lunes, 30 de diciembre de 2013

2013; ¡muérete ya!

De verdad. No vuelvas. Y no dejes a ningún pariente que se te parezca. Aún en 2011 y 2012 pude decir que en el aspecto artísticos fueron buenos, pero 2013 ha sido nefasto. No necesito echar un vistazo al historial del blog para darme cuenta (este año he sobre las 60 entradas menos que los dos anteriores (con aproximadamente 70-85, 2011 y 2012 respectivamente, así a ojo y de memoria)). He adelantado algunas cosas (por ejemplo, el fanfic paraReinaCnl, que se me está resistiendo (ya sabéis, son barcos y erotismo y este servidor intenta que sea agradable de leer), pero en general el blog apenas lo he tocado y por Subcultura apenas paso desde hace meses, lo justo para comentar alguna cosilla y leer desde la barrera.

Peeeeeeeeeeero no todo es malo. No todo. En el plano laboral, no he encontrado ni un sólo curro pero sí mucho cachondeo por parte de los que se limpian el culo con mi currículum, pero al menos, tengo una pequeña esperanza para el año que viene, que no sólo me sacará de este interminable paro, sino que si hay suerte, me sacará de casa de mis padres por segunda y espero que definitiva vez (una vez pruebas la independencia, jode mucho abandonarla). En todo caso, habrá que ver cómo se desarrollan los acontecimientos

Así que nada, a apretar los dientes para 2014, que espero que venga mejor que este maldito 2013.

jueves, 31 de octubre de 2013

Preparado para el NaNoWriMo

Bill Red parece que tiene las papeletas necesarias para convertirse en la novela que escribiré durante elNaNoWriMo, pues tiene dos de tres votos. Recordad que hasta medianoche se podrá votar, en mi blog, en la encuesta de la derecha. Ya tengo la preparación necesaria:
YNwh1s3.jpg

A eso de las doce y cuarto (GMT +1) abriré el documento correcto al público y dejaré el enlace en un comentario, por si alguien anda por ahí a esas horas y quiere darme palique.
¡Comenzando!

miércoles, 30 de octubre de 2013

NaNoWriMo y encuesta.

Hoy he decidido hacer una locura y es la de inscribirme para conseguir cumplir el objetivo de las cincuentamil palabras en un mes. Aquí una estupenda explicación por parte del Narrador de Antagis, cuyo blog deberíais pararos a leer.

Así que os pregunto, ¿qué novela debería aprovechar y continuar? ¿O intentarlo, al menos?
Podréis encontrar la encuesta en mi blog a la derecha de las publicaciones. ¡Sólo necesitáis dos clicks para participar (tres si venís de )!

lunes, 21 de octubre de 2013

¡No pares! ¡No mires atras! ¡Sigue corriendo! 3 (Final)

Y después del intermedio, continuamos:


–¿Qué broma es esta? –había retrocedido un paso. Desde luego aquello era una visión y ya no tenía ninguna duda, pero no sabía hasta qué punto podía tomarla en serio–.
–No hay broma que valga –sonrió, divertido por su reacción–; los mataré y no podrás detenerme.
–¿Debo suponer que lo haría yo? ¿A sangre fría? –no podía creérselo. No había razón para hacerlo–. ¿A quién quiero más que a mi propia vida?
–¡No! ¿No me has oído? –pegó las palmas al muro y acercó la cara, para asegurarse de que lo escuchaba–. Seré yo, ya lo verás.
–No voy a asesinar a mi familia, ni a mis amigos –golpeó de nuevo, tratando de alcanzarlo, por puro instinto–. Da igual qué terrible visión me muestres, no pasará.
–Creo que has debido golpearte demasiado fuerte la cabeza –ahora, el doble malvado parecía disgustado–. O te has quedado tonto al contemplar lo que les aguarda.
–Creo que lo llevo bastante claro…
–¡No! ¡Escuchame de una maldita vez! –la ira lo recorría, aquello era ridículo. Había ido para asustar y aquél mercenario parecía haberse calmado después de ver su cara–. ¡Estarán escondidos, los encontraré y los mataré!
–Quiero decir, ni de coña me verás levantando una mano contra ellos…
Ahora la furia la ponía la aparición. Golpeaba con fuerza el muro, fuera de sí mientras Vilem continuaba pormenorizando lo que jamás sería capaz de hacerle a su familia con aire socarrón.
–...y desde luego, no podría obligarles a comer coles de Chandrila, esas verduras infernales…
El muro cayó en mil pedazos transparentes. El invasor lo había puesto y comprendió después de varios golpes que podría retirarlo y así lo hizo. Avanzó de una gran zancada a por el mercenario, que continuaba con la chanza y alargó el brazo derecho para cogerlo del cuello. Pero ya no había cuello, sino aire y él giraba ahora en el mismo. Vilem le acababa de hacer una de las llaves más simples que existían y lo mantenía inmovilizado contra el suelo.
–Me da igual quien seas –dijo, completamente serio y sin broma–. No podría importarme menos de que oscuro pozo de mi pasado asomas. Me da igual si eres uno de los supervivientes del exterminio de Falleen, o si me cargué a algún colega tuyo durante la represión en los sectores hapanos.
–No soy…
La armadura del invasor no pudo soportar la fuerza y se partió, junto con el brazo. Gritó de ira y dolor, incapaz de controlarse, pues comprendió que el soldado, le había fintado y se acababa de poner al mando de aquél mundo onírico originado de sus pesadillas.
–Te he dicho que no me puede importar menos –se centró en el hombro y esperó con satisfacción el grito. Sonrió satisfecho–. Si me amenazas a mí, lo resolveremos cómo debemos. Si amenazas a mi familia, te mataré lentamente y no encontrarán tu cadáver jamás.
–No puedes… matarme –le costaba pronunciar. Aunque sabía que el dolor no era real, Vilem procuraba que lo sintiera cómo sí lo fuera–. No podrás matarme.
–¿Qué mierda es esa? ¿Qué es eso de que no existes? ¿Quién demonios eres?
–No, no. Has dicho… que no, que no te importa… –una especie de carcajada hueca salió de su garganta–. Ahora ya no lo sabrás… nos veremos, nos veremos cuando sea mi oportunidad. Y no podrás hacer nada.
La realidad cedía, la conexión mediante la Fuerza se debilitaba. A su alrededor, la oscuridad era derribada, pero no podía verlo. La plataforma cedió y cayeron juntos al abismo, perseguidos por la maníaca risa del malvado.
–¡No!
Miró alrededor. Sólo la oscuridad de su habitación terrosa le había dado la bienvenida. Se sentó sobre el catre, incapaz ya de dormir y meditó levemente sobre lo que había visto.
–No ha sido una pesadilla… –pensaba en alto, necesitado de escuchar alguna voz, aunque fuera la suya–. Ha sido una visión, enviada por alguien. Alguien que quiere asesinar a Biranai y a Eric.
Se levantó del todo y dio la luz. Fue hasta el escritorio, donde descansaba una botella que no recordaba haber dejado allí. Dio un trago y cerró los ojos al notar el fuerte licor. Una lágrima le cayó por la mejilla, acompañada al poco por más compañeras, ya desde ambos ojos. Acababa de comprender. No la terrible revelación de muerte que pendía sobre su mujer y su hijo, no lo siniestro de usar su aspecto para mostrar tan fatal advertencia. No. Estaba feliz. Los había visto, un retazo de futuro.
–Están vivos –se abrazaba a la botella cómo si estuviera borracho–. ¡Están vivos! ¡Están vivos y los veré!
Se enjugó las lágrimas y respiró ruidosamente para calmarse. No sabía cómo, pero aquél que había intentado asustarle con aquella terrible visión acababa de avivar una llama de esperanza que hacía tanto que estaba extinta.



