viernes, 27 de abril de 2012

Hoy no hay entrega.

No me voy a extender. Me encuentro soberanamente mal y no he sido capaz de escribir demasiado, ni demasiado bien. Mañana doble y si no, el domigo cuádruple.

Disculpen las molestias

jueves, 26 de abril de 2012

Folgore XIII.


 ¡Uf! Casi no llego a ésta entrega. Agradecedle la putada al catarro, que me tiene completamente idiotizado.



Klaus estaba boquiabierto. Evidentemente, no era la primera armadura que de ese tipo que caminaba por el planeta, pero era la primera que tenía tan cerca.
– Aún hemos de ponerle la cobertura de aleación, pero es operativa y está prácticamente acabada. – Johann no podía ocultar su orgullo por el aparato creado por los tres. – Será bastante duro, eso sin duda.
– ¿Es rápido? – Preguntó el joven, sin recordar que ya se lo habían dicho antes de mostrárselo. – ¿Cuánto alcanza?
– Todavía no hemos podido hacer las pruebas de campo. – Sonrió Kurt, maravillado por la buena respuesta de su jefe. – Pero debería alcanzar Mach 2 con facilidad, sin forzar los sistemas.
– ¡Es estupendo! – El millonario no cabía dentro del arnés de la satisfacción que sentía. – ¿Está equipado cómo Folgore?
– Dispone de los sistemas tradicionales del propio Folgore, claro. – Dijo Sandro, intercambiando miradas con el aparato que se alzaba ante ellos, imponente. – Hemos añadido dos generadores de campo quinético extras, que crearán un escudo protector, para complementar el blindaje físico.
– Pero… ¿No se podían añadir directamente a Folgore?
– No, la fuente de energía es demasiado grande, aunque ofrece la que necesitamos y más. – La voz ya no sonaba metálica y la armadura estaba entrando en posición de apagado. Se abrió una placa trasera. – En ésta maravilla funcionará perfectamente y no tendremos tanta limitación a la hora de añadir equipamiento nuevo.
– Oh, Dios, tengo que probarlo. – Comenzó a quitarse presillas, ante la sorpresa general. Se lo impidieron. – Kurt, así no sale, es exactamente al revés de cómo lo estás haciendo.
– Claro que es al revés. – Terció éste, sonriendo, mientras volvía a apretar las presillas. – Y está usted herido, además de que no está completamente acabado.
– Uhm… Ahora que lo pienso, ¿cómo demonios lo puede pilotar él? – Se sorprendió. – Pensaba que el enlace neural era indispensable.
– Y lo es, lo es. – Sandro miró a su colega, que descendía del monstruo metálico. – Por eso Johann lo lleva. Es nuestro piloto de pruebas.
– Señor, no le íbamos a dar una maravilla experimental sin haberla probado antes. – Dijeron los tres, a unísono, mirándose sorprendidos.
– Oh venga, no me podéis dejar así. Hasta yo sé que puede volar. – Suplicó, esperanzado. – Si lleva escudos telequinéticos, no necesita de la carcasa exterior para que sea aerodinámico.
– Señor Glucciani, usted pagará, pero también hemos de mirar por su salud, al fin y al cabo. – Dijo Kurt, inflexible. – Hasta que no esté completamente recuperado, no pilotará éste o Folgore.
Klaus lo miró dolido. Sabía perfectamente que no podía, pero estaba tan contento como el día que la empresa aeronáutica le llamó para comunicarle que había terminado con la reproducción de su B-25. Tuvo que volver a la realidad y admitir que no estaba en su mejor momento, antes de disculparse por haber perdido un momento los papeles.
Hablaron durante horas, sobre sus capacidades, posible nuevo equipamiento, incluso armas de energía, que actualmente estaban desarrollando para el ejército estadounidense, aunque estaban en unas etapas muy primerizas de desarrollo. Hablaron hasta que se hizo de noche e incluso cuándo llegaron las pizzas, continuaron.

Friedrich midió con la mirada al hombre que tenía delante. Era enjuto, vestido de negro y no sonreía en absoluto. Le ponía nervioso.
– Entonces, ¿qué? – Dijo, inclinándose sobre la mesa en toda su alta estatura. – ¿A  por quién he de ir?
– Se trata de Folgore, un superhéroe suizo que apareció hará como medio año. – Tenía una voz suave y agradable, que apenas se escuchaba por encima del estruendo del pub. – Dado que hace unas semanas que no da señales de vida, queremos que salga a la luz. De paso, comprobaremos si nuestras teorías. Sabemos que opera en la zona de Lugano, aunque por fuerza mayor se desplaza a otros lugares.
– Muy bien, pues iré y lo macha…
– No. Irá a Frankfurt y comenzará a hacer lo suyo. – Hizo un ademán un tanto despectivo. – Ya sabe, destrozos y todo eso. Y de paso, buscará a dos personas, que son de carácter fundamental para nuestra organización.
– Ajá, y las mat…
– No. Se limitará a encontrarlas y a secuestrarlas. – No hizo ningún gesto al decirlo, como si fuera una estatua de cera. – Después declarará ante las cámaras, usted se ingeniará el cómo, que si no viene Folgore antes de dos horas, las asesinará en directo.
– ¿Dos horas? – A Friedrich aquello no le cuadraba nada en absoluto, dado que iba a hacerlo solo. – Media Alemania se me echará encima. Soy poderoso, pero hasta yo tengo en cuenta mi límite.
– De las fuerzas de seguridad nos encargaremos nosotros.
– ¡Y de los otros súper?
– Le aseguro que tendrán otros motivos para distraerse. Usted es nuestro mejor activo. – Añadió, siniestro. – No el único.
– Bien, y cuándo llegue el tal Folgore, si tiene redaños…
– Se limitará a humillarlo. No lo matará ni lo incapacitará ya que es muy necesario dentro de nuestros planes. – Volvió un momento la cabeza, para hacerle una señal al camarero. – Después de hacerlo se irá del lugar a dónde se esconda habitualmente. Y matará a sus dos rehenes.
– Muy bien, así lo haré. – Le miró, interrogante. – ¿Puedo saber qué han hecho esos desgraciados?
– Algo que tiene que ver con nuestras finanzas. No se preocupe. – Sacó una nota de papel y se la entregó. – Son éstos dos. ¿Podrá recordarlo? Hay que destruir la nota.
– Así que Kurtz Rot y señora, ¿eh? – Incineró el papel con el mechero que le pasaba su contratante. – Creo que éstos dos lo van a pasar mal.

miércoles, 25 de abril de 2012

Folgore XII.


¡Y aquí lo presentamos! Espero que os guste el nuevo "personaje", porque hace tiempo que estaba pensando en él.


Fueron dos semanas de intenso trabajo, mientras Klaus se recuperaba de sus lesiones. Había ido un par de veces a verlos, con ese andar rígido que le confería el arnés y la misma sonrisa de siempre. Habían quedado en no decirle nada de Blitz hasta que hubieran terminado un primer prototipo, para que no objetara nada hasta que ya diera igual. El objetivo era mantenerlo a salvo dentro de la armadura hasta que pudieran mejorar Folgore para que fuera más seguro. Kurt había comentado que el joven usaba de vez en cuándo el campo telequinético como medida defensiva adicional, ante la imposibilidad de esquivar un golpe. Lo hacía de forma casi instintiva, así que decidieron añadir dos generadores quinéticos que ejercerían de proyectores de escudos, para no tener la necesidad de un blindaje físico mayor, aunque no dejaron de usar una aleación de titanio y wolframio con otros metales para el recubrimiento externo, por si en algún momento los sistemas no funcionaran como debían. Sería menos ágil, pero con el equipamiento que le estaban añadiendo sería una pérdida menor, en comparación con las nuevas capacidades.

Klaus estaba muy aburrido. No había podido moverse con normalidad en ningún momento y había requerido el uso de un asistente, pese a que le gusta su solitaria tranquilidad e independencia. El teléfono sonó de pronto, impidiendo que se durmiera del todo en el sofá. Luchó con todas sus fuerzas para incorporarse y por fin llegó hasta el aparato, que descolgó con urgencia.
– ¿Diga? Ah, Kurt, sí, dígame. – Frunció el ceño. – ¿Hoy? Sí, sí claro, no tengo problema. Aunque no puedo conducir, así que llegaré un poco tarde. Ah, gracias, no hacía falta, pero gracias. Bueno, ahora nos veremos allí.
Colgó extrañado. Kurt no lo había llamado nunca a su casa y menos tan animado. Aunque Kurt era amable y educado, de suave voz a pesar de su espeluznante aspecto de malo de película, no es que fuera precisamente el alma de una fiesta, si alguna vez había pisado alguna. Mientras esperaba al chófer que debía venir a recogerlo, se quedó mirando cómo atardecía, con todos los  barquitos surcando el lago con calma. Era uno de esos paisajes que relajarían a cualquiera, pero él estaba algo preocupado. No era el Kurt de siempre.

