martes, 2 de octubre de 2012

Libertad 3. Dulce emancipación.

Las explicaciones están al final del post, después de la lectura.


-¡Disculpad! -Se acercó, aminorando la velocidad porque las caras que pusieron eran inequívocas.
-No, no queremos otro maldito ungüento milagroso. -Nomaie había sido asaltada por varios vendedores y uno ya se había llevado un regalito a casa.
-No se trata de un ungüento ni nada similar, pero soy médico y sé que le pasa a vuestro amigo.
La joven y el ex-jedi se miraron un momento y a la vez se volvieron hacia Ilvael.
-¿Quieres que te atienda? -Dijeron a la vez.
-¡Lo que sea, pero que lo haga ya!
Sin decir una palabra más, se acercó hasta su espalda, le agarró con firmeza de la cadera y metió el cuello bajo la axila. Justo cuándo Ilvael pensaba que era un farsante, estiró poco a poco, con fuerza y decisión, hasta que se pudo escuchar el perceptible crujido de su columna. El twi'lek dio un grito corto y uno un poco más prolongado, pero más suave cuando el joven médico mantuvo el estiramiento mientras tocaba en la zona que estaba afectada. Cuándo notó lo que buscaba, dejó de hacer fuerza y se retiró poco a poco, con una mano en el hombro de su paciente, por si tenía que sostenerlo.
-En principio ya no debería doler tanto. -Dijo, mientras lo soltaba y le miraba a los ojos directamente. -O sea, te va a seguir doliendo, pero no será tanto y en un par de sesiones debería pasarse.
-Pues... -Se masajeó la espalda. Y sonrió. -Pues es cierto. No duele, bueno, no como antes. ¡Y yo pensando que sería una tontería! ¿Cuánto te debo?
-No, nada por favor, hice un juramento y trato de ceñirme a él. Aunque a veces no pueda. -Dijo entre dientes, desviando ligeramente la mirada.
-¿Cómo?
-Nada, nada.
-Bueno, al menos permite que te invite a una buena comida. Pareces famélico y cualquiera diría que algo asustado.
-Yo... eh bueno, la verdad es que me han... me han robado.
-¿Robado? ¿Y secuestrado no? Porque tienes pinta de llevar un par de días sin comer.
-Yo eh... No... -Era incapaz de inventarse nada. Estaba desarmado.
-Papá, no tiene porqué contar nada. -Se giró hacia él y exhibió una mirada extraña. -Todavía. Claro.

Habían dejado que Nomaie se llevara a casa a su mascota con el deslizador, mientras ellos entraban en una cantina cercana. Se trataba de un oscuro antro, a recomendación de Jeriaebrek, que decía que además de estar tranquilos y de tener buena comida, habría un poco de espectáculo. No iban a quedar defraudados.