Bien, y aquí termina este relato corto. Cómo ya comenté, no es un relato corto propiamente dicho, sino parte de la propia narración de mi Fanfic de Star Wars Galaxies. Los más entendidos, verán alguna pequeña incongruencia con los dos hechos que he dejado caer en el relato: El Exterminio de Falleen y la represión de los sectores hapanos. El primero en principio fue cosa de bombardear unos laboratorios (y la ciudad que lo rodeaba) desde la órbita del planeta. En el Universo que he creado alrededor de mis personajes, no necesito una bacteria devoradora de carne (es lo que se libera en dicha ciudad y que provoca una expeditiva respuesta de Vader). Sin embargo, decidí dejar el marco de peligro biológico y hacer que el exterminio lo llevaran a cabo tropas de tierra de forma sistemática.
Dichas tropas eran mercenarios poco necesarios para el Imperio y nuestro protagonista participó en el exterminio activamente.
La otra situación, que yo sepa no se ha dado nunca. Dado que necesitaba una galaxia más conflictiva, he diseñado alguna guerra civil a menor escala. El Imperio Galáctico no es la única organización en la galaxia. Existen también otros imperio, cómo el Hutt y el Consorcio de Hapes y cada uno tiene sus problemas internos. En este caso, unas colonias hapanas se levantan en armas en contra del control central y tratan de establecerse libremente. El Consorcio envía a su flota a pacificar la zona, llevando además a varios millares de nada pacíficos soldados profesionales, entre los que de nuevo, se encuentra Vilem.
Lo de Falleen lo tengo pensado cómo una dura prueba no sólo para el protagonista, sino para todos los personajes. Un terrible virus se extiende sin control, propagado por la Rebelión (eso es lo que saben) y deben llevar a cabo una "limpieza" de cualquiera que de positivo.
Lo del Consorcio es más complejo. Están aislados del resto de la galaxia por unas nebulosas que impiden el tránsito hiperespacial por el Cúmulo de Hapes, así que en general, no tienen nada que temer. Disponen de una pequeña y potente flota (hablo de mi visión sobre ellos, no la original) y apenas un ejército testimonial. Hay varias rutas hiperespaciales que pueden alcanzar el cúmulo, pero están estrechamente vigiladas y es posible que se traten de los puntos mejor armados de toda la galaxia. Después del levantamiento, un diplomático hapano, contrató a una gran cantidad de mercenarios y compañías libres y los transportó por estos puntos hasta el interior del espacio de Hapes. Allí, los embarcaron en la flota y partieron a una batalla que comenzó contra un sólo grupo, que a la larga se dividirían en dos facciones menores, enfrentadas y en guerra. El conflicto a tres bandas acabaría con la victoria hapana, la destrucción de ambas facciones y la ejecución de sus líderes y con los mercenarios licenciados.

Interrumpimos la programación...

...para ofrecerles un jugoso intermedio:

El primer vuelo de Fénix.

El fanfic con el que participé en el Gran Primer Concurso de Fanarts y Fanfics y Artes Adivinatorias de Punto Azul, webcómic de maesesag. Cómo de costumbre, me quedé a las puertas de la gloria, pero me llevé un regalillo bien chulo que aún tengo que montar (soy un puto manazas, mi yo más joven me mira con desprecio) y fotografiar.
Lo subo hoy y de paso le hago publi a un estupendo cómic.

sábado, 19 de octubre de 2013

¡No pares! ¡No mires atras! ¡Sigue corriendo! 3 (II)

Continuación de lo de ayer:


Los repulsores hacían su trabajo. Eran del tipo que había usado en asaltos a superficie, equipado de armadura presurizada y blindaje para la entrada atmosférica. Pero aquella armadura se movía muy fácilmente en comparación. Llegó a la altura de la plataforma y al alcanzar la mitad se golpeó contra un muro que no había visto. Al caer sintió pánico por si era al vacío, pero en seguida se tranquilizó al impactar contra el suelo. Tanteó con calma antes de levantarse, no fuera a estar en el borde y se incorporó. Todo aquello era sumamente raro. Recordaba los túneles que servían de ciudad para aquella civilización a la que estaban ayudando a derrocar a su tirano particular. Recordaba los depredadores favoritos de dicho tirano, pero no recordaba haberse puesto la armadura o que todo se quedara tan oscuro.
Algo brilló en el pequeño puente. Alguien se acercaba con prisas, a juzgar por las voces. Se materializaron poco a poco ante sus ojos. Se alarmó al ver allí a Ilvael y a Nomaie, acompañados de bastante gente a la que no conocía.
–¡Vamos! ¡Todos atrás! –el antiguo contrabandista los alentaba a continuar, mientras volvía y disparaba contra la oscuridad–. ¡Nomaie! ¡No dejes que te alcance!
Pero lo que hizo que su corazón diera un vuelco completo no fue la visión de sus amigos. Sino la de aquella mujer de corto cabello negro y mirada avispada, que ahora estaba aterrorizada. Recordaba su figura, su calor y su sabor. La recordaba por completo muerta. Pero allí estaba, al otro lado de un muro que no podía atravesar, con aspecto de haber pasado los últimos años encerrada en una nave a la deriva en el espacio. Era aparentemente incapaz de verle desde ese lado, pues lanzó ojeadas, cómo buscando puertas pero no reparó en la figura blindada que apoyaba la mano contra la suya. A su lado, corría un hombre que alargaba el brazo hacia ella y cargaba con un niño, de seis o siete años, que no podía correr tan rápido cómo los adultos.
–¿Biranai? –el mercenario no podía creérselo. Después de perderla en el vacío espacial, embarazada de su hijo, después de buscarla durante año y medio de contínua búsqueda hiperespacial, allí estaba ella, al otro lado de aquella maldita pared–. ¡Biranai! ¡Cariño!
Golpeó el invisible muro con fuerza. Se sacó con violencia el casco, sin dejar que terminara de despresurizarse con seguridad. Lo usó cómo ariete inútilmente. Al otro lado, su amada se inclinó hacia el niño con dulzura.
–Tranquilo Eric, cariño mío –las frases tranquilizadoras contrastaban con el ambiente en general–. No pasa nada.
El soldado de fortuna quedó paralizado. Sabía que al desaparecer junto con el transporte y todo el pasaje, ella estaba embarazada. De aquello hacía ya… seis, o siete años. Seis o siete años. El niño se parecía a su madre, pero las maneras, los ojos y el cabello castaño eran de su padre. El mismo padre que ahora golpeaba con furia aquella barrera que los separaba.
–¡Biranai! ¡Eric! –el casco cedió al esfuerzo después de varias repeticiones–. ¡Por favor!
El puño derecho ya no dolía y descargaba una y otra vez toda la fuerza de Vilem. La servoarmadura gritaba por el esfuerzo. Buscó algún indicio que le permitiera usar los repulsores para superar la barrera y aquello le dio tiempo para ver al enemigo del que huían. Acababa de matar a Ilvael con un certero golpe y ahora usaba su fusil, rociando a todos aquellos que lo acompañaban. El mercenario gritó có un loco y embistió brutalmente el muro, que se resquebrajó, pero mantuvo su consistencia a pesar de ello. A pesar del frenesí por salvarlos, no pudo evitar ver cómo dejaba a su mujer y a su hijo para el final. Y ver cómo se tomaba su tiempo con ellos.
Seguía golpeando contra la ensangrentada pared. Más de un impacto parecía haber hecho mella, pero no era capaz de pensar demasiado. De la necesidad de protegerlos había pasado a la ira animal y a un deseo de venganza absoluta. Quería torturarlo largamente y matarlo. Quería que sufriera. Quería poder tener un rato con él. Pero estaba aquél maldito muro.
–¡¡Te mataré!! ¿¡Me oyes!? –lloraba de rabia e impotencia, alternando las embestidas con poderosas patadas–. ¡¡Te encontraré!! ¡¡Estás muerto, hijo de la gran puta!!
Al otro lado, la figura se incorporó sobre los cadáveres destrozados. Su servoarmadura era negra y verde mate. Miró directamente al mercenario a la cara y casi pareció que se le podía ver sonreír al otro lado del casco.
–Vaya, vaya –la voz, sonaba fría y cruel, pero extrañamente familiar–. Me alegra que lo hayas visto.
No tenía palabras. Sólo gritó de nuevo y volvió a arremeter con furia. Le dolían todos los huesos del cuerpo y le daba igual, quería alcanzarlo y matarlo.
–No te molestes, Vilem, no podrás –se encogió de hombros, al ver que su sugerencia caía en saco roto–. Verás, no compartimos tiempo ni espacio. Todavía.
Esta frase consiguió penetrar la coraza de furia y llegar hasta el centro de razón y lógica que se hallaba atrapado debajo. La ofensiva se contuvo.
–Verás, Vilem –pausaba las frases y eso lo irritaba, pero comenzaba a ver un patrón en todo aquello, un patrón que ya había visto antes. Necesitaba escuchar–, todavía no existo. O sea, en un momento dado existí y dentro de un tiempo, existiré. Pero todavía no. Aún así, quería enviarte un mensaje. Es importante que lo escuches.
El silencio por respuesta. El asesino continuó, ajeno a la mirada de su audiencia.
–Lo que acabas de ver, no ha ocurrido. Todavía, cómo habrás imaginado –se relamió al ver que apretaba los puños y la mandíbula hasta palidecer–. Esto no es una pesadilla, es una premonición y te hago la advertencia porque no quiero que dejes de pensar ni un día en lo que acabas de ver. Los mataré, a todos ellos. Y cómo ahora, asistirás imponente a su asesinato.
–No lo creo –zanjó el mercenario, haciendo un gesto despectivo con la cabeza–. Te has metido en mi cabeza. Te encontraré y te haré pagar por lo que me has hecho ver.
–Cómo ya te he dicho, no existo. Y para cuando lo haga, será muy tarde para tí, me temo –el tono era burlesco–. A no ser, claro, que puedas de verdad matarme.
Se sacó el casco con delicadeza, siseando los sistemas de despresurizado. El mercenario dejó escapar un murmullo horrorizado. La cara que le devolvía la mirada, era la suya.