El chófer le había ayudado a entrar en el coche, aunque eligieran un todo terreno. Había blasfemado un par de veces al chocar el arnés contra la carrocería y al ponerse el cinturón no había podido sin ayuda. Si hubiera ido atrás, habría tenido más espacio, pero prefería una conversación más cercana, que desde detrás no escuchaba bien. Cuándo llegaron a la central de Lugano salió un excitado Kurt a recibirlos. Le echó una mano al bajar e incluso pagó una generosa propina al chófer, que se fue encantado. Guió el científico al millonario hasta la sala insonorizada, antes de abrir uno de los pasillos que llevaba a las cámaras de pruebas de acceso restringido. Allí sólo cuatro personas podían entrar, pero tan sólo vio a Sandro, que le estrechó la mano jovial, en medio de la penumbra general.
– Verá señor, hemos conseguido una mejora. – Comenzó el regordete científico, ante la cara de sorpresa del joven. – Siento el misterio, pero nos gusta impresionarle. Y sabemos que le gusta que le impresionemos.
– Hemos conseguido mejorar la capacidad energética enormemente, señor, aunque… – Kurt se paró un momento antes de seguir, inseguro de pronto, consciente de que habían actuado sin permiso. – Eh… Bueno, aunque ha habido que replantear por completo el sistema.
– ¿Eh? ¿Qué…? – Comenzó Klaus, incapaz de reaccionar.
– Quiere decir señor, que hemos rediseñado el traje. – Sonó la voz de Johann, metalizada, en algún lugar de la oscuridad de la gran cámara de pruebas. – Es más grande, pero estoy más que seguro que no supondrá ningún problema, en cuánto lo vea terminado.
– ¿Más grande? – Comenzó el empresario, buscando la fuente de la voz, inútilmente. – Johann, alguien, me lo podrían decir sin más preámbulos?
– Oh, claro que sí. – Dijo, mientras un suave pitido indicaba que los sistemas de repulsión se habían conectado. – Enseguida me acerco, aunque no puedo salir entero de la sala.
– ¿Tan gr…?
Lo interrumpieron las luces, que lo deslumbraron y no le permitieron enfocar la enorme sombra que se acercaba flotando hacia él. Era humanoide, seguro, pero no veía nada.
– Creemos que puede alcanzar el Mach 2 sin demasiados problemas. – Dijo Kurt, emocionado. – Y su autonomía es mucho, muchísimo mayor, mientras no se sobrecarguen los sistemas.
– Y le aseguramos que no es fácil sobrecargarlos.  – Sandro continuó, sonriente como siempre. – Aprovechando que nos sobra muchísimo espacio, hemos aumentado su eficacia y rendimiento, además de que su resistencia al estrés por el uso es mucho mayor que con Folgore.
– ¿No es un Folgore? – Preguntó Klaus, abriendo mucho los ojos.
Debía de medir entre tres metros y medio y cuatro. Tenía un aspecto un tanto raro, con el esqueleto mecánico y los conductores eléctricos a la vista. Dentro de las barras de titanio había una cápsula de aspecto resistente, dónde acababa todo el circuito. Desde el sarcófago, Johann manejaba el aparato.
– No señor. – Dijo, con esa voz metálica espeluznante. – Ésta maravilla es Blitz.

Charles amigo... (2).


 Y aquí la segunda y última entrega del bueno de Charles. Recordad que ayer por la noche publiqué la onceava de Folgore, en la anterior entrada. Un saludo a todos, espero que os guste.




Se acercó a la entrada de la puerta con ánimo cauteloso. Lentamente, alargó la mano, para comprobar si estaba abierta. No había suerte. Alguien desde el otro lado dio un respingo cuándo el peso del ex-soldado hizo crujir una tabla del porche.
– ¡Muérete viejo cabrón! – Dijo la persona que estaba tras la puerta. – ¡No creas que nos asustas! ¡Somos una legión aquí dentro, gringo asqueroso!
Siguió gritando y lanzando imprecaciones. Cerca, por lo visto. Charles chocó los nudillos contra la puerta, como llamando.
– ¡Jajajaja! – Rió la voz, gozosa. – ¡Ahora el pinche cree que le voy a ab…!
Dejó de reír después de que el furibundo padre apoyara la Colt en la puerta, a una altura adecuada y disparara. Desde el otro lado, se escuchó la frase quebrada y el grito de espanto que lo siguió. Volvió a enfundar la pistola y sonrió, malévolo, mientras sacaba del bolsillo de su chaleco una barra oscura de la que sobresalían dos cables. Los conectó a un cebador manual, que llevaba un carrete doble.
La puerta voló sin encontrar resistencia por parte de las bisagras. Cayó dentro entre el estrépito de cristales rotos, gritos variados y el propio estruendo de la explosión. Entre el polvo y las astillas levantadas, apareció una gruesa forma, que se movía endiabladamente rápida. Sin pararse a analizar la escena, de izquierda a derecha soltó una ráfaga sin dejar de apretar el gatillo hasta que sus enemigos se habían escondido. O estaban muertos, con las entrañas desparramadas.
– Lo diré por primera y última vez. – Sentenció, iracundo. Estaba atento a todos los que continuaban quejándose. – Decidme dónde está, o traédmelo, u os mataré a todos.
Nadie respondió. Un par lo miraron incrédulos, otros no eran capaces de escucharle, como se veía por la sangre de sus oídos. Sólo el par que aún estaba en condiciones por disparar se dieron cuenta de sus palabras y vieron en su cara la veracidad de ellas. Y trataron de coger sus armas, inútilmente. La ráfaga los destrozó en el mismo sitio dónde se encontraban, convulsionando sus cuerpos. Los que pudieron huyeron torpemente, pero algunos cayeron por las nuevas ráfagas. Avanzó hasta uno de los heridos, al que ahora le corría una sombra oscura por el pantalón, incapaz de contenerse. Lo agarró por el cuello y le acercó el cañón de la pistola a la sien. Seguía atento al resto, por si las moscas.
– ¿Creo que no me he explicado bien, no? – Sonrió de nuevo, con una expresión espantosa. – Dime dónde está. O te juro por el altísimo que no respondo de mí mismo.
Aterrorizado, le comenzaron a temblar las piernas. No sabía nada más que balbucear. Con los ojos miró hacia las escaleras. El antiguo Ranger miró.
– Ah, claro. – Ejecutó al sicario. – Está arriba, qué típico.
Sin dejar de dar la cara hacia el interior, retrocedió con la ametralladora preparada, por si salía alguien más. Como efectivamente ocurrió. La m249 volvió a rugir en cuánto asomaron por la puerta superior, destrozando el marco y a los hombres que aparecieron tras ella.
– ¡Veo que seguís sin comprenderme! – Rugió de nuevo, subiendo con cautela las escaleras. – ¡No hay nada que podáis hacer! ¡Nada! ¡Excepto devolverme a mi hijo!
Se acercó a la puerta de acceso al pasillo superior. Asomó ligeramente un pañuelo y retiró la mano antes de que se la volaran. Sacó otra granada del bolsillo, cilíndrica. Le quitó la anilla y la hizo rebotar contra las paredes. Se cubrió tras la puerta y esperó la leve detonación y el suave siseo del humo saliendo. Corrió hasta la primera habitación, cubierto por la densa humareda. Estaba vacía, pero escuchaba voces en la siguiente, así que se le ocurrió una broma que les encantaría.
Al otro lado, atado en un sillón, estaba su hijo Erik. No podía gritar, ya que estaba fuertemente amordazado y tenía los ojos vendados, pero podía escuchar perfectamente el estrépito. Oyó que tocaban a la pared que tenía enfrente. Los sicarios y el narcotraficante se giraron hacia ella cuándo dejaron de tocar y ya la aporreaban. Un cuadro cayó y se hizo añicos contra el suelo.
Apenas los cristales dejaron de esparcirse por el suelo, dispararon a la pared sin control Aquí y allá, los matones y el narco vaciaban pistolas fusiles y subfusiles, con la esperanza de asesinar al intruso. Cuándo el silencio se hizo patente y nada más se escuchaba, sonrieron confiados.
Desde la puerta, les llegó un sonido escalofriante. El suave roce del cañón metálico contra la cincha de sujeción hizo que se les erizara el cabello de todo el cuerpo. Antes de que reaccionaran del todo, la ametralladora rugió, hambrienta. De izquierda a derecha, de nuevo, disparaba una y otra vez, en una interminable ráfaga que llenó la sala, desparramando sesos y tripas por ella. Excepto los del narco, que ahora temblaba en el suelo, con el arma a sus pies, incapaz de cogerla. Se acercó Charles, poniendo a su espalda el humeante m249 y sacando la pistola de nuevo.
– Y esto, es lo que pasa cuándo crees que estás por encima de la ley. – Le hablaba en voz baja, para que su hijo no lo escuchara. – Que llega un momento que cabreas al que de verdad está fuera de la ley. Porque… ¿quién me condenará? ¿Qué juez en su sano juicio, en el estado de Oklahoma se atrevería a condenar a un hombre que ha destruido a una importante banda traficante, para rescatar a su hijo secuestrado? No, nadie.
Le apoyó la pistola contra la sien, apretando con fuerza.
– Nunca pensáis a quién estáis jodiendo hasta que resulta que despertáis a Némesis. No te daré la oportunidad de rehacerte. No te daré la oportunidad de hacer más daño. Hoy, y quiero que me escuches bien, acaba tu vida. Serás el ejemplo para toda la escoria como tú. Mala suerte.
Lo último que pasó por su cabeza, fue una bala del calibre 45, que le abrió el cráneo cómo un melón maduro. Charles se levantó tras ejecutar al narcotraficante y se propuso desatar a su hijo. Las explicaciones vendrían luego, de momento sólo sentía la satisfacción de encontrarlo sano y salvo. Algo magullado, pero vivo y entero, al fin y al cabo.

martes, 24 de abril de 2012

Folgore XI.


 Ni imaginar podéis la sensación de triunfo que me embarga ahora mismo. Creo que lo de la votación y la promesa de la semana de actualizaciones diarias me ha venido bien. No me estoy sentando lo que me gustaría para escribir, pero cuándo lo hago, me sale casi sólo. Lo que viene dentro de unas cuantas entregas espero que sea uno de los momentos más espectaculares desde que comencé con Folgore.
Por cierto, dos cosas. La primera es mi disculpa por el tochazo "técnico" con éste trío calavera. Es una entrega de transición, para mostrar cosas y algo explicativa. Precisamente, porque quería hacer lo que leeréis en breve y porque de vez en cuándo hay que hacer algo así.
La otra cosa, es que tened en cuenta que no soy científico. Soy curioso hasta el extremo y me leo lo que sea por puro placer (física nuclear incluída), pero la aplicación que pueda dar, no se ha de tomar como algo realista. Así que no lo hagáis. Y no seáis muy críticos con ello, recordemos que es un mundo dónde la gente vuela, tiene superfuerza y además las esfinges se levantaron de las arenas del Sáhara para volver a trotar por sus dunas. Es ficción fantástica.

 (Mañana por la mañana, seguiremos con Charles, que hoy es muy tarde).




