miércoles, 4 de abril de 2012

Un soleado día de verano (II).

Bueno. No estaba muerto, si no que estaba perdido, pero aqui os dejo la segunda entrega de aquel soleado día de 1940. Aclarar que, si bien se enmarca en un contexto histórico, no es una novela historicamente exacta, el escuadron 37 creo que no existió en esa época y lugar, desconozco si en Andover había un escuadrón de canadienses. Intentaré ser historicamente exacto en la medida de lo posible pero habrfá muchas cosas que no sean precisas.

Saludos.


Desde que había llegado a Gran Bretaña, hacía ya tres años largos, no había probado ni una sola vez su cerveza. Le repugnaba. El whisky por contra era otro cantar. Si podía ser con un hielo, si no, a pelo. Así que el vaso que los canadienses le habían proporcionado sabía a gloria celestial. Cuando lo apuró de un trago largo y le sirvieron otro volvió a ser persona.

- Discúlpeme capitán. Lo necesitaba.-

- No se preocupe muchacho.- El canadiense se giró hacia la barra. –Billy otro vaso para nuestro invitado.-

-¿Vat 69; verdad?- El camarero lo miró sorprendido y asintió con la cabeza. – Estupendo, el hijo de mi madre solo toma lo mejor. Y discúlpeme capitán, pero aún no conozco el nombre de mi interlocutor.-

-El camarero se llama Billy; y por mi parte yo soy el capitán Alan Halton de la Real Fuerza Aérea del Canadá y de su Majestad. Por otro lado su nombre es español y desde luego usted no parece mejicano. ¿Le importa que le pregunte como acaba un español volando para los ingleses?

-No me importa en absoluto. Sonrió de forma amarga. Mi historia se resume de la siguiente manera.- Bebió un trago y recuperó algunos recuerdos. -Evidentemente soy español y nací y me crié en España. En Valencia para ser exactos, cerca del mar. Mi padre era un hombre de negocios afortunado, con varias fincas y negocios que envió a sus hijos a estudiar y a hacer contactos a diferentes lugares del mundo. Yo vine a Inglaterra a estudiar humanidades, hice muchos, y en algunos casos, muy influyentes amigos con los que no perdí el contacto y volví a España. Al realizar el servicio militar elegí el arma aérea y terminé como teniente y piloto de caza. Estalló la guerra, al estar en zona republicana tuve suerte de que no me fusilaran en los primeros días y con paciencia y barajando bien conseguí ponerme a los mandos de un caza para lo que aún quedaba de la República; aunque matar españoles me asqueaba, no era para lo que me había alistado.-

Bebió un trago, cerró los ojos y continuó hablando.

-Además de la purga de oficiales, estaba las represalias contra mucha gente inocente, que después vi que era común en ambos bandos. Muchos amigos míos y de mis padres fueron encarcelados o asesinados y sus bienes confiscados. Mi familia en un alarde de previsión había salido del país con la mayoría de sus posesiones y el dinero, mi padre era un tipo inteligente. Vistas las barbaridades que se cometían en el bando republicano, en cuanto pude deserté a la zona sublevada. Simplemente decir que la cosa no mejoró sustancialmente. Resolví salir del país en cuanto me fuera posible. Pasé por Francia, que rechazó mis servicios y aquí a merced de los buenos amigos que tengo conseguí alistarme en la RAF para tener la oportunidad de devolverles la visita a mis amigos de la Legión Cóndor. A grandes rasgos, así es como he llegado aquí.-

El canadiense lo miró de arriba abajo; se retorció el frondoso bigote castaño y cuando terminó de apurar el vaso dijo: - Es una de las historias, a grandes rasgos, más rocambolescas que he oído. Brindo por usted y por terminar aquí, seguro que ese muchacho que está en quirófano se lo agradece.

Jaime se había terminado el vaso. Halton hizo ademán de pedir otra ronda, pero el joven piloto le detuvo. Había tenido suficiente alcohol por hoy.- Solo quiero subir a mi avión y volver a mi aeródromo. Mañana tendremos mucho trabajo.-

-Como todos. Por favor no dude en pasarse en unos días, estaría encantado, y estoy seguro de que mis compañeros coincidirán, de escuchar su historia con una buena cena de por medio.-

-Por supuesto capitán. Gracias por su hospitalidad y el vat 69.-

Se estrecharon las manos, se saludaron de forma marcial y Jaime puso rumbo a la pista donde su caza había sido repostado y municionado. Al salir de la cantina el sol poniente le obligó a entornar los ojos, al acostumbrarse pudo distinguir su avión esperándole. La esbelta línea de perfil del caza empezó a recortarse mientras se hacían más visibles sus detalles.

-Es una criatura hermosa. Casi viva.- Pensaba para sus adentros. Los Hurricanes de los canadienses no eran feos, pero no se pueden comparar con la sutil belleza del Spitfire.

Al llegar al avión agradeció a los mecánicos su trabajo y observo durante un segundo la pequeña pin up de una bruja de pelo rojo que tenía pintada bajo la cabina y la palabra “Escupefuego” en castellano a su lado. Se aposentó en la carlinga, ajustado ya el correaje, realizó una comprobación rápida de mandos y botones. Combustible en “On”, magneto “On”, empujó ligeramente la palanca de gas hacia delante y dejó el radiador en posición “1”. Starter y el Merlín XII ruge cobrando vida. Le encantaba escuchar ese motor, aumentó el gas, ajusto el paso de la hélice y carreteó hasta quedar en posición. Cuando le dieron la señal dio rienda suelta a toda la potencia del motor y despegó. La tarde era cálida y no cerró la carlinga; disfrutó del trayecto hasta su base a un ritmo lento saludando con las alas de cuando en cuando para evitar que la AAA abriera fuego.

¡Qué bello es el mundo! Pensaba. Estaba en medio de una guerra y una batalla cruenta, pero en ese preciso instante en el que sólo existía el cielo, el sol y su caza Jaime se sentía en paz.

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