¡Chan! ¡Revelación! No os podéis ni imaginar lo muchísimo que estuve considerando los pros y los contras de lo que acabáis de leer. Es un recurso manido, pero consideré el malvado que tenía entre manos y... bueno, le cuadra perfectamente hacer estas cosas. Es un spoiler cómo una catedral y me falta el tiempo para llegar hasta esa parte, que será una de las más jodidas para el personaje y su entorno. Andarán también los protagonistas del Emancipador en el embrollo, arrastrados por Ilvael.

¡No pares! ¡No mires atras! ¡Sigue corriendo! 3 (I)

Star Wars Galaxies. Parte del Fanfic original que podréis leer entero y sin cortes cuando termine de revisar las 30 primeras páginas y termine las últimas 50 (de la primera parte):



Corría de nuevo. La sensación de persecución no era nueva, pero aquél oscuro escenario sí. Apenas veía unas ligeras formas, iluminadas por una luz tenue y grisácea que no llegaba a alumbrar del todo. Esquivó lo que consideró eran rocas y mantuvo la velocidad, respirando rítmicamente. Sabía que los varghals corrían tras él, al acecho de su carne, pero no había sido capaz de ver a ninguno en la oscuridad. Los oía gruñir, sentía el calor de su fétido aliento de depredador en la nuca, a pesar de la armadura de combate, que se le hacía más pesada y complicada de mover, aunque no le costaba en exceso. De los desagradables depredadores, recordaba las dos ocasiones que los había visto. Una fue durante una terrible exhibición en una arena de gladiadores, más allá del círculo exterior, mientras se adiestraba cómo soldado de fortuna. Quiso no volverlos a ver jamás en su vida, pero varios años más tarde, durante la represión de un levantamiento en el espacio hapano, los revolucionarios habían liberado a las bestias del zoo, entre las que se encontraban un buen número vargas, que estaban siendo criados para mandarlos a otros recintos. Todavía podía sentir el miedo nocturno en la trinchera, pues a pesar de los sensores y vigías, todas las noches desaparecía alguien, o directamente lo arrastraban fuera de nuestro alcance y comenzaban a devorarlo mientras manoteaba impotente. Aquellos depredadores de gran inteligencia eran silenciosos, tenaces y muy crueles con sus presas, especialmente las especies inteligentes. El miedo era un arma para ellos tan natural cómo sus dientes y afiladas garras.
Tropezó con algo que no pudo ver y no pudo evitar caer, con todo el vello en punta. Le era imposible controlarse, a pesar de la instrucción de años para evitar caer en el temor, o en el odio. Aquellos animales conseguían lo que pocas situaciones o personas habían podido; provocarle un terror más allá de la lógica común.
Se levantó, tratando de dominarse y echando un vistazo a su alrededor. Nada. La oscuridad. Ni siquiera escuchaba el característico chasquear que producían aquellas bestias al cazar abiertamente sin sigilos. Al continuar con su carrera tuvo que frenar en seco, pues ante él se abría otro abismo. Uno sin fondo, del que no veía otra cosa que la negrura.
–Esto ya es pasarse –se lamentó.
Tragó saliva. ¿Varghals o abismo insondable? No retuvo la pregunta demasiado tiempo, pues cómo por arte de magia, a cierta distancia de él, en mitad de lo que aparentemente era caída libre, unas luces sin fuente reconocible tomaban fuerza e iluminaban una pequeña plataforma unida por un puente a algo que no podía ver. Buscó posibles agarres, algún sitio donde pudiera enganchar el garfio y usar la cuerda de escalada para balancearse, pero no pudo detectar nada. Era su armadura, desconocida, pero que parecía saber usar en su totalidad, la que le daba la solución.
–Muy bien, sólo está un par de cientos de metros por debajo –trataba de tranquilizarse pensando en voz alta–. Pero no recordaba tener repulsores en la armadura.
Tras dos pasos atrás, suspiró fuerte. De pronto, la amenaza que hasta entonces no se había dejado sentir más allá que por pequeñas suposiciones, chasqueó las mandíbulas. Pequeños ojillos rojos lo miraban directamente. Un depredador intangible mordió su brazo derecho y parecía que se lo hubiera arrancado, pero continuaba allí y del varghal, ni rastro. De pronto le costaba muchísimo respirar y estaba mareado. Supuso que era el dolor, así que aprovechando que su juicio se nublaba por momentos, corrió hacia el borde del abismo y dio un gran salto.




Siguiendo un poco la idea de las dos anteriores entregas con este nombre, retorno al fanfic de star wars galaxies del que salen Ilvael, Nomaie y el Emancipador. De nuevo, recordad que mi apodo es el que uso en los juegos y este personaje no era una excepción.

jueves, 12 de septiembre de 2013

Jugonas Sendas: "Infestation: Survivor Stories"

Con ánimo de quitarme de encima los malos humores y la perrería fina que me atenaza desde hace más de un mes (alucinaríais de ver lo intratable que ando), voy a desquitarme vía blog de algunas cosas que he visto en juegos que me gustan, o que no me han gustado en absoluto.
Para abrir esta "sección", traigo un juego de zombis MMO que ha traído bastante cola:
El Infestation trae una premisa muy interesante; un sandbox (mundo abierto) con zombis clásicos y algunos no tan clásicos, con ciclo de día y noche, JcJ (jugador contra jugador) abierto. Llama la atención que el juego se venda y traiga premium, pero decido que esto para mí no sea un problema, considerando lo que me ha costado (3 euros recoletados a base de cromitos) y considerando que hay juegos de 50 lereles con un premium peor.
El primer zas con el que me encuentro es la generación de pejotas. No es falta de libertad, es una tenaza en los cojones de la imaginación. Sólo hombres (ahora con las nuevas actualizaciones también mujeres (vestidas de vaqueros y top corto)) con 4 tipos de cabeza, 4 camisetas y 4 pantalones. Lo que sí veo son un montón de "esquemas" de personaje bloqueados, a pagar con dinero de juego o real. Una gran cantidad de dinero de juego, casi cien mil. Esto se agrava luego.


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Empezamos bien con las tonterías premium.

 
Decido crearme un personaje y lo meto en un servidor oficial cualquiera. Casi 100 personas jugando y ya me voy coscando del rollo que hay. En la lista, veo a "civiles" (gente normal), "bandidos" (gente que mata a otros jugadores) y "agentes" (gente que mata a los bandidos y se supone que equilibra el JcJ). Decido ignorar los insultos que se van mandando los unos a los otros vía chat y me pongo a explorar. Es un mapa extenso, con unos gráficos y unos efectos muy majos y mi pc, lo nota. Con 3 núcleos rodando a 2'4 cada uno y 4 gigas de ram, da igual la gráfica, le va a costar. Tengo caídas de hasta 20 fps, pero es bastante jugable igualmente.