Estaban los tres científicos en la sala insonorizada del edificio de Industrial Glucciani, trabajando en las mejoras de Folgore. Estaban algo estresados, porque no había forma de lograr una fuente de energía estable y potente, lo suficientemente pequeña para colocar en el traje. Las conexiones de plata eran la única opción viable por el momento como conductor, así que se centraban en mejorar las baterías y aumentar el rendimiento de los sistemas.
– Podríamos volver a fabricar el traje de tela, pero añadiendo dos capas más. – Sandro, pasándose la mano por la calva, exponía una posible solución, aunque no lo tenía del todo claro. – Una capa formada por células fotorreceptoras, que tal vez podrían suplir parte del gasto de la batería. Y otra capa de kevlar transparente, para reforzarlo.
– Uhm, igual es demasiado restrictivo, contando con las protecciones que ya usa. – Terció Kurt, mirando sus papeles. – Podríamos hacer un poco más gruesa la última capa y retirar algunos de los refuerzos interiores, para aligerarlo y que no sea tan incómodo.
– Lo de las receptoras está bien. – Se metió Johann, el más joven de los tres, con las gafas deslizándosele hasta la punta de la nariz al echar un vistazo a los stocks que poseía la empresa. – Evidentemente, las baterías podrían recargarse durante el rato de Sol y dotarle de más autonomía.
Aunque Klaus quería más velocidad, también habría que pensar en la autonomía, que a pesar que para un uso estándar era adecuada, con una duración de batería de hora, y llevaba diez, que no le estorbaban. El problema del sistema es cuándo se le sometía a estrés, como acelerar por encima de la velocidad recomendada o combatir contra casi cualquiera. Los últimos acontecimientos les habían demostrado que el sistema en un combate prolongado no era tan buena solución. Sobre todo en el cambio de baterías, pues la interna sólo tenía energía suficiente para uno o dos minutos de rendimiento estándar o bajo. Con toda la potencia conectada, apenas dispondría de veinte segundos, en los cálculos más optimistas. Y en los más pesimistas podría desconectarse casi inmediatamente.
– Deberíamos mejorar el sistema de cambio. Propongo situar la bahía de conexión en el centro y que cambie automáticamente cuándo se acabe, en un cinturón estanco. – Dijo el científico, sin dejar que sus dos compañeros terminaran de pensar en lo de la recarga. – Igual podríamos ponerle baterías mayores, cubiertas por el propio traje.
– Sí, es buena idea. Las tres lo son. – Kurt apuntó su aguileña nariz en dirección al joven, que sonrió tímidamente. – Pero hay algo de lo que me gustaría hablaros.
Ambos científicos lo miraron expectantes. Sabían que Kurt había estado más pensativo de lo habitual los últimos días y eso significaba que les iba a proponer alguna cosa nueva.
– Sé que al señor Glucciani le gusta Folgore tal y cómo está, pero dadas sus experiencias, hemos comprobado que no tiene suficiente protección para los desafíos habituales. – Abrió su carpeta, con algunos bocetos sencillos, seguidos de hojas y más hojas con cálculos y anotaciones. Se los pasó a sus colegas. – Folgore es un ejemplo de miniaturización excelente. Cualquiera de sus componentes, medían metros antes de trabajar seriamente con ellos. Aquí os propongo integrar sus sistemas en un entorno protegido más grande, para aprovechar el espacio sobrante.
– Seguiremos necesitando una fuente de energía, además de que es más peso. – Terció Sandro, que no estaba del todo convencido, aunque sí que apoyaba la idea de un aparato más grande en el que trabajar. – Y el peso es lo que más nos estorba, aparte del tamaño.
– Ya había pensado en ello. Y se me ha ocurrido una forma de librarnos de las baterías, aunque no son un mal sistema de apoyo. – Aunque habría que encontrar la forma de encastrarla, podríamos intentar usar una cámara Catatumbo. Sería cómo si estuviéramos animando al monstruo de Frankenstein, pero con una fuente propia de rayos.
– Lo veo un poco complicado. Una cosa es un edificio que se dedique a la producción de energía de esa forma y otra es acoplárselo a un sistema personal. – Johann revisó todos los datos, admirado. Pero el punto del tamaño no lo acababa de ver. – No sé hasta que punto hacerlo más grande es una solución al problema.
– Creo que con el espacio que tenemos de sobra podríamos hacer una miniatura. –Sandro seguía algo escéptico, pero la idea le gustaba lo suficiente como para plantear posibles soluciones. – Teóricamente en un tamaño menor, no deja de funcionar, el problema es que esto es incluso demasiado pequeño… Pero bueno, también todo era demasiado grande para ser posible hasta y sin embargo aquí está.
– Bueno, dada la cantidad de dinero que se desvía a la investigación de Folgore, no pasaría nada si cogemos un poco para éste. – El joven había decidido al menos intentarlo. – Dado que todo depende de la energía, miniaturicemos todo lo posible una cámara de Catatumbo. Y después construimos alrededor.
– Me parece buena opción. – Sandro se levantó, señalando una de las anotaciones. – Me gusta el nombre de Blitz y además es adecuado.
– No lo había pensado como nombre, sino como concepto. – Kurt sonrió, halagado. – Pero sí, también creo que es adecuado. Blitz entonces.

Charles, amigo...

Disculpad, por no esperar a que desaparezca mi anterior entrada (en Subcultura, claro) como habitualmente, pero tenía ganas no sólo de escribir ésto, sino de publicarlo y compartirlo cuánto antes. Me acabo de desfogar y ésta va a ser la primera de dos partes, nada más. No quiero excederme demasiado, pues tengo la Semana de Folgore (cuya primera entrega ya podéis leer, una entrada más abajo, en éste mismo blog)iniciada. Pero me ha entrado la gusa y aquí lo presento como he anunciado hace nada por Feisbuk.





– ¿¡Dónde está!? – Gritaba tanto que le escocía la garganta con cada palabra. Las 1911 que llevaba en cada mano no le pesaban en absoluto. Tras él, se mecía suavemente la vieja m249 que había llevado hacía mucho ya. – ¿¡Dónde está mi hijo!?
Le miraban incrédulos. Nadie podía imaginarse aquello. Estaba más que pasado de peso, y su rostro, otora sonrosado por su feliz existencia con su mujer, estaba ahora rojo y contraído por la más absoluta de las iras. No era un hombre débil, pero en el vecindario tenía fama de pacífico, precisamente por su pasado como soldado. Nunca había querido que sus hijos se metieran al ejército y lo había conseguido. Pero ahora resultaba que a su hijo, su primer hijo, que lo colmó de felicidad, había sido secuestrado por un cártel. El chico ejercía de abogado y estaba liado con un caso relacionado con un gran señor de la droga colombiano. En cuánto se enteró de las circunstancias y le llegó la primera nota avisando de que no llamara a la policía y unas cuántas exigencias más, lo vio claro. Por supuesto que no avisaría a la policía, pero el hijo de su padre no negociaba con secuestradores. Había dejado a su mujer destrozada por el dolor en casa, decidido a resolver aquél asunto como sólo un Ranger lo haría.
Irónicamente, no necesitaba hablar con la policía. Allí todos se conocían y se hablaban de tú, además de que Carter había servido con él durante la guerra y eran muy amigos. No, no tenía que avisarle de nada. En cuánto se enterara de que había abierto la caja de caudales, nadie intervendría. Estarían sólo él y los cerdos.
Ahora se encontraba de pie, ante la puerta principal del jardín de aquella caserota, que a todos les había disgustado, pues rompía con el tono de la pequeña ciudad. Era hortera y excesiva para el suave estilo del lugar, pero al traficante poco le había importado aquello. No iban a hacer nada, pues no había nada que hacer, pero de sobra era sabido a qué se dedicaba. El problema es que no había forma de trincarlo. Sin embargo ya daba igual.
Uno de los vigilantes se le acercó, tratando de calmar los ánimos. Inmediatamente recibió un impacto el en pecho y cayó hacia atrás casi un metro. El resto no daban crédito, precisamente porque conocían la tranquila vida de aquél hombre afable y no se esperaban que entrara pertrechado cómo para tomar la Colina de la Hamburguesa él sólo. No, de Charles no se podía esperar algo así.
Antes de que pudieran disparar, ya se había metido entre los tupidos y extravagantes setos, que estaban rodeados por grueso mármol dorado. Después de respirar profundamente, se guardó las pistolas en las cartucheras y descolgó en medio del estrépito de disparos la ametralladora de su espalda. Llevaba muchísima munición, más que suficiente para aquellos pistoleros, así que se decidió a asustarles. Con el miedo se gana la mitad de la guerra, le habían dicho una vez. A ello iba
En cuánto escuchó los múltiples chasquidos, se levantó de entre los restos de plantas y colocó el bípode en el espantoso mármol. La cara de incredulidad que pusieron todos cuándo le vieron sonreír fue un analgésico para su sentido común. Los disparos brotaron del arma en ráfagas cortas y precisas, que no erraban objetivo entre los apresurados objetivos que tenía delante. Tras unos segundos, sus enemigos reanudaron el fuego sobre él, pero para entonces ya había matado a siete y sólo quedaban tres detrás de la fuente central, de un mal gusto supremo. Sacó la granada y le quitó la anilla antes de contar mentalmente y lanzársela sin sacar nada más que el brazo. Al volar sobre ellos, sin tocar el suelo estalló, convirtiéndo sus cuerpos en inertes montones de carne muerta.
Desde dentro no llegaban nuevos sonidos, pero avanzó con cuidado, de parapeto en parapeto, como si no hubieran pasado más de veinte años desde la última vez. No iba a arriesgarse, a pesar de la agitación, la ira y otros sentimientos que intentaba dominar. Pero nunca en los últimos años, nadie lo había hecho sulfurarse de esa forma, no hasta ese punto. De hecho, nunca había estado tan furioso jamás, ni durante la guerra. La guerra es un trámite, algo en lo que no se lo podía tomar tan mal. Nosotros disparamos, ellos disparan. El secuestro de su hijo era un ataque directo a él mismo y aquello era personal. Tan personal que no pararía, hasta acabar con el último de aquellos hijos de puta.

lunes, 23 de abril de 2012

Folgore X.


