de ellas terribles, que prácticamente dilapidaban la pequeña fortuna en forma de ungüentos y cuidados. Pensó que era hora de dejar de ir a las casa de furcias. Se gastaban una fortuna y viendo cómo había acabado su mentor, tal vez fuera hora de asentar la cabeza...
-No nos precipitemos. -Dijo en voz alta, sin darse cuenta.
-¿Uhm? -Plétoq se giró hacia él. -¿Precipitarnos? ¿Precipitarnos en qué?
-Nada nada, cosas mías.

-¡Capitán! ¡Señor! -El vigía le gritaba a pleno pulmón desde la cofa mayor, mientras miraba en dirección al cabo. -¡Capitán, vela a la vista! ¡No, dos velas a la vista señor!
-Demonios, espero que no sea una redada por parte de la marina.
-¡Señor, son snekkar!
-Mierda. Piratas.

lunes, 18 de octubre de 2010

Un anuncio.

Aprovechando que llevo todo el día parado (no soy capaz de mantener una trayectoria recta y durante la primera mitad del día, el wáter se ha convertido en un amigo) he podido recordar algo importante.

¡Mundo Pandémico se ha mudado!

Y de esto hace ya unos cuantos días. Llego tarde. Tardísimo. Pero me da igual. Echad un vistazo, porque vuelves con ánimos y personal renovado.

Bueno, de nuevo voy a tardar un poco en sacar nada nuevo. Aunque tengo las ideas, me siento incapaz de momento de plasmarlas por escrito, así que dadme algo más de tiempo.

sábado, 2 de octubre de 2010

Una de "Hey, ando por aquí".

Bueeeno, supongo que después de más de dos semanas sin actualizar merecían una pequeña explicación. O razón al menos.
En fin, llevo desde el día 20 de septiembre con trabajo, que me quita más tiempo del que me gustaría (pero ¡Eh! ¡Me pagan!) y me ha alterado bastante los horarios, así que el tema de escribir lo llevo algo complicadete. Ahora que me estoy comenzando a adaptar, es muy probable que vuelva la actualización semanal. No es que me haya olvidado de vosotros, es que ahora mismo manda mi cansancio, no mi ego.

Os querría comentar también, que mi buen amigo el Narrador recicla el blog Año de los dos Imperios y lo convierte en el El escudo de las tormentas una nueva novela situada en su fantabuloso mundo Lüreon (en el que tengo el honor de jugar y sobre el que escribo de vez en cuando (aunque eso no lo verán vuestros ojos hasta dentro de tiempo...)). Como de costumbre os recomiendo que andéis atentos a su nuevo proyecto, porque además puede ser un buen ejercicio de aprencdizaje.

En otro orden de cosas, hace unos días, buceando por la red encontré una noticia muy interesante, que enlazaba con este blog. Se trata de un artículo claro y conciso, así como respetuoso sobre una práctica que todos intuíamos, pero que al menos hasta ahora no habíamos encontrado pruebas (sólo diré que Antena 3 está en mitad del fraude). Merece la pena leerlo. Si ya le teníamos poco respeto a esta cadena... En fin, recordemos que Antena 3 emitía muchos de aquellos "documentales" y "debates" que tanto hicieron a los juegos de Rol y que por su culpa algún amigo tuvo que jugar a la sombra de sus padres.
De paso, también es un blog que me va a servir de documentación para relatos (en caso de que acabe incluyendo encierros en ellos), así que desde aquí mando un cordial saludo a Lagun y una enhorabuena por el excelente artículo del que me hago eco en este pequeño blog.

Bueno gente, que sea una provechosa semana.
Un saludo.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Folgore V.

Jo-der. Me siento como si hubiera parido. Vaya dolor de cabeza para sacar adelante esta historia. Bueno, al final encontré algunas frases y palabras en ruso que me salvaron la papeleta, aunque a partir de ahora voy a revisar muy mucho si plasmo lo que dicen, o lo dejo más en tercer plano. En fin.
Reconozco que no tiene mucho contenido, que apenas ha salido nada, pero espero haber salvado con esto un escollo grande y poder meterme de lleno en una trama más seria con este personaje. Que es un personaje que me gusta y que no pude llegar a disfrutar.

