domingo, 18 de septiembre de 2011

Los Buscadores.

Un relato corto sobre Warhammer 40'000. Se trata de una visión del ejército del que disponía, que en un primer momento eran marines, con algunas minis de otros para darle gracia. Le perdí el gusto por tanta mojigatería, pero me entró hace poco de nuevo la vena, así que he revisado el mito. Lo que antes era un grupo de ejército compuesto por variadas tropas imperiales (no en el juego, sino en el roleo), que seguían leales al Emperador. Ahora, tras una serie de terribles revelaciones ocultas para el resto de la Humanidad, ya no son leales a nadie, e incluso son hostiles a las fuerzas imperiales. Sólo la humanidad como tal, en su sentido más básico merece la pena. Y eso hace que surquen la galaxia buscándolo, venga de dónde venga. Y de ahí, lo de los Buscadores.

En fin, es un poco largo, pero espero que lo disfrutéis.





Los Lobos Espaciales cercaban el edificio fortificado que parecía de siglos abandonado. Pero ellos sabían que no, pues sus olfatos no les engañaban. Después de tanta búsqueda, después de tanto arrinconar, habían encontrado a los Traidores, que osaron atacar al sagrado Emperador y destruir el Imperio desde dentro. Ahora, por fin, pagarían por sus errores.
Los chavales Garras Sangrientas entrarían para despedazar con su joven ímpetu. El tanque vindicador abrió brecha en la desajustada puerta, derribándola de un potentísimo cañonazo. Casi sin pausa, los jóvenes se lanzaron en trompa por la puerta a la oscuridad interior. Casi antes de que sus ojos se acostumbraran a la escasa luz, algo les entró, potente y súmamente dañino, por las fosas nasales.

Un aullido largo se escuchó desde fuera, mientras algunos restrocedían al frío exterior, para restregar la roja cara contra la nieve. El general olfateó a través de la máscara y se dió cuénta de la trampa.
- Polvo de guindilla. - Chasqueó la lengua al reconocer el desagradable sabor. - Que entre Joog y apoye a los chavales. Que los exterminadores le sigan.
Un enorme bípode acorazado, con un anciano muerto en su interior avanzó hacia la puerta, armado con sus impresionantes garras de combate y lanzallamas.
Antes de llegar, seguido de cerca por los exterminadores, del interior llegó el inconfundible sonido de disparos. De muchísimos disparos. Algo con un par de cañones automáticos estaba haciendo picadillo a los que no habían salido por su propio pie.
Joog llegó hasta la puerta, dónde sus magnificadores lumínicos le mostraron la atroz escena. Los cadáveres y heridos se amontonaban por igual, destrozados de formas similares. Aquí y allá, se arrastraba medio cuerpo o alguien a quien le colgaban las tripas. El lugar hedía a la guindilla, pero él no podía notarlo, como no notaba el olor repugnante a sangre sobre metal. Más allá del montón de cuerpos, justo en el límite de su alcance visual, agazapado en la oscuridad y con los brillos humeantes de dos cañones automáticos, otro bípode acorazado acechaba.

- Estás muerto gilipollas. - Dió dos pasos más, mientras lanzaba chorros de fuego para que el otro no lo viera venir corriendo. - Soy el más...
Antes de que terminara de hablar, dos descargas de fusión incineraron la unión de las piernas, sin llegar a romperlas. Los exterminadores aún no llegaban y se dió cuénta de su error. Escondidos con mantas de mimetismo, aparecieron dos escuadras armadas con cañones de fusión, que habían disparado a bocajarro.
- ¡Máuser! - Alguién gritó en la penumbra. - ¡Es todo suyo!
Una sombra se movió desde la escuadra de su derecha y se materializó en la claridad como un marine armado con puño de combate. Un simple marine, que de un único y fiero golpe reventó la unión, dando con el bípode en el suelo, boca arriba.
Los exterminadores, casi cuarenta avanzando en una formación de semicírculo, confiando en su armadura como única protección, dispararon sus bólter de asalto al ver al sargento Máuser derribar a la venerable armadura de combate. Pero fallaron, porque ya se había movido de nuevo a la cobertura, dónde ámbas unidades se preparaban para un asalto ante el que otros, habrían huido ya.