Ayer estuve mirando fechas y resulta que hace un maldito año que no actualizo Folgore. Disculpad la tardanza para los que os gusta el super más maltratado en su corto periodo en activo.  Así que después de un añazo y un intento de guión, Folgore vuelve, durante una semana de actualizaciones diarias.
¡Mañana más!





De nuevo en manos del médico. Esta vez había hecho más preguntas, porque las costillas rotas de antes, se habían vuelto a fracturar y además las  acompañaban otro par más, para sorpresa del profesional.
– ¿Sabe que no debería inyectarse morfina por su cuenta verdad? – Le echó un vistazo calmado a una de las quemaduras del brazo. – ¿Cómo demonios se las ingenia para causarse éstas lesiones?
– ¿Tiene secreto profesional y todo eso, verdad? – Preguntó Klaus, escocido. – Vamos, nada de lo que le diga saldrá de aquí ni se lo irá contando a nadie. ¿Verdad?
– Sí, sí claro. Naturalmente. – El doctor estaba sorprendido, mucho. – ¿Qué le ha ocurrido para ponerse de ésa forma?
– Bueno… Me he corrido una buena juerga y en un despiste he salido a esquiar y me he caído…
– Pero las quemaduras… – Lo interrumpió el médico.
– No, ahora voy a eso. Salí a esquiar y me caí, pero iba desnudo. Y bueno…
– Joven, no trate de engañarme, ésas quemaduras no se las ha hecho la nie…
– Déjeme terminar, por favor. – Lo interrumpió a su vez el millonario joven, algo irritado. – Resulta que después, cómo por lo visto tenía frío, me he tumbado contra una estufa, de ésas altas que hay para una sala grande. Ya sabe.
– Pero no es posible que una estufa…
– Oh, vaya que sí. Con la caldera a tope y el dial a la máxima temperatura aquello quema cómo el maldito diablo.
– Esto que me cuenta es más plausible. – Recogió sus trastos, antes de salir de la sala. – Bien, me tengo que ir. Si me necesita de nuevo, ya sabe cuál es mi número. Repose o habrá que abrir para reparar adecuadamente. Y en ése caso, necesitará un maldito hospital.
– Tranquilo, seguiré sus consejos al pie de la letra doctor Hauptmann. Ser bueno y tranquilito es algo que me apetece mucho ahora mismo.  – Sonrió el joven, con el torso rígido por un corsé ortopédico, que le molestaba enormemente. – Creo que simplemente me sentaré a ver la tele.
Estuvo pensativo un buen rato. Pensaba sobre la bestia aquella, que evidentemente había tratado de matarlo a él y que no le importaba morir para conseguirlo. Eso no sugería nada bueno, pues era la segunda similar que se encontraba desde que se había puesto en activo hacía ya seis meses. Y durante al menos dos semanas no iba a poder ponerse el traje sin ayuda, mucho menos combatir el crimen o investigar aquello. Al menos, descansaría de todo aquello, aunque el vuelo le relajaba mucho, siempre podría dedicarse a otros menesteres.

– Sí señor, claro. – Kurt respondía sorprendido a su jefe, que no solía llamar fuera de horario laboral, para no molestarles nada más que durante el trabajo. – Espero que se recupere rápidamente. Lleve cuidado, aunque es potente, no creo que lo convierta en alguien invulnerable. Sí, seguiremos con la mejora de prestaciones, déjelo en nuestras manos. Adiós, buenas tardes.
El científico colgó el inalámbrico con cara de preocupación. No había sido nunca muy leal con sus jefes, pero ninguno le había pagado cómo le pagaban ahora. Y desde luego no habían incluido en el contrato aquella magnífica casa cerca del lago de Lugano. No, ninguno le había proporcionado aquella tranquilidad monetaria, ni lo había tratado con aquél respeto, entre el de jefe comprensivo y joven impresionable.
Se sentó en el sillón. A su derecha, un viejo manual de tácticas alemanas durante la Segunda Guerra Mundial. Lo abrió por la página marcada, en la que se detallaba la conocidísima Blitzkrieg. Había subrayado la palabra “Blitz” y en el papel estaba elaborado un boceto de algo grande y humanoide. En un lateral, una oración rezaba: “Muévete como el rayo y golpea como un trueno”.

domingo, 22 de abril de 2012

Un arma es una cosa peligrosa... (Segundo Intermedio).

La encuesta acaba en una hora, con el más que seguro empate entre Icusagora Riel y Folgore. Así que supongo que tiraré un dado para decidir cuál va primero, porque se van a alternar. El Domingo postearé dos veces y Santas Pascuas.
Va a ser duro, va a ser jodido. Me van a sangrar los ojos y los oídos. Menos mal que no siento la yema de los dedos, y mi sangre no es tal, sino CocaCola, porque lo voy a sacar sí o sí. Mañana a éstas horas (más o menos), vendrá la primera de una serie de actualizaciones diarias, alternando entre las dos historias. Y no de las más cortitas, espero.

He puesto éste nombre por una razón muy sencillita. He encontrado un vídeo de un fusil de asalto siendo montado y disparado contra una serie de ladrillos de arcilla y de cemento. Es un poco lento al principio, pero hacia la mitad se anima. Ahí podéis ver un calibre de 7'62 ruso en acción. El arma es de fabrica checa, en materiales y construcción actuales. Después de ver el ladrillo, comprenderéis mejor lo que comentaba sobre el efecto de una bala de dicho calibre. 

Último día de encuesta. ¡No pares! ¡No mires atras! ¡Sigue corriendo! 2 (3 de 3).

La encuesta está justo a la derecha y tan sólo queda un día para decidir qué relato será continuado a razón de una entrega diaria.
En principio, después de ésto viene una serie que he llamado "Canción del Mercenario", en la que se relatan la aventuras del personaje antes de lo acontecido en "Memorias", pero contado por el propio Vílem, desde un futuro medio, mucho después de lo de "Memorias" pero bastante antes de la escenita de insurrección o la de la "Última Batalla" que podéis leer aquí.


- ¿Qué harás? - Preguntó Jeriaebrek, sin tener del todo claro si su alumno había pensado en una posible profesión. - Porque allá afuera hay muchas formas de cagarla.
- Tampoco hace falta que me animes tanto. - Sonrió socarrón el joven, viendo las pocas ganas que tenía su maestro de que se marchara tan pronto. - Me voy con Ilvael, estaré bien.
- No sé que me preocupa más, que te vayas tú sólo. - Suspiró perceptiblemente. - O que te vayas con el bueno de Ilva. Por la fuerza, en menos de dos meses ya habrás pillado gonorrea o sífilis, considerando los putiferios que frecuenta.
- Nah, ya me ha dicho que no vamos a ir a ninguno de ésos sitios. Me ha comentado que dado que tengo tanto interés en las armas, me llevará a ver un amigo suyo.
- Ah, un mercenario, me quedo más tranquilo. - Dijo, mientras Vílem cogía las dos bolsas de viaje y se iba hacia el salón. Lo siguio. - ¿No podría buscar algo menos violento?
- Venga Jeria, convendrás conmigo que el chaval no es de los típicos mocosos que se ven habitualmente. - El fornido twilek anaranjado sonreía, con los lekku moviéndose sutilmente. - Éste es de una pasta especial.
- Ya y me gustaría seguir viéndolo respirar.
- Mira, ya hemos hablado y sabes que...
- Déjalo, no quiero otra discusión. - Se giró hacia el pasillo. - ¡Niños, Vílem se marcha, venid a despedirlo!
Trotaron los otros padawan salvados de la masacre hacía ya cuatro largos años. Habían crecido, al igual que Vílem, aunque tenían menos edad que él. También había otros, recogidos por Ilvael, guiado por Jeriaebrek para salvarlos. Éstos últimos eran incluso menores y alguno venía de la mano de otros.
- Vílem, aunque no tienes apellido, tu nombre como tal aparecía en los registros del templo. - Sopesó lo que le iba a decir a un chiquillo de apenas quince años. - Deberías elegir otro nombre y acostumbrarte a él, si vas a morar fuera de aquí. El tuyo, el verdadero, no se puede nombrar más allá de éstos muros. Y por cierto, dame el sable láser.
Tendió la mano. Vílem no se acordaba de que lo llevaba al cinto, una antigua costumbre de cuándo salía a entretenerse por Yavin IV. Lo desenganchó y lo miró durante un minuto largo. Era el que le había cogido al jedi muerto en el templo, el primer cadáver que viera aquél día y en su vida. Paró sobre la inscripción de la empuñadura, compuesta por una sóla palabra. Se lo dio con suavidad.
- Reissig. Ése será mi nombre a partir de ahora. - Señaló con la cabeza el sable. - No sé de dónde viene la palabra, ni siquiera si es un nombre. Pero éste sable pertenecía a alguien que sin quererlo me salvó la vida al perder la suya. Honraré su memoria.
- Genial chico, cambias tu nombre por el de otro que podría estar registrado. - Ironizó Ilvael. - Te aplaudo.
El joven se quedó con cara de idiota. No se le había ocurrido y tenía toda la lógica del Universo. Se sintió un tanto estúpido.
- Sin embargo chaval... - Terció de nuevo el antiguo contrabandista y artesano ante la implacable mirada del maestro. - También es cierto que has dicho que murió, así que es posible que lo tacharan. Además, seguramente la edad no cuadre...
- Bien, Ilvael, intenta dejarlo. - Miró al joven, que seguía poniendo la misma cara de pasmo. - Reissig entonces, ve con cuidado y por favor, procura volver a vernos. De una pieza, a ser posible.
- Bueno, casi mejor nos marchamos. - Se acercó y le dió un beso en la frente a su hija, que se iba a quedar allí mientras él viajaba con Vílem. - Adiós nena, pórtate bien. Juega con todos y no hagas de las tuyas.
- Tranquilo Ilva, ya sabes que se lo pasará bien.