Ahí va eso:




Yelena pateó la cabeza del villano usando toda su fuerza y la inercia adquirida por la velocidad. Aquél voló lejos, hasta estrellarse contra la dura roca que estalló en pequeños fragmentos, sepultándolo. Folgore se incorporó quejándose del abdomen, que le dolía espantosamente.
-Kak vashi dela?- La heroína se le acercó preocupada al darse cuenta de que se tambaleaba.- Nadeyus ty sebya harosho chuvstvuesh.
Klaus trataba de aislar ese idioma, poniendo toda su perturbada mente en el proceso. El golpe lo había aturdido y levantarse de sopetón lo empeoró.
-Harosho, a kak ty? Respondió a duras penas. Sin recordar exactamente el significado de aquello.- Disculpa pero no hablo demasiado bien el ruso.
-¿Italiano?- El acento de él había sido monstruoso, así que se alegró de haber estudiado muchos idiomas. En esa profesión era muy útil.- Tranquilo, lo hablo bien. Y también estoy bien.
-Yo... Eh, gracias, la verdad es que no estoy muy en línea todavía.- Dejó de hablar un momento y se volvió.- ¡Viene otro!
Efectivamente, el superviviente del trío que no había recibido grandes heridas atacaba por la espalda, centrándose en la mujer. Ella lo esquivó a duras penas gracias a la advertencia del suizo y atacó con todas sus fuerzas.

Folgore pensaba rápido. Tenía a la rusa combatiendo con los puños desnudos a un metahumano. Otro desaparecido y otro más que comenzaba a dar señales de querer salir de debajo de los escombros. Decidió acercarse para mantenerlos en el sitio y que no pudiera escapar, confiando que el que no daba señales de vida no fuera a volver.
El metahumano mantenía ocupada a la heroína, a fuerza de golpes rápidos, que ella esquivaba o los paraba de varias formas, respondiendo con puñetazos terribles, que inevitablemente acababan en el vacío. Estaba tranquilo porque podía sentir que su compañero ya se levantaba y corría en dirección al entrometido. Lo que no se esperaba, era que se escuchara una especie de petardo y a continuación un espeluznante grito, seguido del sonido como de caída y de un balbuceo. Se acababa de quedar solo.
Mientras peleaba, Yelena vio impotente como el otro enemigo se lanzaba a toda velocidad contra Folgore. Aunque no conocía sus habilidades, sí que lo había visto quedar muy aturdido por una patada sin demasiado recorrido, así que aquello probablemente lo mataría. Para su sorpresa, se limitó a extender el brazo derecho y a expulsar algo desde el dorso de la mano. Inmediatamente su adversario tropezó emitiendo un aullido y rodó con velocidad, momento en el que aprovechó para esquivarlo. Estaba tendido en la nieve temblando sin control, completamente fuera de juego.
El que quedaba hizo ademán para huir, justo después de lanzar una patada a la cabeza de su contrincante, pero apenas pudo despegar. Una fuerza le impedía levantar vuelo y cuándo se dio cuenta de que la heroína volvía al combate, tampoco pudo contraatacar. Sin oponer resistencia recibió un alud de impactos en sus costillas y en la cara, hasta quedar tumefacto y lleno de hematomas.

-Gracias por la ayuda.- Yelena se limpiaba las manos con los trapos rotos de sus enemigos.- Aunque soy capaz de enfrentarme con varios enemigos, reconozco que ésto me podrían haber supuesto un problema.
Klaus miró desde las profundidades de su casco a los ojos claros de la rusa. Estaba francamente impresionado, porque era una mujer de pelo castaño corto, muy alta y fuerte, vestida con un uniforme ceñido en verde oscuro. Trató de parecer duro.
-No hay de que...- Había pronunciado la última palabra con esfuerzo, porque el pecho le dolía rabiosamente.
-¿Estás bien?-
-Si, si, sólo necesito descansar un poco.
-Bueno, pues dado que ya veo a los de contención, me voy antes de que pidan explicaciones.
-De acuerdo. A ver si consiguen sonsacarles a estos sonrisas sus motivaciones.
-Perfecto. Bueno, si alguna vez pasas por Smolensko, estaré encantada de verte. Soy Bashnya.- Le estrechó la mano y sonrió.
-Encantado, yo soy Folgore. Si vuelves por aquí, acercate a Lugano. Siempre tenemos buena temperatura.- Le devolvió con decisión el apretón.

