viernes, 12 de agosto de 2011

La última batalla (II).


Y ahí va la segunda entrega.
Se puede comenzar a decidir ya.


David encendió un pequeño puro y lo usó para encender el otro, que le pasó a Jose. Ambos fumaron con calma, mientras miraban cómo la marea Vong se acercaba.
– Hum. Parece que va a ser complicado. – Comentó Jose, sin alterar la voz. – Más bien, imposible.
– Neh, peores nos las hemos visto. – Sonrió con calma, iluminada la cara por el resplandor rojo. – Éstos sí que hacen prisioneros. Y prefiero no caer prisionero.
Le mostró un indicador en la muñequera. Era un pequeño aparato que contaba las pulsaciones. No estaba demasiado acelerado. – Cuándo deje de latir, palmaremos del todo muchacho y nos llevaremos a un montón por delante.
– Perfecto, siempre quise dejar esta perra vida a trozos y volando por los aires. – Comentó tranquilo. – ¿Has pensado que pasaría si nos vienen a buscar y te da por morirte en la ambulancia?
Rieron a carcajada limpia y de buena gana, escuchándose aquella risa por las calles desiertas de la ciudad en guerra. Los edificios vacíos amplificaban aquello, haciéndoselo llegar a sus enemigos, que se preguntaban qué clase de adversario reía ante la seguridad de la tortura. Su tortura.

– Maldita sea. – Masculló Jose al mirar hacia delante, por la calle que subía. – Parece que envían a los putos esclavos por delante otra vez.
– Lástima. – David se acomodó la culata en el hombro y apuntó con calma. – Podríamos habernos cepillado a algún oficial.
– Bueno, cargas preparadas. – Miró de nuevo. – Ya casi están a tiro.
– Si, pero antes que nada, vuélalos con las cargas. – Comprobó el sistema de carga y lo aseguró. – Cuándo los tengamos casi encima, dales con las claymore.
– Tranquilo, ya lo tengo pensado. – Sonrió, mientras ordenaba de nuevo los detonadores. – Las de los lados, de forma alternativa. Y según los vayamos teniendo cerca, las tres claymore que he puesto a varios niveles.
– Y luego, a pegar tiros.
– Y a pegar tiros.
Se dieron la mano como dos buenos y antiguos amigos.

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