El bípode que esperaba al fondo de la enorme y oscura sala, comenzó a disparar con sus enormes y brutales cañones dobles. Una lluvia de fuego caía sobre los lobos exterminadores, cuya armadura desviaba la mayoría de proyectiles, pero que en algunos ya flaqueaba, hasta el punto de que ya tenían bajas 10 metros antes de llegar al portón. Justo en ese momento, placas de plastiacero móvil se colocaron justo delante y de ellas aparecieron bólters, cañones de fusión y rifles de plasma, que comenzaron a disparar para repeler a los exterminadores. Estaba claro que el general lobo no confiaba del todo en que sus tropas de élite consiguieran entrar, porque ya venían por detrás, la infantería, unidades y unidades.
Los exterminadores estaban siendo diezmados, pero entre los defensores ya habían caido varios por el fuego enemigo y a pesar de la cobertura. Alguien gritó algo sobre retirarse a posiciones interiores, pero una voz clara y autoritaria, que no venía de los comunicadores sino de su cabeza, lo impidió. El bibliotecario exigía más tiempo, así que nuevas tropas vinieron a reforzar las posiciones. La escuadra de veteranos, se puso en movimiento.
Máuser y sus muchachos se posicionaron en la oscuridad del interior, para descansar mientras el bípode escupía fuego. Por su lado, la escuadra de veteranos pasó. Máuser no pudo evitar una sonrisa.

Eran un grupo heterogéneo. Entre los combatientes, dos gemelos, que habían sido criados en la misma escuela, habían pertenecido a los Ángeles Sangrientos, de sus compañías de asalto y eran gráciles en combate, a pesar de la enorme y pesada armadura. Sus espadas de energía refulgían con una luz siniestra, que hacía destacar más sus sangrientos colores. Cómo contrapunto, habían varios soldados que pertenecieron en algún momento al capítulo de los Templarios Negros. A pesar de sus raídas túnicas, en blanco hueso, manchadas por demasiado tiempo de huida, seguían teniendo ese aire solemne a la hora de posicionarse en la puerta, para cerrar paso. Algunas hermanas de batalla, de aspecto joven, con cascos de sus hermanos marines, ajustados de forma improvisada por orden del bibliotecario.
Pero sobre todo destacaba su líder. Su capitan. Aún con las decoraciones doradas que no había podido arrancar en su totalidad de la armadura carmesí. Lleno de pinchos para el combate cuerpo a cuerpo y armado con su vibrohacha que aún conservaba, a su pesar, motivos de Khorne. El que en su momento había sido un orgulloso servidor de Khorne, el Devorador de Almas, fue purificado durante una demostración del bibliotecario Hestes, que ahora era su general. La purificación fue censurada y convertida en herejía, pero el antiguo berserker estaba agradecido y lucharía gustoso contra el mismo Devorador para servir a Hestes. Y no digamos en caso de chuchos.

Sólo un exterminador llegó a la línea de veteranos, que no agachaba la cabeza frente a la lluvia de disparos que venían desde su propio bípode. Rompió de un golpe la coraza de las protecciones y recibió un hachazo antes de desencajar su garra. Cayó supurando sangre a través de la enorme cicatriz en la armadura. Se posicionaron para recibir el embate de las tropas de línea, que ya estaban siendo diezmadas por el fuego que salía del portón.

- Zire, kreo ke encontrao lo ke buzcábamoz. - El enorme orko revisó la pantalla. - Zi loz tekno noz dan luz, zarpamoz.
- Muy bien Bhorkhoork. - Hestel suspiró, aliviado. Por mucho daño que les hicieran a los que entraran, esos de ahí fuera eran demasiados. - Procura que sea así.
- Klaro zire.
Se giró hacia un coronel, que iba vestido como un explorador y que ante su sóla mirada, se cuadró.
-Id arriba y dadles una sorpresa. Cualquier cosa que se te ocurra, hazla.
-Si señor.

