martes, 30 de agosto de 2011

Ira (V).


Dejaron el tren abandonado, a merced del horrible Sol del desierto, con algunos pasajeros implorando por atención médica para el moribundo. Mientras se alejaban de allí, rieron y gritaron de alegría, porque la cantidad de lo recaudado era mucho más generosa de lo que habían esperado.
- ¡Tres hurras por la Union Pacific! - Dijo alguien, en la euforia del momento. - ¡ Y tres hurras por Ira!
- Si, si. Ya vale. -Hizo una mueca extraña y miró hacia el que gritaba. - Menos gritos, que ya casi llegamos y no hay que liarla.
Se desviaron de su camino, dando un gran rodeo para entrar por otra dirección en aquél pueblo perdido.
- Dejad los vítores muchachos. - Se abanicó con el sombrero y sonrió feroz. - La mejor parte de conseguir un botín es no colgar al final de una soga. Así que cerrad la puta boca.

Entraron bajo la atenta mirada de los lugareños, acostumbrados a que los nuevos dejaran dinero, algunos muertos y más de una sorpresa para alguna joven calenturienta y propensa a abrirse de piernas.
Un anciano corpulento, vestido como si estuviera de parte de los secesionistas durante la guerra, se les interpuso usando la escopeta que descansaba en su hombro como medida intimidatoria.

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