Todos lo despidieron, en especial aquellos seis a los que el propio Vílem había defendido personalmente. Cuándo hubieron salido en dirección a la moto swoop y a la gris mañana, Ilvael se paró junto al vehículo y sacó una bolsa.
- Te he traído algo colega. A Nomi le caes bien y te agradezco las veces que has cuidado de ella cuándo tu maestro y yo salíamos a buscar. - Sacó de la bolsa aquél blaster grande y pesado, de revólver, unos modelos que ya casi no se veían. - Se trata de un viejo Máverick Mk III. Lo recogí de un basurero y lo he puesto en marcha de nuevo. Las células de energía son genéricas y van seis por tambor. Cada una permite seis disparos de alta potencia, así que después de treinta y seis tiros habrás de cambiar de cargador.
El joven la miró admirado. Estaba recién pintada en negro mate, con las letras del modelo en blanco hueso. Pesaba, pero no le molestaba.
- Te he fabricado una pernera y bastantes tambores para que no te falte en caso de necesidad. Y de paso te puedes quitar el trasto ése de la cintura. - Chasqueó la lengua y los lekku bailaron rítmicos. - Jeriaebrek no tienen nignún sentido a la hora de elegir arma, maldita sea.
Se ciñó la cartuchera y puso el blaster en ella. Sintió el peso del arma y tuvo una sensación de déjà vu al cerrar la presilla de velcro suave. De pronto supo que iba a combatir durante mucho tiempo con aquél arma pendiendo de su pierna.

sábado, 21 de abril de 2012

¡No pares! ¡No mires atras! ¡Sigue corriendo! 2 (2 de 3).

La encuesta sigue en la portada del blog, a la derecha.  De momento gana Icusagora Riel, por un voto.
Os quería decir, que igual os parece un poco ególatra que mi apodo, seudónimo o como prefiráis sea el mismo que el nombre del personaje. Como ya he comentado alguna vez, es un fanfic de Star Wars y el protagonista es el personaje que me hice en el Star Wars Galaxies, que evidentemente es el mismo. En fin, continuemos con la segunda parte:


El estruendo de la lluvia era mucho más ensordecedor ahora, inlcuso excesivo a pesar de las habituales densas precipitaciones del planeta. Tenía incluso un silbido de fondo un tanto desagradable que le molestaba en los oídos. Todo ésto le hizo pensar si no había cometido un error al saltar, confiando tan ciegamente en su maestro y en la Fuerza. Al fin y al cabo, la Fuerza hace cosas que no mucha gente puede, pero aquello es excesivo.
Un punto de pánico, en apenas dos segundos de viaje sobre el vacío, antes de que la gravedad lo atrajera con un suave tirón. Sin embargo, notó un tirón en el brazo, y un amuento significativo del estruendo de la espesa lluvia. Abrió los ojos, asustado por los acontecimientos.
Jeriaebrek, su maestro, lo sujetaba de la muñeca con facilidad, con la moto ladeada, tratando de controlarla en plena tromba de agua. Sonreía, satisfecho de su alumno, pues le había echado bastantes huevos al asunto, a pesar de la absoluta tontería. Con un gruñido le ayudó a encaramarse y se dirigió para aterrizar al otro lado, momento en el que tomó conciencia de lo empapado que estaba. Lo había seguido con cierta preocupación y no había notado que el agua lo había calado completamente, a pesar del grueso impermeable, que solían llevar los colonos desde hacía mucho tiempo. Vilem boqueaba todavía conmocionado por el susto al saltar y se agarraba a la cintura de su maestro con fuerza mientras la moto se desplazaba con calma.
Chapoteó el alumno en el barro al bajar de un salto, todavía con cara de susto. Se dobló sobre el vientre y vomitó lo que había desayunado unas horas antes, mientras las lágrimas por el esfuerzo le corrían por la cara empapada, mezclándose con la lluvia que caía implacable.
- ¿Maestro? - Dijo, al fin, cuándo dejó de dar arcadas. - ¿No se suponía que tenía que confiar en la Fuerza y todo eso?
- Por supuesto, pero la Fuerza, aunque nos envuelva y nazca de nosotros, sigue siendo un elemento pasivo. - Sonrió, mientras sacaba una manta impermeable y se la daba. - Igualmente, me ha costado seguirte sin que te dieras cuenta y con ésta lluvia cuesta un poco maniobrar, así que en parte sí podría decirse que es cosa suya.
- ¿Entonces...? - Comenzó a preguntar, con esperanza, mientras se envolvía en el calido abrazo de la manta. - ¿He completado la instrucción?
- ¿Completar? Nunca se completa, pues siempre hay cosas que aprender. - Jeriaebrek le indicó que se montara para volver a casa. - Volvamos, que vas a coger una maldita pulmonía. ¿Te ha molestado el brazo?
- No, no duele. Tengo una sensación extraña, por la humedad, pero no duele excesivamente. - Se sentó tras su maestro, cuidando del brazo curado, cómo si temiera romperlo de nuevo. - Si no he completado la instrucción, ¿no podré salir?
- Hijo, estás en tus últimos momentos bajo mi tutela directa. - Suspiró, mientras conectaba los repulsores, que silbaron de forma característica. - Expresaste tu deseo de partir a conocer la galaxia y ha ganarte la vida como bien supieras, y te lo has ganado. Mañana, si todo sale bien, partirás con Ilvael y él te enseñará lo que necesites para sobrevivir allí fuera.

viernes, 20 de abril de 2012

Encuesta y relato. ¡No pares! ¡No mires atras! ¡Sigue corriendo! 2 (1 de 3)..

Zorpreza. La verdad es que pretendía escribir sobre la última escabechina de Warhammer en la que me metí. En ella, mis intrépidos Buzkadorez se pegaron contra una fuerza combinada de Tau y Tiránidos (¿¿??). Por su parte, mis xikoz decidieron aliarse con unos Eldar que pasaban por allá (¿¿??). Al final, no quedó clara la cosa, pero quedó patente que mis tropas son más peligrosas para ellas mismas que para sus enemigos. Y que los Tau son tan malos en lo suyo como los Orkoz, pero sin risas. Pero ya si acaso otro día, hoy vengo con una secuela de un relato fanfic de Star Wars y una encuesta.
La encuesta, dado que no puedo ponerla en Subcultura directamente, la pongo en mi blog, en la portada. Quiero saber qué relato de La Senda del Aventurero os gustaría que tuviera una semana entera de actualizaciones diaria. Ayer decidí que si las ganas de escribir no salían, las sacaría incluso con sacacorchos, así que elegid, que yo escribo. La encuesta está al entrar en la barra de la derecha y dice que quedan 6 días. Ignoradlo, queda hasta el domingo a las 12. Que ha de darme tiempo a escribir lo que elijáis. Sí que pido que aquellos que me leen, pero que no comentan habitualmente, que me hagan el favor de clickar una opción, para tenerlo claro.
Respecto a lo de las armas, que ahora le toca a la opción elegida por Darius. El Winchester y la conquista del Oeste americano, vendrá en breve, medio improvisada y con algunos datos sacados de aquí y allá. Si hubo un lugar y una época especialmente violenta, ésa es sobre la que tratará la siguiente entrega.
Bueno, dejo de marearos para poneros el relato, disculpad el tochaco (qué aficionado soy a dar disculpas y meter tochacos):



Era menos joven que la última vez que había corrido en solitario, allá en la cuarta luna de Yavin. Ahora parecía algo más musculoso y la camiseta sin mangas permitía ver que las cicatrices de su encuentro con los simios devoradores eran algo recientes, aunque habían curado bien. Llovía a espuertas, embarrando su carrera por la pradera de Dantooine, cerca del desfiladero de Cronchet, nombrada así por el desgraciado que tuvo la mala suerte de caer allí hacía un par de siglos. Su maestro le había dicho que corriera a su antojo por aquellas tierras de contínuas lluvias, a dónde lo llevara la Fuerza, pero que en algún momento, debía acercarse a las ruinas del antiguo puente que cruzaba Cronchet y saltar desde su borde. Para llegar al otro lado debía confiar en su conexión con la Fuerza y no pensar, así que casi desde que había salido a la lluviosa mañana, se movía por instinto.
Estaba completamente embarrado cuándo sintió la señal. No es que fuera precisamente sutil, ya que en el camino que llevaba habían algunos indígenas del lugar, poco desarrollados culturalmente, violentos con los colonos que tenían la desgracia de cruzarse en su camino. Así pues, torció a la derecha, saltando entre algunos peñascos, que habían sido trozos del puente cercano, o tal vez de algún edificio de los que poblaban el lugar en tiempos más antiguos. La piedra era resbaladiza, pero pudo aguantar el equilibro, merced de su entrenamiento, que ya duraba cuatro años completos, desde que abandonaran Coruscant.
El terreno se elevaba ligeramente mientras se acercaba al destrozado puente, del que no quedaba nada más que un muñón en cada extremo. Sintió cómo la hierba se aplastaba a sus pies, cómo dejaba de ser el terreno predominante, para dejar paso a una mezcla de acero y piedra, que le hicieron resbalar levemente, pero que sin perder el equilibrio, supo controlar. Corría ya, hacia el borde del saliente, consciente de que ninguna persona, ni siquiera una que ya había tenido que escalar entre andamios con apenas once años, podría saltar. Y sin embargo, cerró los ojos con suavidad, aceleró con el pelo empapado y desbocado y mientras extendía los brazos ligeramente por el impulso, saltó al vacío del desfiladero.

domingo, 15 de abril de 2012

Un arma es una cosa peligrosa... (4).

Bueno, parece que hoy toca hablar del Fokker Dr.I, que salió elegido de la mano de Ensis.