Abajo, las oleadas habían cesado momentáneamente. Ningún lobo intentaba acceder al portón y ningún veterano se lo impedía. Los lobos se habían retirado, mientras que los veteranos, sin una sola baja, se mantenían en su posición, deseosos del combate. De pronto, en la sala, se encendió la luz. Y la voz autoritaria volvió a resonar en su cabeza.
- Nos retiramos al interior. - El capitán veterano habló con esa voz cascada y que raspaba al oírla. - Jonah, cierra el portón y extermina a cualquiera que se acerque.
- Ya lo he oído. - La voz profunda y ceremoniosa salía del sarcófago del bípode, que se estaba levantando, con un movimiento similar al desperezarse. cuatro brazos equipados con puños de combate de dedos prensiles aparecieron, ocultos como los tenía tras su inmensa mole blindada. En un momento, se acercó al bípode de los lobos que seguía en el suelo, inmóvil, privado del sistema hidráulico.
- Colega, no mueres hoy. Morirás, pero no hoy. - Lo agarró y lo lanzó fuera como el fardo impotente que era. - Espero que nos volvamos a ver. Pero no cómo enemigos.
Antes de colocar el portón de nuevo, vislumbró el porqué de la retirada de los lobos. El vindicador estaba de nuevo ante la obertura.
- ¡Joder! - Agarró las planchas de blindaje y las colocó frente a sí, mientras usaba los otros dos brazos para afianzarse. - Voy a necesitar algo de ayuda.

El primer impacto no pudo tumbarlo. Ni el segundo, pero con ése notó como saltaban algunos tornillos. El tercero lo hizo trastabillar y vió impotente cómo se le caía el brazo derecho. Escuchó la voz clara de nuevo.
- Jonah, retírese a las posiciones interiores, nos vamos ya.
- Gracias señor.
Agarró el puño caído y salió corriendo, justo cuando el cuarto impacto cayó dentro, llenandolo todo de metralla, aunque sin afectarle gravemente. Pulsó el botón al entrar en el pasillo de acceso y las puertas blindadas se fueron cerrando a su paso, mientras sentía el temblor que invadía el edificio.

Arriba, los exploradores no tenían muy claro que hacer, porque su jefe no les había dicho nada. Sencillamente, ignoró el frío y agarró el fusil de precisión. Sin decir nada, se fué hasta las almenas. El ejército enemigo estaba imponente allí, a pesar de las bajas. Ahora, su artillería de asalto batía el portón para abrir un hueco por el que asaltar la posición.
El coronel de exploradores se posicionó con calma, mientras uno de sus hombres se agachó al lado con un binocular. Miró en la misma dirección y sonrió.
- Ah. - Dijo.
A continuación, se dedicó a darle indicaciones. Correciones de tiro, velocidad del viento. Y de pronto, disparó, con un trueno que resonó entre las explosiones de la artillería.
Y allí, a casi kilómetro y medio con un viento racheado bastante fuerte, la bala de enorme calibre impactó contra la cabeza descubierta del general enemigo, que explotó.

Y el coronel sonrió con sorna, mientras corría hacia el interior con sus hombres.

- ¡Zire, tenemoz via libre! - El orko corria rápidamente para iniciar la secuencia. - Dé permizo y noz piramoz.
- Lo tiene Bhorkhoork, lo tiene.
Sonrió el orko, mientras se tocaba ligeramente un colmillo con la mano. Accionó los conmutadores e inició el despegue.

El terreno alrededor de la anciana fortaleza tembló perceptiblemente. La nieve comenzó a derretirse, porque el suelo, además de resquebrajarse, se estaba calentando rápidamente. Los rhino que retiraban el bípode se detuvieron al no poder seguir, y los vindicador perdieron agarre y dejaron de disparar. La fortaleza entera gimió.
Y comenzó a desplomarse. Las almenas caían sobre el resto de la estructura, que se desplomaba a causa del fenomenal temblor que rompía la superficie. La nieve se evaporaba con rapidez y ocultaba el panorama. De pronto, la fortaleza colapsó mientras algo emergía de ella, elevándose rápidamente a través del alud de escombros. Los lobos sólo pudieron ver aquella forma elevándose, antes de que el vapor la ocultara del todo. Y fué toda la información que dispusieron de ellos hasta que se los encontraron de nuevo. Cuándo se hacían llamar, los Buscadores.

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