-Buenas caballeros.
Estaba sentado encima de los tres supers inconscientes, viendo como los soldados se acercaban por la nieve, a través de la nube levantada por los helicópteros. Aunque disponían de armas capaces de destrozar a cualquiera, se aproximaban con mucha cautela, porque con los poderes no se juega.
-Tranquilos, soy de los buenos. Y estos no se van a mover en un buen rato.
-Ya. Baja de ellos por favor. Despacio.
-Si si, tranquilo. Yo no soy enemigo.
-Si me dieran un céntimo cada vez que me dicen eso...
-Bueno, la verdad es que no sé cómo de duro se puede hacer vuestro trabajo, pero espero que os paguen bien.
-Vale, el mando confirma la identidad. Buen trabajo.- El soldado, se giró hacia sus compañeros.- ¡Vamos, traed las esfinges.
Folgore vio curioso como les ponían unas bridas muy gruesas en las manos y en los pies. Conocía el material, tripa de esfinge, lo único suficientemente resistente como para evitar que cualquier metahumano pudiera romperlo. Lo llevaban usando desde hacía quince años, varios después de que las esfinges salieran de su letargo y comenzaran a buscar comida.
-Eso es jodidamente caro.
-Si, lo es.- Dijo el soldado que parecía ser el jefe de sus compañeros.- Las esfinges son muy escasas y su caza está muy regulada, así que es normal.
-En fin, me alegro de que haya algo para poder mantenerlos quietos. Yo me voy ya, que he de atender otros asuntos. Si necesitáis ayuda con estos tíos, mandad un aviso por un canal de larga distancia. Acudiré lo más rápido que pueda a la fuente de la llamada.
Despegó, considerando que había sido un buen día. Sólo tenía ganas de volver a casa y que lo viera un maldito médico, porque las costillas le rechinaban por el golpe.
-Creo que voy a reconsiderar lo de una armadura más pesada.

martes, 14 de septiembre de 2010

Una ayudita, por favor.

Después de hora y media de intensa búsqueda me rindo y pregunto a mis escasos lectores:

¿No sabrá alguien de un diccionario o traductor Español-Ruso que además de traducir en cirílico te incluya la fonética?

Porque es complicado poner сила y que la gente pille la sutileza.

La verdad es que podría dedicarme a comparar las letras, pero reconozcamoslo. Ya tardo lo suficiente.

A las buenas de yo.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Icusagora Riel. El principio (X).

 ¡Hola a todos de nuevo! Como dije, me tomé un pequeño descanso del blog, para escribir otras cosas. Y el descanso, que ha resultado más corto de lo que esperaba, llega a su fin. Y viene con Icusagora y con lo más nuevo que acaba de salir de mi editor de textos.
Ale, a freir espárragos.
Por cierto, tengo que ponerme de nuevo con Folgore, al cuál tengo muy abandonado. Además, estoy organizando un "Spin-Off" de la historia de Star Wars que estoy llevando a cabo. Será con algunos secundarios y personajes inéditos. Quiero tener el prólogo hecho para cuándo la comunidad de Galaxies se traslade al nuevo portal. Acepto sugerencias.
Y eso es todo. Un saludito y no os olvidéis de los espárragos.
Que larga me ha quedado la entrega