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Aquí un calvo y yo, admirando la oscuridad, las luces y las sombras.

Después de un rato caminando y guiándome por un mapa bastante intuitivo (o sea, es un mapa con direcciones y una flecha, ya está, más sencillo imposible) acabo en un pueblecito. Antes de poder hundirle a mi primer zombi la linterna en la cabeza (al aparecer por primera vez recibes una linterna que sirve como arma, una bebida, muesli y una mochila que no podrás quitarte), me meten dos tiros y me matan. Apenas he llegado a ver a quién me atacaba y apenas he podido ver un zombi y su terrible animación (lo peor del juego; las animaciones, malas y simples a matar).
Como hay un tiempo de espera de una hora (¡una hora! ¡hijosdeputa! (cinco minutos pagando)), decido pegarle un tiro al personaje y hacerme otro, pues ni ha aumentado experiencia, ni he conseguido objetos ni nada de nada. Sólo he andado (y es un preludio de lo que más rato vas a estar haciendo en este juego; andar y ocultarte de jugadores bien pertrechados).
Muero otras tres veces más y decido que jugar solo no es para mí. Coincidimos dos colegas y yo, nos juntamos después de 10 minutos pateando colinas y morimos a la entrada de una ciudad, esta vez, por fin, por una horda zombi en condiciones. Esto empieza a molar.



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No, esta horda no. La que nos mató era 3 veces mayor.
 
Esta vez, cómo hemos matado a una buena cantidad de zombis y desbloqueado algunas habilidades, además de que uno de nosotros había sobrevivido haciendo acopio de nuestros trastos imprescindibles, decidimos crear otro par de pejotas, pero mantener los muertos (en una hora, más con ellos). Jugamos sin demasiado problema hasta que PunkBuster decide que no está funcionando y que debería tirarme del servidor oficial por si las moscas. Llevo dos meses con ese problema. Sigue sin solucionarse, pero es algo que me da igual. Y me da igual porque ya no juego en servidores oficiales, sino en privados, donde ponga PVE (Jugador contra entorno, en sus siglas en inglés), por la sencilla razón de que el sistema de "equilibrio" no funciona. Los bandidos van cazando jugadores sin armas con nula oposición (ya me diréis qué hago con mi martillo o mi bate contra un tio armado con un fusil de asalto), pues los "agentes" no pueden estar en todas partes y en muchas ocasiones o se ven desbordados o no hacen nada por falta de equipamiento. Tampoco cobran por ello, son símplemente jugadores que deciden cepillarse a los bandidos cómo otra opción de JcJ. Así que busco servidores de buenas gentes colaborativas, que encuentren más atractiva la supervivencia zombi que apostarse en una de las zonas seguras e ir cargandose a los pobres desgraciados que van en busca de whiskas para comer. Lo más lamentable de esto, es que si bien PunbkBuster ya no me molesta y encuentro mejor una población de 20 que de 100 (por aquello de una sensación más fuerte de estar aislado), es que lo de JcE (Jugador contra entorno, recordemos) es sólo de advertencia. No hay una pestaña que impida el daño entre jugadores, sino que se presupone la buena voluntad de los mismos, lo cual, es un error. Porque en estos servidores, entran muy a menudo jugadores que se dedican a matar a los que hay, sin apenas oposición, pues el administrador del servidor no suele estar mirando y no parece haber un sistema para banearlos directamente (el mismo juego no lo contempla). Así que al final, en dichos servidores sigo con el mismo problema pero reducido. Alguna vez te los encuentras, y hasta mueres, pero suelen tener poca población y con evitar las zonas típicas (son gente de costumbres fijas) se aburren y se van.


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¡Alejaos u os tiro una lata!
 
En definitiva, no es un mal juego. Su rendimiento no es malo considerando lo enorme del entorno y su calidad (aunque hay texturas que son para darles con la zapatilla), pero trae graves problemas, cómo el descontrol del "bandolerismo" que lo hace hasta injugable si no pagas más para conseguir armas y munición, las malfunciones contínuas de PunkBuster y la falta de interés por proporcionar soporte por parte de los desarrolladores (el APB Reloaded tenía el mismo problema y se arreglaba fácilmente) y una de las más gordas, considerando que hay tanta diferencia entre premium y normal (que es gracioso considerando que sí pagas el juego desde un inicio); la ausencia de un comprador genérico, para vender todas esas cosas que no se usan y de las que no vendría mal deshacerse para conseguir dinero de juego (MUY escaso). En serio, la única forma de conseguir dólares en el juego es matando zombis (cuando todos sabéis que lo bonito está en esquivarlos cuando tienes pocas armas). Otra forma, ya fuera del juego, es vender lo que recolectes vía foros, montando un mercadillo, cosa que ni sé ni me apetece intentar. He visto los mercados de otros y es alucinante lo bien surtidos que están. 


Lo mejor: Buenos gráficos, un rendimiento decente y la posibilidad de ir a donde quieras.  

Lo peor: Los cazadores de jugadores, los problemas con PunkBuster, la enorme diferencia entre premium y normal en un juego que no es free to play, la falta de una tienda en el juego y un audio un poco pobre. Además está la sensación de que le falta desarrollo y animaciones decentes.  

El Senderista recomienda: Si lo tienes ya, mira de jugar con amigos en un servidor privado poco poblado. Si te van las emociones fuertes y puedes pagarte equipamiento, siempre puedes ir a matar jugadores, pero con tiento y cabeza. 

Si no lo tienes, no lo compres hasta que no merezca la pena. Si nunca merece la pena, es un dinero que te has ahorrado.

martes, 13 de agosto de 2013

Partida de Guerra 2.

Mi mensaje, después de la lectura:

