sábado, 24 de mayo de 2014

Pollito Wars: Filii Belli. Epílogo 2. (14)

Segunda parte del epílogo. Demasiado congestionado para decir nada moderadamente inteligente.
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Los mineros habían reunido una enorme cantidad de sencillos víveres y haciendo uso de una casi ilimitada imaginación culinaria, pudieron prepararlos de mil maneras distintas, que los soldados agradecieron sobremanera, considerando el rancho habitual que solían disfrutar allí. Varias decenas de mesas repartidas a la entrada del pequeño búnker del lugar albergaban toda clase se sencillos aperitivos de los que daban cuenta por igual civiles y militares. Los más jóvenes habían querido montar un baile, pero por respeto a sus invitados, que en su mayoría habían resultado tan heridos que no podrían moverse con suficiente coordinación en un buen tiempo, desecharon la idea con rapidez. Así que símplemente comentaban con animación los pasos del combate, la emoción del tiroteo o el miedo que todos sintieron.
Apareció Thomas seguido de Lykaios y Sauri y McQuarry. Los cuatro vestían sus mejores galas y se notaba que hacía mucho que no se las ponían. En especial a Aubrey le venía algo holgada su chaqueta.
Todos se extrañaron de ver al sargento con ellos, pues sabían que los tres primeros ejercían de oficiales mayores, pero especialmente de representantes de las fuerzas. El primer oficial representaba a la fragata y sus tripulantes, la comandante a la infantería de marina y el capitán, a todas las fuerzas defensivas. Pero el coronel al mando de la batería de tierra y que era el representante de las tropas de superficie, no estaba. En su lugar, el sargento tenía el semblante grave, algo ajeno a la fiesta de su alrededor. Más tarde averiguarían que varios de los responsables de las baterías de tierra, entre los que se incluían al comandante de la base, se habían suicidado. El capitán pidió una silla para que todos lo vieran y algo de silencio.
–Hola a todos. Espero que se estén divirtiendo. He elegido este momento para hacer algunos anuncios, bien por deferencia a nuestros amables anfitriones cómo para que no deje de conocerse la valía de todos y cada uno. Quiero comunicarles que en la primera comunicación con el mando, el grupo de defensa al completo recibe una estrella de la Victoria colectiva. Apareceremos reflejados en el boletín de noticias, aunque no se incluirá la localización ni el nombre del planeta por seguridad y sentido común –una leve ovación, silbidos admirativos y algunas risas acompañaron las palabras de Aubrey–. A continuación, diré las legiones de honor a título póstumo –se estremeció al nombrar a algunos de ellos. No sólo los conocía, sino que habían sido amigos y los había llegado a querer cómo a hermanos. Entregó sendos papeles a Lykaios, Sauri y McQuarry–. Legión de Honor y mención especial para el recluta Stig “Púlsar” Kursk, para la soldado de primera Mishara “Malabestia” Taylee, para el sargento mayor Ernst McQarry –no había condecoraciones físicas, sino los documentos que las autorizaban. A pesar de ello, las entregó con toda solemnidad. Uno a uno, pasaba desde los rangos más bajos, hasta los mayores, llegando hasta su primer oficial y la propia comandante Kahina–. El destructor Estrella de la mañana ha recibido una legión de Honor colectiva, por su excelente combate en solitario contra los piratas y la inestimable ayuda para finalizarlo.
De nuevo, más ovaciones, risas y aplausos. El capitán Aubrey les dejó unos minutos para ilusionarse y felicitarse, pero no bajó de la silla. Aún tenía anuncios por hacer:
–El Almirantazgo estima oportuno –dijo, antes de que bajaran las voces, así que comenzó más fuerte de nuevo–… El Almirantazgo estima oportuno que las fuerzas defensivas de este lugar sean renovadas. El destructor será reparado y volverá al seno de la flota para su reubicación. Los tiradores supervivientes de las tropas de tierra recibirán una reasignación para mejorar sus capacidades, o volverán a sus antiguos puestos –suspiró ligeramente. Aquello que estaba a punto de decir era tan importante y duro que no sabía cómo hacerlo–. La tripulación del Beaufighter será restablecida en su rango anterior, incluyendo a los altos oficiales. Lykaios Enister vuelve a su puesto de capitán de navío, Sauri Kahina recibe de nuevo su rango de coronel de infantería de marina y yo… yo vuelvo a mi puesto en la flota cómo vicealmirante. La fragata Beaufighter será desmantelada y su tripulación reasignada bajo mi supervisión.
Aquello era un cazo de agua fría entre tanta celebración y buena noticia. Aunque eran todos veteranos, la fragata había estado al mando del capitán Aubrey hasta que ascendió a contralmirante y la heredó Lykaios, quién más tarde capitanearía cómo capitán de navío el propio acorazado insignia de Aubrey. Incluso la entonces coronel Kahina había protagonizado sendas misiones a bordo de la fragata, pues sus excelentes cualidades servían muy bien para las misiones de infiltración y asalto que Sauri acostumbraba a realizar. Cuando todos perdieron su rango por una insubordinación colectiva, no abandonaron porque seguían juntos, a pesar de aquello. Algunos de los presentes comenzaron a envidiar a los muertos.
–Muchas gracias por vuestra atención. Buena suerte a todos, pueden continuar.
Aquello ya no era un festejo, sino un funeral. Nadie había que no mirara en dirección a la espuma térmica que cubría la fragata que tan desesperadamente trataban de reparar y no pudiera sentir su agonía.
–¡Por el Beaufighter, sus oficiales y su tripulación! –el sargento había sido el más rápido de todos y alzaba ahora una copa–. ¡Hip, hip!
–¡Hurra! –corearon las cientos de gargantas allí reunidas, civiles y militares unidas por el mismo sentimiento– ¡Hurra! ¡¡Hurra!!

–Malabestia, Púlsar, venid –dijo el sargento, con una jarra en la mano y en la otra un enorme cigarro que algún entusiasta guardaba para una ocasión especial–. El capitán me ha pedido que os comunique algo. Aubrey sabe que viniste aquí, Púlsar, aún habiendo pedido destino a una unidad de enlace. En agradecimiento por nuestra acción ha decidido presentarnos una cierta ayuda. Serás su nuevo oficial de comunicaciones, en la flota.
–Creo que no me lo puedo creer señor –era cierto, estaba mudo de emoción–.
–Pues créelo. Para tí, Malabestia, no sabe en qué ayudarte, así que sería bueno que solicitaras entrevista. No tendrá objeción.
–Así lo haré –respondió con convicción–.
–¿Y usted sargento? –preguntó Púlsar, aún afectado por tan estupenda noticia–. ¿Qué recibe?
–¿Yo? Mi antiguo rango y unidad.
–¿Y cuál es?
–Era capitán de Operaciones Especiales –ambos se sorprendieron de que aquél sargento desterrado hasta allí tuviera tanta solera–. Le salté los dientes a un puto general que se pasó de listo con mi gente.

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