Como arma de combate, hay que reconocer que era un buen aparato. No fue el más importante, claro (casi nunca los más conocidos son los más importantes), pero era un gran aparato, especialmente porque sus pilotos eran de los mejores del mundo. Se desarrolló pensando directamente en un Sopwith Triplane, que disponía de la misma configuración alar. Realmente los alemanes no tuvieron una visión divina para crear éste aparato, sino que apresaron un modelo inglés, acabó en manos de Fokker (neerlandés) que diseñó el famoso trasto basándose en el modelo británico, que tenía bastante éxito en su propio bando (e incluso en el alemán, pues un mando cabezacuadrada llegó a decir públicamente que era un buen caza).
Éste avión cayó como un pequeño jarro de agua fría sobre los aliados, que se toparon realizando misiones de profundidad con unos cazas estupendos, pilotados por muy buenos pilotos y que podían apuntar sus ametralladoras de 7'92mm directamente a través del giro de la hélice, lo que da, aunque no lo creáis, una gran ventaja a ésas velocidades. Además de ser ligeramente más rápido que otros modelos, era bastante maniobrable. que en manos alemanas lo convertían en un gran arma.
Aunque mucho ha llovido, no habrá caza tan característico en una guerra, como el Fokker Dr.I, a pesar de no ser el primero de su clase, ni el más usado en su época.

El Barón Rojo, su más conocido piloto, no sólo pintó de ése color éste avión, pero es precisamente el que ha llegado como tal al colectivo. De hecho, ni siquiera todos iban pintados de rojo, o totalmente rojo (en el Fokker en el que fue derribado y muerto, iba pintado en rojo y azul cielo).



Poco más saco ahora mismo del Fokker, la verdad. Se me va un pelo de lo que suelo tratar habitualmente, pero espero que sea del gusto. Seguimos con el mismo sistema. Proponéis y yo me las apaño.

viernes, 13 de abril de 2012

Un arma es una cosa peligrosa... (intermedio).

Me he pasado un par de días recopilando algo de información para otras cosillas, así que hoy en principio, soy todo vuestro. Pero como estoy un poco espeso, os invito a decirme cada uno un arma, o grupo de armas, o vehículos armados, o bueno, ya me entendéis, algo de combate más o menos moderno. Lo que se repita más veces gana. Y si no se repite, por dado y au bacalau.
Por cierto, que no lo he comentado, ésta serie de posts han comenzado porque me puse a buscar cosas sobre una de las armas con las que está armado uno de los personajes del webcómic cuyo guión está en proceso (qué largo proceso, soy asín de lento). Y buscando buscando, me picó el gusanillo de explicar un poco, para tenerlo más claro yo. En parte también es por desmentir algunas tontadas que se ven en el cine, como cargadores infinitos, nulo retroceso y efectos demasiado fuertes (o demasiado flojos).
En fin, proponed y con ello me pondré.

martes, 10 de abril de 2012

Qué deleznable

por mi parte que hoy no haya entrega sobre armamento. Acabo de volver a casa y sólo quiero matar de lo cansado que estoy, Ni maniobras marineras, ni piruetas aeroespaciales, ni complicadas estrategias. Sólo y únicamente, matar por el puro placer de hacerlo.


Y ooh, sí, voy a incendiar la maldita selva.

Un arma es una cosa peligrosa... (3).

Hoy iba a poner algunas imágenes, para ilustrar la charcutería de la que es capaz un arma de calibre cincuenta. Sólo he encontrado una imagen y es la provocada por un rifle Barret del .50. Es una cabeza esparramada, completamente pulverizada. No la pongo porque aunque es la herida típica provocada por un arma de éste calibre (aunque su versión como arma de francotirador o antimaterial, dispone de una munición especial, claro), buscaba a la víctima de una ametralladora.
Agujeros como puños es lo que abre una ametralladora m-2 del ejército estadounidense. Imaginad al personaje al que hemos maltratado desde el principio, el tiroteado. Dejemos una sóla ametralladora. Al primer impacto, un trozo grande de su barriga sale volando hacia atrás, junto con parte de su columna. Antes de caer al suelo, otro impacto en el hombro deja al aire la clavícula, pues ya no hay brazo ni articulación alguna. Impulsado hacia atrás, otra bala entra de nuevo por su abdomen, se fragmenta y en trocitos sigue su camino hacia arriba. Así durante pongamos, tres segundos. Seis segundos de impactos y no hay cuerpo, sino pulpa.
Bueno, he dejado claro que éstos trastos son poderosos. Pero son poco práctico como ametralladoras de sección. Literalmente, son demasiado grandes, pesados y con un retroceso tal que no permite su uso ni tumbado. Sólo montado en un trípode fijo, en un vehículo o desde un avión. Las armas de francotirador de éste calibre (se entiende el 50 largo, no el de pistola) son las únicas armas que permiten  transporte y uso por parte de una sóla persona (la Browning M2, es demasiado larga y pesada, además de que para disparar cualquier cosa de dicho calibre, se necesita una posición fija y estar bien afianzado). Los alemanes, disponían de la MG-131 de 13mm que era básicamente una contrapartida a la ametralladora del .50 (cuyo diámetro de boca, es media pulgada o 12'70 mm), pero no hablaremos de ella, ya que la americana tiene un uso más extendido.
Alejémonos ahora del personaje convertido en pulpa y volvamos la vista a los cielos. Comentaba en la anterior entrega, que los ingleses en la Segunda Guerra Mundial tenían ciertas dificultades para derribar bombarderos con sus ametralladoras del .303. Los americanos, desde casi el inicio de la guerra montaron en prácticamente todos sus aparatos las ametralladoras Browning del .50. Al principio cuatro, que eran la mitad o un tercio de la cantidad de bocas que llevaba un Hurricane (depende del modelo). Pero con una pegada muy superior y mayor cantidad de disparos por arma. Sin embargo, la más usada era la de seis ametralladoras. Con ésa configuración, no había caza, bombardero, vehículo blindado ligero o medio, edificación cualquiera, que pudiera resistirles. Podían ser más maniobreros, llevar cañones más gordos. Pero todo era inútil (y el el P-47 Thunderbolt, los muy animales metieron 8 ametralladoras... y les sobraba sitio para un extra de munición, bombas, cohetes o lo que quisieran). Hubo una variante de B-25 (bombardero medio) que cazaba pequeños buques (buques, eh, no lanchas, sino buques) japoneses con un armamento frontal de 12 ametralladoras del calibre 50. Así que imaginad por ejemplo el efecto de un Hellcat norteamericano, armado con seis ametralladoras, disparando a un pobremente blindado bombardero japonés que se debate cómo puede. Aunque el avión no sea derribado (cosa que pasaba a veces), la tripulación, si queda con vida estará gravemente herida después de una pasada. Dos o tres segundos, y tenemos puré si no contamos los daños al aparato (que podía partirse, explotar o cosas así). Incluso un Curtiss P-40 tiene muchas posibilidades frente a un Raisen (el Zero) japonés, a pesar de ser inferior en muchos aspectos, pero se ven en cierta medida compensados por su dureza y su armamento. Si lo enfrentamos contra cazas alemanes, seguiría estando en inferioridad, pero una ráfaga bien puede partir un Bf-109E alemán con poca suerte.
Las ametralladoras del calibre 50 no eran lo más pesado que un podía cargar (he visto modelos especializados con cañones antitanque del 75mm), pero sí tenían una serie de características que las ponían por encima de otras. Principalmente la pegada, la fiabilidad y la posibilidad de llevar mucha munición. Un Foke Wulf 190 (un gran caza) en su variante A-8, podía llevar una panoplia de armas en principio superior con relativamente poco menoscabo de sus capacidades maniobreras. Por ejemplo, si contamos su armamento habitual como dos ametralladoras de 13mm y cuatro cañones de 20mm vemos una configuración más potente, aunque con menos munición por cañón. Los dos cañones más externos se podían sustituir por montajes dobles de 20 (vamos dos ametralladoras, con las que se hacián las pruebas de tiro y seis cañones de 20mm, con los que se exterminaba), o bien por un par de cañones de 30mm de tiro rápido, que se consumían en cero coma, pero tenían un poder destructivo enorme (especialmente por su munición explosiva), dedicados a la caza de bombarderos o el ataque a objetivos blindados a baja cota.

Creo que me he pasado de hablar ya de calibres grandes. Vamos a las armas gatling de varios cañones.
Bien, la premisa parece molona. Un arma así, dispara una cantidad de balas anormalmente alta para su calibre, con lo cual su poder se verá aumentado enormemente. Esto es cierto. A partir de cierta época, con la entrada de los misiles se dejaron de montar enormes cantidades de armas fijas en los aviones, dejando un cañón vulcan de 20 mm (lo más habitual). Los helicópteros en muchas ocasiones han abandonado sus armas monocañón por minigun del mismo calibre (el helicóptero Black Hawk, lleva un cacharro a cada lado). Pero para su uso en vehículos tienen unos cuantos problemillas, que no se nota tanto en éstas configuraciones. El alcance, es menor y la dispersión es más alta, así que son menos precisas. Además, una altísima cadencia de disparo, además de permitirte arrasar un punto, desmenuzar una pared y lo que haya detrás, hace que se gaste muchísima munición en muy poco tiempo.
Luego está el retroceso, que en vehículo no parece importar tanto, hasta que importa. En un coche con una de 7'92 igual no se nota (entended coche por todoterreno Humbee, ya sabéis, ésa cosa blindada con ruedas), pero cuándo metes un cañón así, de 30 milímetros y una cadencia de casi 4000 disparos por minuto, en un avión cuya velocidad no suele superar a la del sonido, la cosa cambia. Un GAU-8 Avenger, es un arma antitanque montada en un A-10 Thunderbolt, aunque como dice mi hermano, es un cañón gatling con alas. Ésta maravilla, reduce tan brutalmente la velocidad del aparato cuándo se dispara, que algunos pilotos comenzaron a disparar a 800 k/h y dejaron de hacerlo cuándo el indicador les decía 400 k/h (he de contrastar ésta información, que leí precisamente en una publicación de divulgación científica de la que por desgracia no retengo el nombre).
Ahora recordad Predator, la primera. La de Chuarche. El ametrallador del grupo se asusta de la selva y la acribilla con su minigún portátil. Efectivamente, con tan poca distancia y descargando tantísima munición, la selva está jodida. Sólo está el pequeño inconveniente de que pesa una animalada. No sólo el arma, sino la munición. Hablamos de dos o tres, o cuatro miles de disparos por minuto.  ¿Cuántas balas de 7'92 puede llevar una persona encima sin que su espalda se rompa? Tal vez tenga medio minuto. Tal vez uno entero, si no lleva nada más. Posiblemente menos (un ametrallador de m60 que use cajones, podía llevar tres o cuatro, lo que hacen trescientas o cuatrocientas balas. Y os aseguro que pesan un huevo). La imagen del aguerrido operador de minigún con un par de cintas cruzándole el pecho se diluye; puesto que cada cinta llevará menos de tres segundos de ráfaga (tres segundos de ametralladora monotiro es una ráfaga muuuy larga), suponemos que las lleva para aparentar.
Sin contar eso, nos encontramos con el retroceso. Un rifle de cerrojo del .303, o uno de 7'92mm, muy similares, acababan provocando un hematoma en el hombro. Podían llegar a dislocar o romper hueso si no se andaba atento y muchos fusileros coincidían en terribles flemas provocadas por el retroceso. Con armas que disparan una vez por segundo (de media) y que se apoyan en el hombro. Nuestro aguerrido minigunero, dispara durante varios segundos un arma de calibre similar. Supondremos que suelta así por lo pronto 50 balas por segundo (aunque hay modelos que llegan a las 100 por segundo). Se tira 44 segundazos pegando tiros con la cacharra después de recogerla de su compañero muerto y pegar tiros con la propia. 2200 disparos. Uno detrás de otro, agarrando como si fuera una escopeta sin culata, así que la fuerza la aguantaban sus dos poderosos brazos. Y luego diréis que Chuck Norris es duro. Nope, éste animal lo es aún más, porque ni se cae de espaldas, ni se rompe o disloca nada, es que ni se mueve del sitio siquiera. Lo raro es que el predator tenga algo que hacer contra él.
Una MG-42, a la que llamaban los órganos de Hitler, por el sonido, era un arma que disparaba con una rapidez tal, que tan sólo el más ario entre los arios era capaz de dispararla desde la cintura (usando la cincha para sujetarla, ya que no podía agarrarla del sistema de refrigeración) y en ráfagas cortitas, pues corría peligro de irse de espaldas, pues su cadencia de unas 1600 balas por minuto eran algo impensable en la época (los soldados enemigos llegaban a sufrir casos de miedo agudo a ésta ametralladora). Imagináos ahora la brutalidad que es disparar un calibre similar durante 44 segundos. No, las armas gatling probablemente no saldrán de sus vehículos o posiciones fijas, precisamente porque no hay calibre lo suficientemente pequeño. La única Gatling funcional que no lanza de espaldas son los modelos para airsoft, que disparan bolas de 6mm y no tienen el retroceso (aunque sí bastante peso). Aún así, por su posición siguen sin ser prácticas.

Para la siguiente entrega, veremos algunos armamentos que se salgan de la tónica habitual o que dentro de lo suyo, sean especialmente poderosos.

lunes, 9 de abril de 2012

Un arma es una cosa peligrosa... (2).

Y seguimos con otra entrega del armamento y sus locuras, que el recibimiento ha sido bueno, muy bueno. Y eso que siempre me parece que cuándo me pongo a contar algo así, me convierto en un ser aburrido y un tanto belicista.

Dado que no me cabía todo en una sóla entrega, continuamos dónde lo dejamos; con el personaje tiroteado. Hemos visto qué ocurriría con varios calibres, incluyendo fusiles, ametralladoras ligeras, subfusiles y pistolas. Vamos con dos más para dejar tranquilito al pobre desgraciao.
Los revólveres, son al igual que las pistolas, armas cortas, de portar con una sóla mano, o dos, dependiendo el momento. Generalmente cargan tambores de 6 balas, así que habitualmente, no disponen de tanta munición como las semiautomáticas (aunque la 1911a1, semiautomática tipiquísima yanki, carga tan sólo 7, pero claro, del 45). La guasa está en que un revólver, dentro de su calibre, tiene una potencia de parada mayor que un equivalente en semi. Por la bala, que es en general, más pesada y con un casquillo mayor (he tenido una del .357 Magnum en la mano y joder, ni punto de comparación. Además, ésa cabrona era de punta plana). Lo que se consigue así, es que un oficial británico, por ejemplo (que estuvieron con revólveres durante muuucho tiempo), al que un africano medio se le echa encima a toda pastilla, seguido de una horda de colegas, dispuestos a descuartizar al pobrecico, en lugar de meterle dos o tres tiros al primero y llorar como una niña cuándo se da cuenta de que no vale para mucho, lo que hace es meterle un sólo tiro, que no sólo detiene al agresor, sino que además es posible que lo lance sobre sus compañeros, con el efecto que suele conllevar. Si da miedo que un arma tumbe a alguien de espaldas, que además lo lance un poco hacia atrás, ya es el acabóse. Y si además llueven fragmentos de hueso, cartílago y carne, mejor. Al oficial británico igual le dan las suyas y las de un bombero igual, pero llevar un arma así, lo tranquilizaba bastante. Además, las balas (en general todas, pero habitualmente se hacen con pistolas y revólveres) pueden ser de punta plana, lo que aumenta el efecto parada, punta hueca, que se fragmenta al impactar o incluso de punta de mercurio (una gotita, por lo que sé), que se supone que estallan (no, no vuelan a una persona, pero sí que abren un buen boquete). Es evidente que un revólver del calibre .38 corto (policial, al fin y al cabo) no va a hacer mucho. Los .357 (aunque el 357 magnum está basado en el .38 Special, tiene el doble de velocidad y eso aumenta mucho su poder) y 44 suelen ser los más poderosos, con el .44 Magnum en el podio de las animaladas (que no es así, puesto que el Smith&Wettson 50 magnum es aún más potente, pero eso ya es un maldito cañón). El Smith&Wettson Modelo 29,  es el revólver más famoso que lleva ésta munición (aunque no es el más potente). Es el de Harry. Ya sabéis, Harry. Y si no lo sabéis, os falta tiempo en miraros los trabajos de Clint Eastwood.
Un monstruíto así, al contrario que en las películas, no lo dispara cualquier hombre. Harry no es cualquier hombre, por supuesto, pero es que da lo mismo. No hay persona que lo dispare con una sóla mano y le de a lo que hay delante, sin dislocarse un hombro o caer de espaldas. Aunque a lo que acierte, probablemente no se vuelva a levantar. Se usa como arma secundaria de caza mayor (vamos, si te falla el rifle y un oso viene a toda mecha, más te vale pegar un tiro con éste monstruo. Ya sea al oso o a tí mismo para que no te pille vivo). Como vemos, no es un arma práctica, porque además de su enorme retroceso, y extraordinario estampido, añadimos el hecho de que el bueno de Harry, en su guerra a base de intimidar, usa un modelo de 6 pulgadas, que se tarda un eón en sacar de la funda. Un modelito más modesto en 4 pulgadas y no te encontrarías con cuatro tiros en el pulmón.
Dentro de los revólveres potentes, está también el Colt Python en 357. Es bastante más sencillo de usar, suave y tal, aunque queda bastante chuleta de aspecto en cualquiera de sus versiones de 2'5, 4 y 6 pulgadas. Además tiene un hermanito, que es aún mejor y más moderno, el Anaconda, que lo he llegado a ver, en el súmun de las ganas de joder un buen revólver, en 8 pulgadas, largo como un día sin pan, lo suficiente como para que golpear con él pase de ser una broma a ser algo serio.

Si nos alejamos un poco, tenemos los clásicos revólveres en el Oeste americano, desde el Colt Navy (usado hasta la náusea) hasta el Remington .44 Army (que también lleva el señor Eastwood en más de una peli, aunque la primera que recuerdo ahora, es Jinete Pálido). En general el impacto de uno de éstos, venía a ser bastante similar, aunque había algunos modelos tan raros, que sinceramente, me meto en terreno algo pantanoso.
Bueno, hemos llegado a la conclusión, de que el buen personaje habría caído desde el primer disparo, muerto o no. Probablemente mutilado y probablemente pegando unos gritos mucho peores que los clásicos de duritos de pastel de: ¡Ugh! ¡Aghs! y el archiconocidísimo ¡Ouh!


Cielos, me he emocionado con los revólveres. Es que es una de las armas cortas que más me gustan (en especial porque he tenido semiautomática y revólver en las manos y me quedo con el cacho metal, que las glock son plastiquillo. Supongo que serán cuatro entregas al final. Mañana calibre 50, tanto la ametralladora de posición cómo las variantes montadas, de las que hablaremos en otros calibres (se dice que los ingleses conseguían abatir a los Heinkel 111 no por derribarlos a base de arrancar trozos de su fuselaje, sino por cargarlos con tantísimas balas hasta que caían del propio peso. La primera variante de Hurricane, el verdadero caballo de guerra de la Batalla de Inglaterra, cargaba nada más y nada menos que 8 ametralladoras del 303 en su primera versión. Y al poco apareció una con 12 ametralladoras de 303).
Mañana más.

domingo, 8 de abril de 2012

Un arma es una cosa peligrosa...

... que si se te dispara en un pie, te lo vuelas.

Bien, en la última entrada os comenté que tenía pensado hacer un post sobre armamento moderno y sus efectos en varias situaciones (especialmente en cuerpo humano, que es a lo que van destinadas). No sabría cómo hacerlo un poco más ameno, a menos que ponga imágenes. Y aunque este humilde blog no suele tener muchos reparos, meter imágenes de destrozos sangrientos y variados puede ser pasarme de la raya, así que sencillamente, lo comentaré.