La noche era clara. No había nube que manchara el espectáculo del cielo estrellado, en el que la Luna destacaba sobre todas ellas, eclipsando a las más débiles. Abajo, en las afueras del pequeño poblado el señor de aquellas tierras peleaba con un pelele giratorio, que en su brazo izquierdo tenía un escudo y en el derecho un gran garrote. Reissig por su parte, practicaba el arte de la lanza a pie. Nunca le había gustado, pues prefería el hacha, la espada o últimamente aquél gran instrumento que era el lucero del alba, pero estaba decidido a ser capaz de defenderse con la mayor cantidad de armas posible. Pero aquél pelele lo estaba machacando. Sus lanzadas no eran malas en absoluto, pero no era lo suficientemente rápido para usar el asta y parar el golpe del garrote. Y con escudo era incluso más torpe. Pinchó el centro del cuerpo del pelele para sentirse un poco mejor.
–Señor, eso es hacer trampa.
Se sobresaltó. No había escuchado a nadie acercarse y aunque la voz era conocida, lo había cogido por sorpresa.
–Maldita sea Klethi –dijo, recuperando el control de sus latidos–, vas a acabar por matarme si sigues haciendo eso.
–¿Yo? Señor, no sea tan malo –dijo ella, sonriendo pícara mientras dejaba una pesada bolsa de jabalinas a un lado–. Yo nunca podría hacerle daño.
Eso era mentira. La había visto arrojar una de aquellas jabalinas a una distancia enorme, sin perder en precisión. Si había alguien en su compañía que pudiera matarlo con todas las garantías, era ella. No es que no pudiera, es que no quería hacerle daño. La pelirroja se había unido un año y medio antes, en la capital swadiana de Suno. Ella necesitaba salir urgentemente de la ciudad y él pasaba por esa misma taberna, en busca de nuevos espadones para reclutar. No se había reído, símplemente la había contratado junto a cinco tipos más de aspecto feroz y había salido de nuevo, con la promesa de verlos más allá de la puerta del Este, en el camino que lleva a Uxkhal. Después vendrían los meses de entrenamiento, las penurias, las victorias y la gloria. Pero sobre todo, lo que más le gustaba a aquella jovencita y fibrosa pelirroja de cabello cortado torpemente a tijerazos era el dinero que ganaba. Compensaba de sobra el vivir bajo las estrellas.
–¿Qué haces aquí? –preguntó el caudillo, apoyando la lanza en su hombro y relajando la pose–. Sabes que os quiero frescos por la mañana. Somnolienta no vales de mucho.
–Mi señor, eso mismo podría decirle a voacé...
–Déjate ese tratamiento para cuando haya alguien de alcurnia delante –la interrumpió, irritado. La parla cortesana no estaba mal para los bailes y los juramentos de torneo, pero en campaña, no lo aprobaba, más allá del simple trato respetuoso–.
–Era una broma, patrón, no hace falta que se ponga serio.
–Ya, muy bien. ¿Qué quieres?
–Practicar, sire, como vos.
–La práctica durante el día, la noche es para dormir.
–Sí, pero es más divertido practicar con alguien, ¿verdad?
No respondió, simplemente giró y volvió a enfrentar al pelele. Pero sabía que la tenía detrás y que aquél suave siseo, de metal y luego madera contra lona, era el de una jabalina. Sintió una punzada en el omóplato derecho, allí donde hacía unos meses, ella, tratando de defenderlo de un borracho, había arrojado una de esas dagas que lleva consigo. Tan fuerte la lanzó que atravesó la excelente coraza y aunque tocó hueso, no hizo más mal que el dolor. Tuvo un mal presentimiento
–Con cuida...
La jabalina avanzó recta, le pasó a medio metro de la cabeza y atravesó con violencia el escudo. El pelele giró un poco, pero gran parte de la fuerza se había perdido al no incrustarse en el brazo y continuar el camino. Recordó a un jefe de mamelucos especialmente osado y blindado, al que el caudillo había designado cómo objetivo prioritario para los ballesteros. Nadie logró hacerle mella, hasta que Klethi, corriendo para ganar impulso, usó una de las jabalinas contra él y lo clavó al caballo. Todos suspiraron de dolor al ver la tremenda herida más tarde.
–Estos muñecotes son una mierda –comentó, divertida–. El metal y la carne son mejores para practicar.
No respondió. Sólo miraba hacia el pelele, aunque realmente, intentaba ver algo más allá.
–Sire, ni siquiera le he rozado...
–Cállate, maldita seas.
Klethi no se atrevió a moverse ni a hablar de nuevo. Aquél mismo tono, áspero y desagradable había presagiado muchos degüellos y ejecuciones ejemplares.
Algo, a lo lejos, sonó. Era un tintineo. Los ojos del mercenario escudriñaban las sombras cercanas a las casas de enfrente, tratando de buscar la fuente del sonido.
–Klethi, escucha atentamente y sigue mis órdenes sin dudar –dijo de nuevo con aquella voz, que parecía venida del mismo Infierno–. Coge tu caballo, cabalga hasta la compañía y dile a Matheld que está al mando y que se dirija a poniente. Hay un ejército al otro lado de las dunas y allí en las sombras, hay batidores.
Cómo obedeciendo una señal, cinco soldados, vestidos con turbantes y armaduras de cuero, se movieron hacia ellos en silencio y con rapidez. Brillaron sables al desenvainarlos.
–¡Pero patrón!
–¡Vete maldita, da el aviso! –gritó, ya sin pretender enmascarar sus intenciones–. ¡No os enfrentéis a ellos! ¡Yo los detengo, pero corre de una maldita vez!
Tiró una fuerte lanzada contra el primero, que lo atravesó sin gracia, pero con efectividad. Cayó sin vida y Reissig no pudo sujetar el asta del arma, para recuperarla. Se maldijo por no tener a mano su lucero del alba y pensó rápido. Tras él, debía de estar el saco de venablos que la joven había dejado. Sin dejar de ofrecer cara al enemigo, retrocedió con rapidez y allí encontró el saco. Lo agarró con las dos manos y golpeó con él al primer batidor, que al ver que se retiraba desarmado, creyó vencer. El caudillo recogió cómo un rayo el sable del caído y le lanzó un tajo a ciegas, antes de que llegaran los otros para socorrer a su camarada que ya blasfemaba de todos los dioses. Otro le llegó con el arma en alto, buscando la cabeza. Paró el golpe, bajó la muñeca y le propinó un cabezazo en la nariz, para después ensartarlo en tierra. Le lanzó el sable al tercero, que hurtó un momento el cuerpo, tiempo suficiente para que el mercenario recogiera el otro sable del suelo y mantuviera una guardia alta. Los batidores dudaron. No esperaban tanta oposición por parte de un aldeano. Reissig vio que vacilaban y se lanzó al ataque, aprovechando el respiro que le habían ofrecido. Cortó a uno el vientre y sus tripas se desparramaron con un repentino y desagradable olor. De los dos que quedaban, uno le paró el feroz sablazo, mientras el otro lo apuñalaba en la oscuridad, sin demasiado tino, pues no consiguió más que hacerle una herida superficial. Pelearon poco tiempo más, casi abrazados entre insultos, blasfemias y golpes. Al final, el caudillo salió victorioso, al precio de varios cardenales, un corte en el costado y un tajo bastante profundo en la cadera, que le dolía mucho. Se acercó al primero y desclavó la lanza con un gruñido. A lo lejos, en la duna, habían siluetas que centelleaban plata sobre la arena; los temibles mamelucos sarraníes descendían en Hawaha cómo una marea de metal y caballos. El mercenario, empuñó con fuerza la lanza, lanzó un rugido de desafío y se sostuvo a pie firme cuando cargaron sobre él.
A dos estadios al otro lado de la aldea, la compañía se apresuraba. Matheld sabía que sus órdenes se cumplirían sin oposición y por ello había mantenido su fría mirada nórdica en la aldea, de la que comenzaba a salir algún fuego. Un punto de preocupación atravesaba su pálida frente, que relucía casi tanto cómo su cabello, de un rubio tan claro que bajo la luz de Luna resaltaba entre tanta cabeza morena. Era la primera a la que había reclutado el mercenario en cuanto pudo permitírselo y era desde luego la más fiel de toda la compañía. Y por eso, se le hacía muy duro marchar y seguir sus órdenes. Pero la lealtad que le profesaba la obligaba a ello. Montó el el alazán que usaba para el viaje y dio la orden de partir.


Os traigo la continuación del post de hace ya unas semanas. Aunque esta vez, ya lo habéis visto, hay algo más de acción.

Dispensad si no os he respondido a algunos o si directamente parezco desaparecido. El verano no suele ser buena época pero este año ha comenzado la sequía antes y además, está siendo peor que otros. Es la primera vez que llego a la mitad del año y apenas he avanzado en nada.

domingo, 30 de junio de 2013

Partida de guerra


–Dicen que es un cruel esclavista –comentó asustado uno de los aldeanos–, que a los que no se lleva los pasa por el cuchillo.
–Las mujeres no están a salvo de su tropa –replicó otro, con los ojos desencajados, pensando en sus cuatro hijas–; sino que no les molesta no poder venderlas doncellas y prefieren beneficiárselas antes de llegar a puerto.
–¡Dejad de cuchichear burradas, maldita sea! –gritó el más anciano del lugar, que hacía las veces de improvisado líder de la aldea–. Ya sabéis que siempre se tiende a exagerar, para asustar a gentes cómo vosotros.
–Pero Ilmis, esta vez es verdad. Mi prima huyó de Assuadi después de que ellos la saquearan, quemaran las cosechas y exterminaran a cualquiera que no sirviera para venta –el primero se frotaba las manos, recordando el espanto que traía su prima en los ojos después de escapar de aquello y de los terrores nocturnos–. Y cuando se creyó a salvo en el castillo de Weyyah, se dio cuenta de por qué  había tanto centinela enemigo apostado en la ruta de Shariz que era el resguardo más lógico y por ello tuvieron que ir a Weyyah. Los malditos Rhodoks asaltaron Weyyah. ¿A que no sabéis quién encabezó el asalto?
–El mismo hombre que es ahora nuestro señor y que esclaviza a cualquiera que encuentra en su alcance –susurró el anciano, tratando de que el resto no alzara la voz–. Sí, muy bien, es un hombre cruel. ¿Habéis olvidado al emir Firentis? Era un hombre que decía ser todo un caballero; virtuoso, veraz en el trato y de buen comportamiento con los débiles. Y resultó ser un putero, mentiroso y prepotente. Por eso el sultán Hakim lo mandó decapitar, aunque no lograron echarle mano. Al menos éste no se oculta.

