lunes, 26 de septiembre de 2011

La última batalla (VIII).

Bueno, allá va el posteo número 102 (el anterior de agradecimientos y tal era el 101 (aerotransportado, ¡JA!).
Espero que os guste porque la cosa se comienza a poner interesante.


 


Cuándo llegó Thomas, lo dejó al mando del Implacable y fue rápidamente al hangar, dónde su nave ya estaba preparada, junto con la tripulación necesaria para que funcionara con todas sus capacidades. La reliquia descansaba con frágil aspecto en el lugar designado mientras el jefe de hangar echaba el último vistazo antes del vuelo.
– Hemos reparado los escapes del reactor. – Comentó, justo después de cuadrarse y saludar. – Han quedado como nuevos. Todo en orden señor.
– Gracias Crurak. – Palmeó con cariño la panza del aparato, como si de un animal se tratara. – Está perfecta. Los carapasa se van a llevar un susto de muerte.
Subió hasta la cabina y pidió salida. A su alrededor fijaban los objetos en sus armarios y comprobaban por última vez las torretas de combate, que destacaban en las líneas elegantes de la antiquísima nave. Se deslizaba ésta más allá del casco del Implacable, que se desplazaba con rapidez hacia la zona de entrada planetaria. Destacó brevemente en el espacio, antes de que el gris oscuro hiciera su trabajo. Tomó rumbo al planeta con rapidez.
– Cauldon, tome el control, me voy a preparar para descender, que los infantes de marina se coloquen en la rampa. – Le pasó el mando y se fue a sus aposentos, dónde la armadura le esperaba. – Llame al Implacable y dígales que salgan los cazas preparados para apoyo a superficie.
– Si señor.

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