Espinoso estaba acostumbrado a que la gente tuviera una altura mayor, pero aquél hombre se llevaba la palma. De lejos.
Debía medir cerca de los dos metros y todo él era fortaleza picada en granito. En granito muy desnudo, porque lo habían desprovisto de sus ropas al encerrarlo y ahora mostraba su humanidad impúdicamente.
-¿Lo habéis desnudado? Sois despreciables.- Torció la boca en una mueca horrible y amenazadora. -Qué práctico.-
-¡Lo encontraron mis hombres así, lo juro!- Acadi temía represalias por parte del asaltante y no quería tentar a la suerte. -¡Juro que lo capturé porque no me había pagado un dinero que le presté!-
-¿Caramba? ¿Eso es cierto, gigantón?-
-Excusadme señor, pero no recuerdo nada.- Su voz era muy grave, pero estaba quebrada por la sequedad y algo que no era por la sequedad. -Es la primera vez que veo a este hombre, más tal vez las cosas se puedan explicar, pero desde luego ellos no escucharon mis palabras.-
-¡Le presté dinero y desapareció! La morosidad está penada por la ley.-
-Si, ciertamente, prestamista.- Siseó espada en mano, apuntando a su pecho que ocultaba bajo el pijama a rayas. -Pero como decís, por la ley. Y ésta desde luego no es la suya.-
-Euuhm. Salvador, creo que no nos han presentado.- Carraspeó el preso, buscando palabras. -Me llaman Hoplas y soy caballero errante.-
-Encantado, pero mejor salimos, que mis compañeros estarán distrayendo a la numerosa guardia de este pendejo.- Miró al rededor, como buscando. -Pero necesitaremos algunas ropas para ti, para que no hagas colgar todo eso. Y las acabo de encontrar.-
Miraba fijamente el delicado pijama en dos colores que llevaba el prestamista. Sonreía de una forma desagradable.

-¡Deja que se vayan!- Icusagora golpeó hasta dejar inconsciente al que tenía delante y se quedó en guardia, jadeando. -Estos no son enemigos que batir. Y me siento muy identificado con ellos, es muy desagradable matarlos.-
La joven lo miró un momento, ajena al mercenario que yacía atravesado en su largo espadón. De pronto pareció volver a la realidad y lo desclavó con un gruñido, que arrancó un grito de dolor del herido. Este se arrastró hacia atrás, pero apenas podía moverse y poco a poco se fue quedando inmóvil. Ella se acercó al aventurero, que había enfundado ya y recargaba su arma de fuego. Era una pieza pesada, sin filigranas, no como acostumbraban los maestros armeros a fabricarla. Debió de salir barata. Él se la mostró.
-La pólvora es jodidamente cara de conseguir desde que los aranceles para armas y municiones aumentaron tantísimo el año pasado.- Escupió sobre el muerto y comenzó a recargar. -Este mamón me ha costado una cama limpia, un baño y un polvo decente. Joder si está cara.-
Ella encogió los hombros. Aunque más adelante sería capaz de interpretar su lenguaje corporal, esa noche de cálida luna no podía. Pero venía a significar algo como “yo no tengo ese problema”.
Escucharon murmullo de voces en el interior y se prepararon para más combate. Sin embargo su ardor guerrero se consumió rápido, porque justo salían por la puerta Espinoso y el caballero al que habían ido a rescatar. Hoplas. Vestía un curioso pijama a rayas rojas y blancas, que le estaba extraordinariamente apretado. Muy apretado. Tanto que Icusagora no pudo reprimir la sonrisa y hasta Careila resopló, admirada.
-Vaya par... Vaya... Bueno. Vaya.- Es todo lo que el joven pudo decir entre risa. -Vayámonos anda. Antes de que nos detengan por escándalo público.-