Alguien gritó el nombre del anciano desde los límites externos del pueblo. El tono, cargado de terror era una terrible advertencia. No era la primera vez que escuchaba aquél grito. Lejos, en las dunas, bajo el implacable sol de los límites del desierto sarraní se veían docenas de lanzas de caballería asomando. El estandarte representaba un águila bicéfala negra sobre un fondo amarillo, emblema del que todos había escuchado hablar. Reissig, el esclavista había llegado a su recién adquirido feudo.
Un jinete, vestido con la compleja armadura de los grandes señores vaegires del Este, se acercó con un suave trotecillo, casco colgando a su diestra, con armas e impedimentas sobre la enorme montura de batalla, que además traía barda de excelente malla y bandas de acero. La cabeza, tocada con un turbante mal anudado, la ladeaba y observaba con ojo crítico todo lo que en su trotar pudo ver después de dar un ligero rodeo. Llegóse a Ilmis después de que tres de sus soldados cabalgaran junto a él; conversando sobre lo visto, pero el anciano no sabía muy bien qué hacer, si implorar ya su compasión o prepararse para huir.
–Buen día. Me gustaría hablar con aquél que se llame líder aquí –su voz era sorprendentemente suave, aunque con un acento que ni era Rhodok o Sarrani, sino que pertenecía a una tierra que ninguno de por allí conocía–. Si lo hay, claro.
–Con él habláis, gentil señor –el anciano inició una reverencia, más se frenó al ver que el líder guerrero hacía un gesto con la mano para que no la completara–.  Las buenas y trabajadoras gentes de Hawaha me eligieron cómo voz.
–En ese caso, me gustaría saber por qué están los campos descuidados, los palmerales vacíos y la acequia es un lodazal.
El tono no era amenazante. Realmente era alguien preguntando unas razones y esperaba una respuesta, que en la cabeza de Ilmis no era capaz de visualizar de puro terror. La amenazante presencia de aquellas lanzas en las dunas, el aspecto patibulario de dos de los acompañantes y las armas del noble eran suficientes para lograr que por primera vez en mucho tiempo, el acostumbrado anciano se trabara.
–Mi señor, hemos sufrido dos plagas y cuatro saqueos este año, sin contar secuestros y levas –repuso tras recomponerse después de tragar saliva ruidosamente– no hacemos otra cosa que intentar sobrevivir, pues apenas llegamos a ello.
–Ya veo. ¿Qué necesitáis para volver a los campos y comenzar a producir? –de nuevo, la pregunta directa–. Soy el nuevo señor de estas tierras y aunque el rey no ha juzgado conveniente hacerme disponer del castillo Weyyah que es el más cercano, sigo teniendo una responsabilidad.
–Muy bien mi señor, le felicito –comentó en un acto reflejo–. Pues cómo justamente imaginará, necesitamos desatascar la acequia para regar los campos. Pero para ello necesitamos brazos que no tenemos, especialmente porque muchos están tan débiles que apenas pueden levantarse. Además, aún así nos es imposible moler el grano, ya que hace cuatro cosechas destruyeron el molino y desde entonces lo hacemos con dos grandes piedras, pero no es muy buena forma.
–Bunduk, que traigan el grupo de prisioneros y los pongan a limpiar la acequia. Recuérdale a los prisioneros lo que ocurre con los contestatarios. Y dile a Marnid que traiga seis grupos de cinco animales –se giró hacia el anciano, que asistía incrédulo–. A partir de ahora espero que no les moleste dedicarse a la ganadería. Dejaremos a algunos soldados que saben cómo tratar y alimentar a las bestias para que aprendan. Yo no sé mucho, pero los he visto tratar con ellas en peores sitios.
–Es muy generoso mi señor, nosotros...
–Un momento, por favor –dijo, mostrando la palma de la mano, plagada de pequeñas cicatrices–. Matheld, habla con Katrin y mirad a ver qué podéis hacer por los enfermos. Nízar, trae a Artimenner y a ver qué se puede hacer con el molino. Y que Lurchs haga el favor de traer el carro de grano, a ver qué se puede quedar aquí. Ah. Por cierto. Soy el señor de estas tierras. Pena de vida al que se propase con cualquiera, ¿está claro?
Todos asintieron mudos ante  la afirmación con la experiencia de quien ya ha vivido afirmaciones similares y han podido comprobar que no son bravatas de un joven. Recordaban a un tal Rolf, que intentó llevarse a un pajar a una joven de un pueblecito en el interior de Rhodok, reino al que servían. También recordaban cómo obligó a la compañía entera a ver cómo los dos mastines del líder le daban caza y lo despedazaban vivo ante sus ojos.

 


Bueno, no es exactamente lo que quería publicar, pero allá va un relatillo cortico que forma parte de una serie de relatos similares, con saltos en el tiempo. En este caso, son dos partes. La siguiente en algunos días.
Está descaradamente basado en el videojuego Mount & Blade: Warband, "expansión" que realmente consta de el juego original, con mejoras a la jugabilidad y muchísimo más contenido. Es una suerte de simulador medieval, salvando algunas distancias. Tiene algunos fallitos pero es muy entretenido comprar un lucero del alba y abrir cabezas cómo melones maduros.



viernes, 24 de mayo de 2013

El Arma Embarcada.

Lo siguiente que vais a leer, lo escribí hace unos cuantos meses, mientras comenzaba a organizar el escuadrón imperial del clan de Star Wars Galaxies; Nueva Hispania. Comencé a escribir una suerte de organización y tácticas, según mi propia experiencia, destinadas a mejorar la capacidad de combate de las naves imperiales en el juego, ya que todos solían ser maniobreros pero muy, muy ligeros, con lo que no se les podía equipar con facilidad (la Rebelión, sin embargo, disponía de casi un caza para cada situación, mientras que el Imperio dispone de cazas ligeros de distintas configuraciones hasta llegar a lo mejor, que irónicamente venía a ser un Tie Figther con más capacidad de carga o un Tie Interceptor de la Guardia Carmesí.

No he tenido en cuenta de posibles pilotos que fueran imperiales, pero que hubieran elegido la rama de entrenamiento de Sol Negro, que es civil, pero proimperial. Así, la variedad de naves aumentaba y también la flexibilidad. Mi idea, es completarlo para cuando salga uno de los dos emuladores.




La Armada Imperial dispone de tres cuerpos que a pesar de la estrecha relación con la misma, disponen de su propia cadena de mandos; la Infantería de Marina, los Soldados de Asalto (que disponen de navíos propios, aunque suelen operar en destructores y navíos de asalto de la Armada) y el Arma Embarcada. De ésta última tratará nuestro documento, refiriéndonos a su organización, mandos y tácticas.


El Arma Embarcada:

En un primer momento, los mandos de caza, bombardeo e intercepción iban a estar comandados por oficiales de la armada, pero el Emperador decidió otorgar cierta independencia a éstos, con ánimo de evitar deserciones e intentos de traición. Además, les dió un sentimiento de cuerpo muy fuerte, teniendo distintivos radicalmente distintos y una cadena de mando completamente diferente a lo habitual (todos los pilotos son alférez como mínimo), cuyas decisiones provienen de sus propios oficiales superiores y no de otros, pese a que tengan mayor rango. Son audaces, atrevidos y están muy orgullosos de pertenecer al Arma Embarcada.

Las tareas del Arma, van desde la defensa de un perímetro, sea cual sea su tamaño, a la escolta de grandes flotas, destinando su fuerza al ataque primario sobre elementos de caza o bombardeo enemigos y cazabombardeo y bombardeo de precisión. Incluso, disponen de pequeñas cañoneras, destinadas a combates mayores o contra mayor número de pequeños enemigos, que dan apoyo extra al Arma. El ataque a grandes estructuras lo efectúan los navíos de la Armada, pero el Arma también dispone de esa capacidad, aunque es recomendable no usarla en esa dirección, por el enorme costo en vidas y aparatos.

