miércoles, 2 de mayo de 2012

Folgore XV.


De nuevo una entrega vergonzosamente corta. No doy para más ahora mismo.

Aceleró poco a poco, sintiendo cómo la potencia aumentaba la vibración del aparato. Después de unos segundos, dió gas a tope y la nave tembló con violencia. No era habitual que dos potentes motores estuvieran encendidos a máxima potencia, pero Klaus quería asegurarse de que estaba todo en su lugar. El olor del dióxido de carbono lo llenó todo y se puso por seguridad la máscara de oxígeno, por si se desmayara con la salida de gases, aunque considerando que los dos amplios portones estaban abiertos y que las ventanas de aireación también, aunque ahora se movieran con violencia. Algo metálico sonó en el motor izquierdo, precisamente el que había estado revisando, y perdió perceptiblemente potencia. El millonario se extrañó y comenzó a desconectar conmutadores, para poder comprobar de nuevo el problema, mientras mascullaba una blasfemia, contrariado.

En Lugano, Kurtz volvía a casa del trabajo, pero no podía dejar de pensar en el proyecto, así que iba a continuar en casa, dibujando nuevas mejoras que podrían implementar para la versión final. Entre sus posibilidades, había pensado en un cañón raíl en miniatura, que disparara fragmentos de wolframio a gran velocidad. El problema era encontrar la cantidad de wolframio que necesitaría usar para munición. Otra, era la de aprovechar el fenomenal poder energético del sistema para crear arcos voltaicos, aunque ésto se encontraba completamente en pañales, ya que como poder, podían crear un arco, pero desde luego, no dónde lo quisieran, sino que era demasiado complicado dirigir un rayo conscientemente, sin una forma de conducirlo, que no requiriera de un conductor o un borne con distinta carga, para que hubiera haya una transferencia. En cuánto llegara se pondría con ello, pues tenía muchas ganas de comenzar, aunque le desagradara el asunto de conseguir los contratos militares, aunque lo entendía. El dinero no era infinito y aunque las finanzas no iban mal, era casi mejor que el dinero para un desarrollo posterior viniera de parte de alguien y no saliera de los propios fondos.

En Frankfurt, la figura había aterrizado en un encantador barrio residencial, en el jardín bien cuidado de una pareja de mediana edad, que le miraban espantados. Ambos lo habían reconocido, de las noticias.

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