Todos hemos visto en algún momento, en alguna película, cómo a algún personaje lo cosen a tiros. Literalmente, le llueven cientos de balas y parece que le haya dado el baile de San Vito. En algunos casos, la escena dura una eternidad a cámara lenta y recibe muchísimos impactos en unos segundos. Si son pistolas de policía, no hay tanto que objetar (excepto que el tío debería caer muerto en cuestión de uno o como mucho, dos segundos), pero si es una peli de guerra... Ay. Las pelis de guerra...
Bien, antes por ejemplo, pensemos en el calibre enemigo. Si es la segunda guerra mundial, casi todas serán un calibre respetable, como por ejemplo, un 7.92 en el caso de los alemanes (suponemos que el tiroteado es yanki). Una bala de ese calibre, bien puede tirarte de espaldas, atravesarte y seguir su camino o incluso, arrancarte parte de un miembro. Si viene de rebote, estás más que jodido, porque puede llegar dañada y romperse dentro o incluso impactarte siendo esquirlas. Es una bala, que mata (también se extiende al .303 británico, aunque dicen que el Lee Einfield con su munición 7.7x56R metía unos pelotazos tremendos). Que mata mucho. Podía atravesarte, pero en casi cualquier situación, un disparo de estos, te dejaba como mínimo, de camino al hospital para una larga, dolorosa y cruda recuperación, si llegabas a recuperarte del todo. Así que el tiroteado no aguanta entero ni de coña todo lo que sale. Y menos lo aguanta de pie.
Cosa distinta pasa con el 5.56. El del fusil moderno, tanto ruso como OTAN. Ésta bala, que es considerablemente más pequeña, no está hecha para matar, sino para herir. Algunos pensaréis que es perfecto para no volver a las guerras con millones de muertos. Qué humanitarios son. No, lo que tendremos son guerras con millones de heridos de distinta consideración (grave, la más habitual). El 5.56, al impactar en el cuerpo, no sigue su camino en línea recta. Sencillamente cambia de dirección una o dos veces incluso, o cambia una y se fragmenta, o no cambia y tienes trocitos de bala sin ser un rebote. Hiere y mutila de una forma horrible, para que el enemigo tenga que ocuparse de sus heridos y mutilados y perder fuelle en la guerra. Además, pesa menos y caben más por cargador. Por contra, no atraviesa parabrisas y de esa eventualidad los yankis se han dado cuenta con los controles en Afganistan e Irak. Imaginemos ahora a un tío acribillado por cientos de balas de éste tipo, que culebrean dentro de su cuerpo, hacen estallar sus organos cuándo los atraviesan, le parten la columna, le explota la rodilla y la pelvis se le pulveriza. No, creo que no tiene mucho futuro. Ni para decir: "¡Johnny, dile a... dile a mamá que la quiiiero!". Y menos si alguna de esas pequeñas cabronas se le han metido por el cuello
Podría seguir describiendo los calibres de guerra, como por ejemplo en una escena similar en la que al héroe impactaban en varias ocasiones con una ametralladora del calibre .50. Dado que lo voy a describir más adelante, no hace falta que os diga aquí de lo que pienso de ese par de picaduras de mosquito que tenía después.
Vuelvo mi vista hacia las armas cortas, en especial sus calibres de pistola, que muchos subfusiles llevan. Un 9mm ParaBellum es bastante conocido, por ser el policial, o el que lleva ETA habitualmente. Es un calibre relativamente pequeño, con poca carga impulsora (comparativamente) fabricada expresamente para acciones policiales, destinada a herir de cierta gravedad, pero que mata con dificultad. Su cabeza no es muy aguda, sino más redondeada, diseñada para desestabilizar al objetivo, además de que es más controlable que otras. En este caso, el personaje sí que es más posible que pueda aguantar unos cuantos segundos, pero siguen siendo disparos y disparos y disparos, así que muere igual. Más lento (es el equivalente de fuego de una espada roma y ligera), pero unos cuántos impactos y está matarile. Si además se dispara desde un subfusil, pasan a ser muchísimos impactos.
El otro calibre del que os quería hablar es del .45 ACP. Fue desarrollado por Estados Unidos tras la guerra Filipino-Estadounidense, donde vió que los revólveres cortos del .38 no eran capaces de detener a un filipino a la carrera. Y tampoco matarlo antes de que éste, en ocasiones bajo los efectos de alguna droga, lo macheteara. Físicamente, es una bala más gorda y redondeada que la 9mm. La 9 es más ligera, con menos retroceso y elevación de boca, más barata, más pequeña, con mayor poder de penetración y es preferida por la mayoría de potencias europeas y Estados Unidos desde el 85. Pero el .45, es un pelotazo comparable a un revólver, que empuja al atacante hacia atrás. En el caso de nuestro personaje, caería al suelo al primer disparo, probablemente muerto. El resto, ya es enañarse.


Dentro de un rato seguiré con una segunda parte, que no me cabe todo en un sólo tocho.

miércoles, 4 de abril de 2012

Un soleado día de verano (II).

Bueno. No estaba muerto, si no que estaba perdido, pero aqui os dejo la segunda entrega de aquel soleado día de 1940. Aclarar que, si bien se enmarca en un contexto histórico, no es una novela historicamente exacta, el escuadron 37 creo que no existió en esa época y lugar, desconozco si en Andover había un escuadrón de canadienses. Intentaré ser historicamente exacto en la medida de lo posible pero habrfá muchas cosas que no sean precisas.

Saludos.


Desde que había llegado a Gran Bretaña, hacía ya tres años largos, no había probado ni una sola vez su cerveza. Le repugnaba. El whisky por contra era otro cantar. Si podía ser con un hielo, si no, a pelo. Así que el vaso que los canadienses le habían proporcionado sabía a gloria celestial. Cuando lo apuró de un trago largo y le sirvieron otro volvió a ser persona.

- Discúlpeme capitán. Lo necesitaba.-

- No se preocupe muchacho.- El canadiense se giró hacia la barra. –Billy otro vaso para nuestro invitado.-

-¿Vat 69; verdad?- El camarero lo miró sorprendido y asintió con la cabeza. – Estupendo, el hijo de mi madre solo toma lo mejor. Y discúlpeme capitán, pero aún no conozco el nombre de mi interlocutor.-

-El camarero se llama Billy; y por mi parte yo soy el capitán Alan Halton de la Real Fuerza Aérea del Canadá y de su Majestad. Por otro lado su nombre es español y desde luego usted no parece mejicano. ¿Le importa que le pregunte como acaba un español volando para los ingleses?

-No me importa en absoluto. Sonrió de forma amarga. Mi historia se resume de la siguiente manera.- Bebió un trago y recuperó algunos recuerdos. -Evidentemente soy español y nací y me crié en España. En Valencia para ser exactos, cerca del mar. Mi padre era un hombre de negocios afortunado, con varias fincas y negocios que envió a sus hijos a estudiar y a hacer contactos a diferentes lugares del mundo. Yo vine a Inglaterra a estudiar humanidades, hice muchos, y en algunos casos, muy influyentes amigos con los que no perdí el contacto y volví a España. Al realizar el servicio militar elegí el arma aérea y terminé como teniente y piloto de caza. Estalló la guerra, al estar en zona republicana tuve suerte de que no me fusilaran en los primeros días y con paciencia y barajando bien conseguí ponerme a los mandos de un caza para lo que aún quedaba de la República; aunque matar españoles me asqueaba, no era para lo que me había alistado.-

Bebió un trago, cerró los ojos y continuó hablando.

-Además de la purga de oficiales, estaba las represalias contra mucha gente inocente, que después vi que era común en ambos bandos. Muchos amigos míos y de mis padres fueron encarcelados o asesinados y sus bienes confiscados. Mi familia en un alarde de previsión había salido del país con la mayoría de sus posesiones y el dinero, mi padre era un tipo inteligente. Vistas las barbaridades que se cometían en el bando republicano, en cuanto pude deserté a la zona sublevada. Simplemente decir que la cosa no mejoró sustancialmente. Resolví salir del país en cuanto me fuera posible. Pasé por Francia, que rechazó mis servicios y aquí a merced de los buenos amigos que tengo conseguí alistarme en la RAF para tener la oportunidad de devolverles la visita a mis amigos de la Legión Cóndor. A grandes rasgos, así es como he llegado aquí.-

El canadiense lo miró de arriba abajo; se retorció el frondoso bigote castaño y cuando terminó de apurar el vaso dijo: - Es una de las historias, a grandes rasgos, más rocambolescas que he oído. Brindo por usted y por terminar aquí, seguro que ese muchacho que está en quirófano se lo agradece.

Jaime se había terminado el vaso. Halton hizo ademán de pedir otra ronda, pero el joven piloto le detuvo. Había tenido suficiente alcohol por hoy.- Solo quiero subir a mi avión y volver a mi aeródromo. Mañana tendremos mucho trabajo.-

-Como todos. Por favor no dude en pasarse en unos días, estaría encantado, y estoy seguro de que mis compañeros coincidirán, de escuchar su historia con una buena cena de por medio.-

-Por supuesto capitán. Gracias por su hospitalidad y el vat 69.-

Se estrecharon las manos, se saludaron de forma marcial y Jaime puso rumbo a la pista donde su caza había sido repostado y municionado. Al salir de la cantina el sol poniente le obligó a entornar los ojos, al acostumbrarse pudo distinguir su avión esperándole. La esbelta línea de perfil del caza empezó a recortarse mientras se hacían más visibles sus detalles.

-Es una criatura hermosa. Casi viva.- Pensaba para sus adentros. Los Hurricanes de los canadienses no eran feos, pero no se pueden comparar con la sutil belleza del Spitfire.

Al llegar al avión agradeció a los mecánicos su trabajo y observo durante un segundo la pequeña pin up de una bruja de pelo rojo que tenía pintada bajo la cabina y la palabra “Escupefuego” en castellano a su lado. Se aposentó en la carlinga, ajustado ya el correaje, realizó una comprobación rápida de mandos y botones. Combustible en “On”, magneto “On”, empujó ligeramente la palanca de gas hacia delante y dejó el radiador en posición “1”. Starter y el Merlín XII ruge cobrando vida. Le encantaba escuchar ese motor, aumentó el gas, ajusto el paso de la hélice y carreteó hasta quedar en posición. Cuando le dieron la señal dio rienda suelta a toda la potencia del motor y despegó. La tarde era cálida y no cerró la carlinga; disfrutó del trayecto hasta su base a un ritmo lento saludando con las alas de cuando en cuando para evitar que la AAA abriera fuego.

¡Qué bello es el mundo! Pensaba. Estaba en medio de una guerra y una batalla cruenta, pero en ese preciso instante en el que sólo existía el cielo, el sol y su caza Jaime se sentía en paz.