El Arma se divide en grupos de combate o alas, que a su vez se dividen en escuadrones y finalmente obtenemos las escuadrillas, que constan de seis astronaves, con dos líderes y cuatro puntos, dos por cada líder. Dada la escasa potencia de un caza o cazabombardero, la solución de tríos de combate parece ser la más adecuada. Es muy necesario que el Arma opere en superioridad numérica, puesto que no siempre pueden esquivar un disparo y los sistemas defensivos no son suficientes cómo para soportar un disparo de cañón blaster, aunque hay probabilidades de que no sean destruidos de una sola vez. Así, en grupos de tres, podrán enfrentarse a una escuadrilla enemiga manteniendo siempre a un caza detrás de cada enemigo, protegerse entre ellos y mantenerse vivos.

Dicha formación, ha de ser abierta, a distintos niveles y en V.

Cada Ala de combate dispone de al menos dos escuadrones (cada uno compuesto de seis aparatos); el Primer Escuadrón y el de Instrucción, indispensable para los nuevos pilotos ingresados en distintos roles y para mantener entrenado al resto de escuadrones en caso de inactividad prolongada. Además, si se hiciera necesario, el de Instrucción deberá entrar en combate cómo uno más, dándole la última designación posible de escuadrón. Así, si un Ala dispone de por ejemplo, seis escuadrones, el de Instrucción será el séptimo en combate.

Cada escuadrilla estará compuesta de cuatro alférez, un teniente y un capitán, que comanda la escuadrilla. A su vez, cada capitán está a las órdenes de un comandante, que en vuelo lidera al escuadrón como parte de la primera escuadrilla, la única que no tiene capitán, sino dicho líder. Cada líder tiene derecho a escoger cuáles serán sus puntos, comandante con preferencia sobre capitán y capitán sobre teniente.

Por último, un ala puede estar liderada por un comandante con más experiencia que el resto de comandantes. Cuándo alcanza el rango de general de brigada se le aparta del servicio activo, aunque hasta ese momento, mantiene el derecho de escoger puntos, aunque su escuadrilla se encuentra a parte del resto del escuadrón (dependiendo del tamaño del Ala), a la que se la conoce cómo La Escuadrilla, entendiendo que sólo hay una de esa clase en el ala. Hay antecedentes de generales de brigada u oficiales superiores que se han visto en la tesitura de pelear, tanto por necesidad cómo por juventud o para liderar a sus tropas. En estos casos, mantienen sus privilegios y su propia escuadrilla.

martes, 21 de mayo de 2013

¡En Propia Puerta narrará la final de la Champiñon's League!

¿Y os lo vais a perder? ¡El mejor humor futbolístico, de la mano de Joe Deckard y David Escamilla, presentadores del exitoso programa que no sigue mucha gente; En Propia Puerta!
¡Una noche de lujo con el mejor fútbol amenizado por nuestros dos comentaristas! ¡Si el partido es malo, da lo mismo, carcajada garantizada (no)!
Lo mejor, y digo, mejor es que si nos os hace gracia y quisiérais tener la oportunidad de linchar a tan apuestos comentaristas, ¡tenéis la oportunidad! ¡Venid solos o acompañados, pero venid a Pub ValRock, porque narrarán el emocionante (que no) partido directamente desde las mesas del fantabuloso local cuyos dueños han accedido (tras serias y graves amenazas) a permitir que dos personajes cómo éstos aparezcan por allí!
¡Si vivís por Valencia, no lo dudeis! ¡ValRock, en la calle Albacete de Valencia, número 25 (que viene a ser en la acera en la que no está la Finca Roja)! ¡Ocho y cuarto de la tarde (siete y media si eres Vaporoyente (vía Steam, leches, mirad más abajo))! ¡Hoy estoy que me grito encima, ¿se nota?!

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Si queréis uniros vía Steam para poder escuchar la narración del partido, tendréis que añadiros al grupo de En Propia Puerta de Steam y acceder al chat del grupo a la hora convenida (con el micro silenciado, por supuesto, pues si no, las interferencias pueden ser curiosas). De momento no hay un sistema distinto para hacerlo y sólo se puede decir aquello de "¡Estamos trabajando en ello!"

Siento decir, que si no disponéis de juegos comprados por Steam no podréis acceder a las funcionalidades sociales, es una lástima, pero de momento, es lo que hay.

¡Compartid! ¡Difundid! ¡Anunciad! ¡Spammead!

domingo, 19 de mayo de 2013

El Vacío y el Héroe.

En aquél vasto desierto, en la frontera del tiempo y del espacio, se encontraba el Vacío, el agujero de la realidad desde donde el Oscuro realizaba sus maquinaciones. Allá, en la Irrealidad, tramaba en contra de los mortales y sus vidas, conspirando para traer su oscuridad sobre todos ellos. Y allí, en la linde de la nada, el Héroe aguardaba.

–Nada encontrarás al otro lado. Sólo su personalidad perversa –dijo aquella voz de su cabeza, la que le guiara desde el inicio de todo aquél viaje. Recordó los verdes parajes, las siniestras simas, los inolvidables compañeros y los mortales enemigos–. De nada servirá tu físico. Ni tu espada. La voluntad saldrá victoriosa y eso es lo que has de buscar cuando atravieses la barrera.

–¿Cómo volveré? –preguntó, más parte del propio trámite de aquella última aventura que de una real esperanza, que desapareció completamente ante el silencio–. Ya veo. Si acabo con él; ¿volverá?

–Siempre lo hará.

–¿De qué sirve entonces mi sacrificio? –preguntó, sintiendo flaquear su empeño–. ¿Para qué murieron tantos otros?

–Vendrá en otra forma, con otro rostro, pero volverá. Y de la misma manera, tú, con otro rostro, volverás a enfrentarlo.

–¿Seremos otros o nosotros mismos?

–Tanto lo uno cómo lo otro.

–No hay entonces otra manera.

–No. Debes enfrentarte a él en su elemento.

–¿Cómo podré vencerle en su terreno? ¿Y si mi voluntad no es suficiente?

–Hijo, mira donde estás.

A su alrededor, la arena gris era todo cuanto se podía ver. No había sol en el cielo ni luna alguna que iluminara aquellas fantasmagóricas dunas, sino una luz que parecía emanar de cualquier punto en el espacio y que no deslumbraba, pero que tampoco llegaba a iluminar eficazmente el desierto. Y allí, frente a él, el agujero permanecía atento. No se podía decir que tuviera forma física, pero lo parecía. La realidad se retorcía cómo un gigantesco remolino que acababa por consumirla. No hacía ninguna clase de ruido y aquello lo hacía más ominoso, sino que al contrario era incluso más aterrador. La destrucción absoluta se supone que ha de ser ruidosa y tremenda, no tan... silenciosa.

–Has llegado hasta aquí. Tan sólo queda el último empujón. No te garantizo la victoria, pero te garantizo que no se repondrá tan fácilmente aunque la derrota encuentres. Y eso le valdrá al mundo de mucho, mucho tiempo más.

Cogió la espada y la sopesó. No era mágica, era simplemente un arma excelente, fabricada por un estupendo espadero, que se la dejó a muy buen precio y que nunca cambió, pese a encontrar armas que vibraban con el pulsar mágico. Aquella espada no le había fallado, ni le fallaría jamás. Apuntó con ella el centro del horrible remolino.

–Muy bien, es hora de ponerse en marcha –dijo por fin, ajustándose el correaje y comprobando que lo llevaba todo encima–. ¿Qué ocurrirá contigo?

–No te preocupes por eso. Ambos pasaremos al otro lado. Trataré de combatir también, pero apenas tengo ya fuerzas.

–Así que somos dos los que nos sacrificamos...

–Sí, algo así. Aunque no exactamente así.

–Nunca te entiendo.

–Oh, no te preocupes. Ya lo entenderás. Con tiempo.

Comenzó a correr hacia el remolino. Había decidido que puestos a morir en una batalla de voluntades, al menos llegaría lo antes posible.

–¡Pensaba que no iba a haber más tiempo! –gritó, acercándose a la carrera, desenvainada la espada– ¡Pensaba que era el final!

–Eso es lo que pensamos todos siempre. ¡Y luego nos vemos agradablemente sorprendidos!