-¡Ja ja ja ja! Sabía que lo conseguiríais.- Ismiz estaba exultante de alegría. Los había abrazado a todos, había reído al ver el aspecto de su amigo, les había ofrecido el oro de Kilimast. -Estoy realmente contento de que lo hayáis traído de vuelta. El pobre parece que debe un dineral a ese desalmado, pero no lo recuerda.-
-Ismiz.- Icusagora intentó parecer serio, pero el recuerdo del pijama le traicionaba. -Nadie olvida una cuenta con un prestamista. Y menos con éste.-
-¡No puedo creer que no lo conozcáis! ¿Las puertas de Grunmanor, durante la batida de los pielgris de la montaña? ¿La defensa de la columna de refugiados de Kuludan?- Iba viendo como negaban con la cabeza y perdía el ánimo. -¿Su servicio a bordo del Beaufighter como protector embarcado y fiel compañero?-
-Pues no, la verdad. Dinos ya de quien se trata.-
-Lo encontré en una playa de Remnan, cuando desembarcábamos para tomar agua y algunas provisiones tras un viaje malo y largo. Vestía de completa armadura, como caballero, pero curiosamente no vimos escudo de armas ni emblema alguno. Además, no recordaba nada absolutamente.-
-Nada de nada?-
-Bueno, hablar tal como lo hace, lo habitual para una persona, pero ni su identidad ni sus recuerdos. Lo acogimos y nos ayudaba con su innatural don para el combate. Siempre que no hubiera botella cerca. Claro.-
-Que historia tan nebulosa.- Espinoso apoyaba la espalda contra Careila. Ésta evitaba descargarse sobre él, por miedo a romperlo. -¿Y cómo llegó a manos de Acadi?-
-Por si no escuchas, a mi amigo, además de pelear como un jabato y tener un par de conocimientos de magia, a pesar de su código moral y su buen hacer, tiene un pequeño defecto. Bebe como un auténtico marino sabe hacerlo. Luego pasa de auténtico marino a borracho de taberna y llega al nivel de amo de los taburetes. Supongo que lo trincaron mientras dormía una juerga de las suyas.-
-Me cogieron por ssorpresa, entre cuaatro. No rrecuerdo, porqué, pero esstaba desu... desdu... desnundo.- Había aparecido de nuevo Hoplas, junto a un fuerte pestazo a alcohol. -Todoss traidoress.-
-Y este es Hoplas el Desmemoriado, que entre aventuras y aventuras viaja conmigo porque es mi amigo.- El capitán alzó la mano, como si los presentara, que el mentado respondió con un saludo a la cabeza. -Al que parece que no han dado de beber porque me ha vuelto a abrir el mueble bar.-


La puerta se cerró al abandonar los jugadores la pequeña casa. Máster y jugador recogían algunos trastos, antes de irse.
-Pensaba que no querías un grupo más grande.-
-Ya, pero es que lo he conocido en la uni y parece que le mola el tema de jugar. La verdad es que no perfila como mal jugador.-
-Si, he de reconocer que se lo curra mucho. Y es un tío bastante legal.-
-Bueno, además hoy no han habido duros roces.-
-No, no, francamente me esperaba lo peor, pero hemos ido bastante bien y sin que se flipara quien ya sabes ¿Has hablado tú con él?-
-Algo así. No tengo ningunas ganas de que os vayáis peleando entre vosotros cuándo ya tenéis una campaña a la que hincar el diente.-
-Pues ha resultado.-
-Me he dado cuenta. Por cierto. ¿Has hecho el dibujo de Icusagora?-
-Uhm, he estado dibujando, pero no he sido capaz. Lo mío no es eso.-
-Pero macho, si te sale muy bien.-
-Ya, pero me lleva meses acabar nada, así que ya buscaré a alguien.-
-Bien, vale. Pásame ese bloc. ¿Quieres? No, no lo leas, sólo pásalo.-
-Uuuuh. ¡Secretos de Máster!-
-Chitón, sátiro verde.- Se cargó la mochila a la espalda y se encaminó a la puerta. -Bueno pillao, la siguiente partida será como siempre. Ya avisaré vía sms del lugar y la hora exacta.-
-Vale nano, hasta luego.-
-Adieu.-

jueves, 19 de agosto de 2010

Descanso.

Bueno, en vista de mi habilidad escritora del último par de semanas, he decidido darme un tiempecito de descanso respecto al blog. Quince días de tranquilidad mientras me preparo para el nuevo curro y paso los dos primero días, que se me suelen hacer los peores.
De paso, me han entrado las ganas de seguir con el relato de star wars (que podéis leer aquí, a la espera de la versión pdf corregida), del que he salvado por fin un escollo en el que me encontraba. Ahora escribo con máyor naturalidad y trato de darle mayor atractivo. Decir debo, que aproximadamente la mitad del relato está escrito como unas memorias (holocrón en este caso) y a partir de cierto punto, la narrativa cambia de estilo a 3ª persona, más seria y trabajada. Más cómo lo que escribo aquí.
En fin, espero que lo paséis de coña estos días y hasta septiembre (que a mi me van a dar las mías y las de un bombero).

Vilem.

jueves, 5 de agosto de 2010

Icusagora Riel. El principio (IX).