El “espectáculo” en aquella tasca que olía a especias de mil mundos era un pequeño recinto envuelto en malla metálica, dónde dos personas combatían a golpes. Tenía mucho aspecto de no ser del todo legal, pero entretenía a los clientes y las apuestas corrían que daba gusto.
-Y... ¿Esto es un buen sitio para comer? -El médico no se lo creía. -Porque me da la sensación de que nos fueran a acuchillar.
-Tranquilo, no hay problema. Si se dedicaran a dejar que los clientes fueran acuchillados, no tendrían clientela.
-Y bueno, aquí nadie escuchará lo que no quieres que se oiga. Allá afuera parecías nerviosillo. -Ilvael adelantó la mano para coger su bebida y dio un sorbo. Tosió ligeramente cuándo el picante le abrasó la garganta.
-No, yo no...
Sus interlocutores le miraban de una forma inequívoca. Estaban deseando conocer alguna escabrosa historia. Y no los defraudó.
-Mi nombre es Kenghiro y soy médico. Bueno, o lo era hasta cierto día. Se estaba tirando un farol que no sabía cómo demonios le salía. -Uno de mis pacientes enfermó de forma inexplicable y murió. Me acusaron de mala praxis, pero sé que no cometí ningún error. El problema es que la familia del paciente es bastante poderosa y he tenido que huir.
-Bueno, reconozco que sería peor. ¿Hay recompensa por tu cabeza?
Dio un respingo en el asiento y sudó frío inmediatamente. Pero se relajó en seguida.
-Tranquilo Kenghiro, tranquilo. -Sonreía conciliador. -Me llamo Ilvael y éste es mi buen amigo Jeriaebrek.
-Encantado Kenghiro. -Lo tenía calado. De él no se pueden esconder los pensamientos. Al menos no sin esfuerzo. -Ten cuidado porque me temo que el señor achaques te va a hacer una proposición indecente.
-¿Eh? ¿Qué?
-Joder Jeria, eres un aguafiestas. -Inmediatamente puso cara de negocios, que venía a ser con los lekku cruzando su pecho y sonrisa neutra. -Verás, estoy reuniendo tripulación para una nave. Grande. Se trata de un transporte y no tengo oficial médico. Realmente, todavía no tengo ni tripulación. Si quieres ese puesto, es tuyo con sueldo habitual y extras por rendimiento mensual.
-Eh... ¿Una nave? ¿Oficial médico en una nave? -Era la oportunidad para salir de allí, pero seguía siendo un profesional. -No sé si estaría a la altura.
-Mira, un tío que desinteresadamente me arregla la espalda y que tiene esa cara de bonachón, no puede ser malo.
-¿Seguro? Quiero decir. ¿Incluso con lo que he contado?
-Mira, si me hubieran encerrado por cada vez que alguien me acusara de algo... -Contó mentalmente y se dio cuenta de que así había sido, casi siempre. -Bueno, a lo que iba. Te ofrezco un sueldo, de por ejemplo, un dos por ciento de los beneficios.
-¿El sueldo no es fijo? -Lo único que acertó a decir.
-Hombre chaval, el pago de momento es orientativo, ya que todavía no sabemos qué tipo de contrata se podría conseguir y prefiero tenerlo todo sobre seguro.
-Ah.
Se les quedó mirando a los dos, tratando de decidir sobre aquello. Coronet no lo había tratado precisamente bien y desde luego, una semana más en aquél estado y poco iba a quedar que los imperiales pudieran aceptar.
Antes de que pudiera responder, se pudo escuchar un silbato y el ligero murmullo que llenaba el local se convirtió en un clamor a media voz y silbidos de pesadumbre. Uno de los boxeadores había sido derribado y ahora le jaleaban para que se levantara de nuevo. Se incorporó y acabó por desplomarse definitivamente. Su contrincante, un gigantón de aspecto feroz y algunos tatuajes, levantó los musculosos brazos empapados en sudor antes de salir de la jaula para cobrar su parte.
– Vaya, que me aspen. – Ilvael se había quedado mirando al vencedor, que ahora se acercaba a una mesa para devorar el plato que le habían servido.
– ¿Qué ocurre? – Jeriaebrek siguió la mirada del artesano. – ¿Conocido?
– Sí, pero prefiero no hablar ahora con él –dijo, dedicándole más tiempo a su comida, que tenía aspecto poco apetitoso, pero que sin embargo era muy sabrosa–. Trabajó con Vílem hace tiempo, pero por lo que sé, estuvieron a punto de matarse.
–¿Ah sí? –Jeriaebrek se sorprendió sinceramente–. ¿Cuándo fue eso? No sabía nada de que había tenido bronca con un compañero.
–Fue durante lo de Falleen.
–Bien, ya sé porqué no he sabido de ello –comentó el maestro–. No le gusta hablar de aquello.
–Ya.
Kenghiro había escuchado atentamente todo aquello sin enterarse de nada, dedicando el resto de su capacidad a la comida, que devoraba cómo si se hubiera pasado los últimos días peleando con las ratas corellianas por la comida. Y las ratas corellianas te miran cara a cara cuando comen. Hablaron poco más, de antiguos recuerdos, antiguos amores y antiguas heridas. Por su parte, el rebelde contó un par de anécdotas de su niñez, que parecía tan lejana y habló con Ilvael acerca de los detalles del trabajo. Al terminar con la comida salieron a la calurosa tarde de Coronet y el Twi’lek le dió su dirección y una nota con instrucciones para Nomaie. Kenghiro se alegró de saber que tendría un techo sobre su cabeza hasta partir y se lo agradeció tanto que el artesano enrojeció todavía más.

–Has sido bueno con un buen hombre –comentó Jeriaebrek, mientras caminaban entre las ondas del calor expulsado por los cientos de climatizadores de la zona–. De verdad.

–¿Sí? Vaya, bueno, está bien saber que tengo buen ojo para la gente, francamente –respondió, encantado–. Y me gusta que vayas sondeando a la gente a ver si mienten o no. Me ahorra disgustos después.
–Uhm, no sé cómo tomarme eso último –apartó de una patada una caja con asco, pues dentro se pudría un “algo” que prefería no identificar–.En todo caso, espero que no fuera un intento de cuestionar la moralidad de lo que hago.
–No, no. La Fuerza me libre.
–Muy gracioso, delincuen...
No pudo seguir. De un callejón cercano acababa de llegarles un grito bastante espantoso, de hombre que acaba de perder su hombría de una forma horripilante y muy dolorosa. Aquello en el Barrio Azul de la ciudad no era tan raro, pero los dos amigos no se echaban atrás si podía haber una buena pelea y alguien en peligro.





¡Muy buenas! Siete días ya desde que publiqué la última, así que ya toca. Siento que algunos guiones no estén correctamente puestos. Me he dedicado a escribir mucho esta semana (no todo de aquí, por desgracia, pero tienen algo que ver), pero no a corregir fallos así. En todo caso, no creo que sean un problema, espera. Si detectáis fallos, por favor hacédmelo saber. Por otra parte, estoy intentando extender esto un poco. Si me hacéis el favor de compartirlo, lo agradeceré, que cuántos más lectores, más críticas y cuántas más críticas, más mejoro. Un saludo a todos y gracias por leer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario