domingo, 9 de enero de 2011

Icusagora Riel. El Beaufighter y el Golfo Ranac (continuación del IV y medio)

 Pues no hace tiempo ni nada desde la última actualización. Más o menos un mesecito. Achacadlo a la fiesta, la migraña o los videojuegos. Os doy a elegir.
Espero que esta entrega, os guste y que no tenga tanto gazapo como las anteriores.
Ala nenes, a disfrutar.
 







Cada disparo atronaba en la playa con un disparo ensordecedor, disgregando a la infantería agolpada allí. La arena saltaba de allá para acá, amortiguando el sonido metálico que hacía la metralla al estallar cada granada. Por todas partes había un ruido de mil diablos, entre explosiones y los aterrados gritos de los heridos. Los cuatro aventureros buscaron refugio junto al snekkar, mientras miraban la carnicería. De pronto, dejaron de sonar los cañonazos y los piratas se incorporaban observando con ojos vidriosos el barco del que ahora llegaban claramente órdenes, dadas a voz de grito.

-¡Preparados para virar por redondo! ¡Artilleros a la banda de estribor!
Se pudo escuchar sin problemas los gritos de ánimo de los artilleros del Beaufighter, mientras obedecían.
-¡Vamos muchachos, otra pasada, que ya son nuestros! ¡Timonel, todo a Babor!
La proa llegó a ponerse perpendicular a la línea de playa, hasta que de forma gradual, pero cada vez más deprisa, pudieron ver la borda de estribor, exhibiendo las negras púas que la atravesaban.
-¡Hasta hacerlos brillar muchachos! -Aulló salvajemente Ismiz, ya sin importarle el gasto de aquello. -¡Que no quieran volver!

Después de la segunda descarga apenas quedaban algunos scandios con ánimo de combate. Su ferocidad había sido anulada por el brutal bombardeo, que había sido tan de sorpresa y preciso que el daño era mucho mayor al causado habitualmente por barcos similares. Algunos habían arrojado las armas, otros estaban tirados por aquí y allá, a veces enteros y a veces destrozados. Y otros intentaron luchar, pero no duraron demasiado. Un par de escaramuzas y se había terminado la peculiar batalla.
-Señor Riel. -Hoplas llevaba de nuevo las dos hachas y se mantenía en tensión, sin quitarles ojo de encima a los rendidos. -Deberíamos atar a éstos y alejar sus armas. Después, lo prudente sería terminar con esto de una vez por todas y terminar con los que quedarán en el poblado.
-Si, si. Hay que hacerlo. -Era el primer bombardeo al que asistían tanto Icusagora como Careila y Espinoso, así que estaban perplejos y algo mareados. -Vayamos.
-Bien, Espinoso, Careila, echen me una mano. Riel, encárguese de los heridos. Lo dejo a su discreción.
El aventurero se acercó a uno de los heridos, lo miró con los ojos aún turbios y levantó su espada preparado para clavarlo en el suelo.
-¡Alto! -Alguien gritó desde el snekkar estrellado y ese alguien saltó a la playa, mientras corría hacia el paralizado joven. -¡Alto Icusagora! Yo puedo ayudar a ese hombre, no está tan herido como puede parecer.
-Pletoq, es un scandio, y se les remata, por si las moscas... -Observó los feroces ojos del mediano, que refulgían. -¿Qué pretendes hacer aquí?
-Cuándo recibí la toga de médico, juré que proporcionaría cuidados a los pacientes a mi cargo.
-Pero ellos no están a tu cargo... -Interrumpió, con ganas de acabar con aquello.
-Desde ahora si. Es un juramento y cuándo acepté el nombramiento en el sacerdocio, se amplió tanto a amigos como a enemigos.
-Como quieras, iré a ayudar a aquellos. Cuidado que muerden.
-Estaré bien, dudo que a alguno le queden fuerzas como para atacarme. Y en todo caso, no estoy tan desprotegido como creéis. -Enarcó una ceja y sonrió levemente. -Los poderes que me protegen se implican más de lo habitual en ellos.

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