 Y allá va la siguiente entrega. En breve va a aparecer un personaje que me gusta especialmente, pues se trata de un pejota de una partida de hace mucho, mucho tiempo que llevaba un colega que ya no juega. La cosa es que me lo curré mucho con su historia (él no, ya entenderéis) y me apetecía semirrecuperarlo (aunque parte se introdujo en otro personaje que los que me conocen sabrán recordar). Ésta no va a ser la última recupercaión de este tipo, pero si la más fácil de introducir.




Bajaron al sótano, ignorados completamente por los guardias que peleaban en la puerta. Allí, además de la bodega, había una habitación con un recio portón de madera que tenía un ojo de buey y un agujero para pasar la bandeja con comida. Obviamente la sala era una celda.
-Ábrela.- Le apretó un poco el cuchillo en el cuello, para mejorar su convicción. -Ábrela pero ya.-
-No podréis escapar. Mis hombres son más que capaces de terminar con tu miserab...-
-Chitón a la puta boca.- Le pinchó un poco más, lo suficiente como para que corriera un perceptible hilo de sangre. -Hazlo o no respondo.-
Gritó por la sorpresa del pinchazo. No era del tipo de persona acostumbrada a ser maltratada. Sacó tembloroso la llave del botellero más cercano y la hizo girar en la pesada cerradura. Espinoso lo dejó libre y de un movimiento muy rápido cogió la ballesta que llevaba atada en la cintura y le apuntó. Le indicó con la punta del virote que abriera poco a poco y que se echara a un lado. Desde dentro emanaba un olor desagradable, combinando el olor a humanidad, heces y alcohol apestoso.
-!Por mi honor!- Sonó desde el fondo de la celda.

Icusagora golpeó duramente con el plano de la espada el hombro de su contrincante más cercano, que aulló de dolor y se retiró para dejar a otro más fresco. Se había dado cuenta de que en aquella casa hay más espadas de alquiler de las prometidas. Igualmente su compañera no cejaba en el combate y además le había sorprendido al comenzar la distracción, porque se dedicó a proferir unos gritos e insultos terribles en una lengua desconocida. Estaba sorprendido por el volumen y dureza de los berridos así como el hecho de que era la primera vez que escuchaba un sonido articulado salir de su garganta. Pero aquellos gritos habían espantado en parte a los guardaespaldas así que estaba bien.
Peleaba muy bien, a pesar de que manejar aquel enorme espadón no debía ser fácil en una pelea tan cerrada como aquella. De un poderoso mandoblazo, sajó a uno desde la clavícula hasta la cintura, salpicando sangre y derramando las vísceras. Con un poco de esfuerzo destrozó la pelvis y el guardia se partió del todo. Y se encaró con el siguiente, que estaba visiblemente nervioso.
Icusagora por su parte manejaba aquella espada con esmero, procurando no recibir ninguna herida seria. Cuándo atravesó a uno hasta el mango, se le quedó enganchada, sin tiempo para poder empujar con la pierna y sacarla. Tuvo que dejar caer la espada, arrastrada por el cuerpo y esquivar el sablazo que le tiraba el de la izquierda, agachándose y metiendo mano a la cartuchera. Desenfundó y le apoyó el arma justo sobre el corazón. Retumbó otro trueno y todo eran sangre y trozos de hombre pegados en la pared.
Y en ese momento los mercenarios comenzaron a chaquetear.

sábado, 31 de julio de 2010

Icusagora Riel. El principio (VIII).

En fin, los calores dejan de ser tan asfixiantes y parece que la migraña tiene la curiosa habilidad de hacerme escribir (en las treguas que me da claro). Espero que la nueva entrega os guste aunque haya poca acción en ella. Pretendo ser más descriptivo, aunque voy a evitar pasarme tres pueblos de primeras e ir poco a poco.



Habían pasado la mayor parte de la recuperación de Icusagora discutiendo sobre si deberían o no deberían acompañarle. Espinoso estaba completamente en contra, argumentando e insultando a partes iguales. El mediano disentía que estaba harto de aquél pueblo y había olido un par de heridas que en poco tiempo iban a suponerle un problema bastante grave, no por su diagnóstico que era más que correcto, sino porque los pueblerinos tendrían problemas para asumir que un barbero y curandero puede fallar. Y Careila mantenía su decisión con silenciosa determinación y no estaba dispuesta a cambiar. Al final el aventurero tuvo que aceptar la compañía a regañadientes.
Además de que la curación y la estancia las pagaba el generoso y aliviado alguacil, al final también hubo algo de tintineo extra en la bolsa de los dos héroes del lugar, pues las gentes de la encrucijada sabían que habían arriesgado el tipo frente a un sierpe espectacular. Los aclamaban mientras andaban por la calle y les daban dulces, pequeña cosa comparados con los excelentes pagos que iban a recibir de las caravanas que vendrían. Pues la sangre de las sierpes ahuyentan la mala suerte y a los entes malignos. Todos lo saben.
En puerto esperaba la goleta de 30 metros “Beaufighter”, que esperaba a zarpar a la marea de la mañana, que es favorable para la salida. Llevaba anclada 4 días, mientras descargaban las mercancías de otras tierras y subían el cargamento que debía llevar a Mirina. Era una bella embarcación, llamada así en el lenguaje de los habitantes de los aboin, de los piratas y de los ladrones, por ser rápida y dura de pelar. De hermosas y suaves formas, estaba pintada en un ajedrezado rojo y negro, como los buques de guerra de Isparii, cuya crueldad guerrera sólo se veía superada por la valentía de sus hombres y capitanes, así que solía provocar que casi cualquier vela diera un gran rodeo en lugar de situarse a su alcance.
Pero el capitán del “Beaufighter”, Ismiz Velind, si bien recibió a bordo con gusto a sus inesperados pasajeros y animales (y cómo no, a sus buenos dineros) y los agasajó en su cabina a la hora de la cena, necesitaba de algo y creía que el pintoresco grupo podría ayudarle.

-En definitiva.- Icusagora bebió con tranquilidad de su vaso y lo colocó con calma sobre la mesa, apartando las miguitas en el proceso. -Pretende señor que me infiltre en la casa del prestamista Acadi, libere y ponga a buen recaudo a un secuestrado que sabe a ciencia cierta que está allí, pero que no puede hacer nada porque la autoridad está enterada y sobornada. Y que sin dicho personaje, no puede hacerse a la mar. ¿Me equivoco?-
-Talmente lo dice.-
Volvió a beber con calma. Saboreó el vino, que estaba muy bueno y miró pensativo el techo. “¿Qué he hecho yo para merecer esto? Sólo quería unas jornaditas libres, sin trabajo, relajándome en cubierta, leyendo cómodamente tumbado en una hamaca, para variar” pensó. Pero claro, no dijo nada.
-Podemos rescatarlo entre todos.-
La voz de Plétoq le sacó de su ensimismamiento.
-Ni en broma. No tienes ni idea de realizar asaltos ni organizar saraos nocturnos.-
-Pero Careila y yo si.- Espinoso por una vez parecía adulto de verdad, adelantándose con los brazos cruzados. -Si no hay inconveniente claro.-
-Pensaba que veníais a aprender de Vercel, no a enseñar.-
-A aprender algunas cosas, que no todo.- Careila le dio la razón con un movimiento de cabeza.
-Bueno, entonces vosotros dos si, pero el matasanos se queda aquí.-
-¡Eh..!- Comenzó protesta, pero no pudo seguirla.
-A callar. Plétoq, eres buen curandero, buen cirujano y mejor conversador, pero demasiados ya un trío, no imaginemos cuadrilla. Mejor quédate aquí por si nos trinchan a alguno y necesitamos un apaño en las tripas.-
-¿Entonces aceptáis?- A Ismiz se le había iluminado la cara. -¡Por favor! Es un gran amigo mío y creo que se lo debo. ¡No os cobraré el pasaje, e incluso os pagaré!-
-Dado que no hay peor enemigo que un avaricioso prestamista, además de lo del pasaje, os cobraremos 4 escudos de oro y 12 de plata.-
-Un poco caro, pero me hacéis muy feliz. ¡Muy, muy feliz! Mi amigo lo agradecerá seguro.-
-Bien, pues comencemos con el plan.-