Con un salto, se sumergió en el ahora pequeño remolino. Al acercarse se había ido encogiendo con rapidez, cómo si adivinara las intenciones del Héroe y las temiera. Éste, no pudo responder ya a la voz de su cabeza, pues la descomposición corporal había sido inmediata. Quedó el pensamiento puro e hizo lo que mejor sabía hacer.

Golpear.

El remolino tembló con violencia. Apenas un segundo después de que sin más ceremonia el Héroe saltara en él, el Vacío gritó profundamente, con una terrible voz, que rasgó el tejido de la realidad en todos los mundos e hizo que cientos de torres se tambalearan. Aquí y allá los hechizos fallaban y chisporroteaban, el cielo brillaba con extraños fulgores, cómo si se retorciera y tratara de escapar de sí mismo mientras que las montañas aullaban cómo si fueran animales. Apenas quince segundos después, todo volvió a la tranquila normalidad, pero aquella sería una noche que nadie olvidaría jamás en su vida.




Un relatito corto, que hoy apetecía. Espero que os guste muchachada.

miércoles, 8 de mayo de 2013

¡Yo soy vosotros!

Yo soy la máquina que mueve el mundo. Traigo gloria y hambrunas, os proveo de nuevas tecnologías mientras lleváis a cabo vuestros impulsos más atávicos. Pongo a hermanos contra hermanos, hijos contra padres y abuelos contra todos. Los pueblos que se hicieron grandes gracias a mi intervención ahora me han retirado la palabra y no quieren oír hablar de mí, así que busco mi hueco entre otros. Pero sé que volverán y yo no soy rencorosa. Porque soy la bestia que se alimenta de vosotros y vosotros no podéis resistiros a mí. Por mi mano, caen gobiernos, pueblos y países, mueren millones y resultan heridos cientos de millones. Soy vuestra maldición y vuestra bendición. Siempre soy vosotros y al mismo tiempo, no soy nadie. Me buscáis cuando os sentís pequeños, pero me rehusáis después de un tiempo. Queréis controlarme, pero es mi fuerza la que os acaba arrollando, queráis o no. Yo, que soy vilipendiada por tantos y que tantos reniegan de mí; Yo convierto granjeros en héroes! ¡Yo os traigo vuestro progreso! ¡Yo soy la bestia que tira del mundo y que se alimenta de vosotros! ¡Yo soy en definitiva, aquella que vosotros creásteis, pero que va impresa en vuestro ridículo adn de simio superdesarrollado!
¡MOSTRADME MÁS RESPETO!




Hoy vengo sin explicar. Tomaros lo de arriba cómo una suerte de adivinanza/que sea lo que tú quieras.

miércoles, 24 de abril de 2013

Taffel ha muerto.

Esta vez toca explicación antes de que leáis. Soy jugador veterano de la campaña que narra mi buen amigo, el Narrador de Antagis. La campaña, pasado el verano, cumplirá nada más y nada menos que diez añazos y algo habrá que organizar. De momento, os traigo una carta, escrita por mi personaje, Vilem, para su amada; Emmariel. Es una pequeña reflexión que se hace el personaje causada por la muerte de uno de sus compañeros y amigos, que era uno de los miembros fundadores del grupo de aventureros. Espero no aburriros mucho:




Diecisiete de Siroco del ciclo solar cinco mil cuarenta y cuatro.

Amada Emmariel

Ha sido un día duro. Hoy contemplo uno de los crepúsculos más tristes desde hace ochanas. Estoy aún feliz por el nacimiento de Alana y por haber podido pasar un tiempo con vosotras, a pesar de lo breve que fue, pero hoy ha ocurrido una tragedia, que aún considerando nuestra profesión, nos ha cogido a todos por sorpresa. Trafeliguan, Taffel, el cábiro que aquel día apareció conmigo y juntos marchamos al Oeste, ha fallecido víctima de unos cíclopes, comandados por la pérfida Amaranta, dríada del valle del Roble Rojo, que se había trasladado hasta aquí con oscuras intenciones. Antes de que anocheciera hemos arreglado su cuerpo y Nali lo ha preservado para el viaje con una de sus runas. En Leze tenemos pensado entregarlo a la Casa de la Muerte, para que oficien un funeral y se lo lleven de vuelta a su tierra y dispongan de él según sus deseos.

No sólo su óbito me ha entristecido, sino que me ha hecho pensar en mi propia vida, en ti y en nuestra hija. Siempre digo que mis aventuras sólo son escalones hasta llegar a un objetivo final. Viajar y hacer alianzas, formarme un nombre que el gentío reconozca y ame, y conseguir dinero para poder poner en marcha la independencia de mi país. En otro tiempo había dudado de mi tarea, pero siempre pensando en lo fútil de mis intentos. Sin embargo, ahora no es eso lo que me preocupa y que hace que a intempestivas horas escriba esta carta desde el comedor del puesto comercial de Olgo. Es la posibilidad de perder mi vida lo que me asusta por primera vez, no por el trámite de morir, sino por no volver a veros.
Hace ya tiempo que tengo la sensación de ser un anciano, rodeado de jóvenes, a pesar de que algunos me superen bastante en edad y de que yo no soy un anciano en absoluto. Ahora me arrepiento de los últimos años, en los que han dominado los vicios, el trasiego de vinos y licores variados, de los excesos y la inactividad. Sin ir más lejos, el propio Olgo me ha servido una copa de vino con leche de cabra, para ayudarme a dormir, y me ha dejado la botella cerca por si quería rellenar la pequeña jarra. Hace casi un año que soy incapaz de beber nada y no negaré que me ha hecho bien, pero ni he reparado en este hecho hasta que me la he llevado a la boca y he notado que me quemaba los labios. Doy gracias por  semejante «maldición», pues si no, temo que podría haberme dado de nuevo, sin límite, a la bebida.
El pobre Taffel. Sabemos quién era, pero ahora me doy cuenta de que no lo conocíamos tan bien. Hablábamos mucho, sí, pero no nos contaba nada de su vida. No sabíamos de él más que lo poco que nos dijo y lo que con nosotros lograba. Era alegre, algo soberbio y codicioso, pero nunca contó sobre su familia, o amigos. Aunque tampoco pregunté y ahora me arrepiento, pues siento que he perdido un gran amigo a pesar de todo. He abierto su testamento, pero no es demasiado esclarecedor. Así que me temo que símplemente puedo llevar a cabo sus últimos deseos. Se me hace extraño no escuchar su respiración ruidosa, extraordinaria para alguien de su tamaño, en la alcoba aledaña, o saber que al despuntar el alba no escucharemos una de sus chanzas, o su risa, contagiosa a más no poder.
Esta sensación me recuerda demasiado a tiempos menos agradables de recordar, en los que perdí a amigos o familiares. Otros compañeros han muerto y siempre es motivo de tristeza. Lenara, Thain, Ulnar... En su momento el fallecimiento de Maximilian me sumió en un estado semejante, aunque no lo conocía tanto como al cábiro. Pero fue un gran amigo y su muerte me apena incluso más por el hecho de que ni siquiera debía combatir y aún así, recibió una flecha de la que no se pudo recuperar. Sigoculpandomee por aquello, a pesar de haberlo rescatado yo mismo de las fauces de una muerte segura y horrible. Pero siempre pienso que debería haberle hecho marchar, a vivir su vida y no a seguir la mía. Evidentemente, la aparente muerte de Qunisp, o de Faran, me apenaron; especialmente la de este último, pero siempre encuentra, por suerte, la forma de volver. Ha sido tal vez las circunstancias de la muerte de Taffel lo que me ha hecho pensar. No ha sido en una gran batalla cómo Qunisp, no ha sido producto de una traición cómo mi querido Feredil, que Mekagraon lo tenga en su seno. Ni siquiera ha sido porque le viniera demasiado grande, como a Maxi. Ha sido en el Plano Umbrío, en un combate que en parte por mi imprevisión se nos había ido de las manos. Fuí lento al pedir favores que no me gusta pedir y que tal vez le habrían salvado la vida. No lo sé. Aunque Amaranta a la larga podría haber hecho daño, Taffel murió porque en un momento dado decidí que era mejor ceder, en lugar de hacer lo acostumbrado. Si hubiéramos acabado con ella, él y mucha otra gente seguirían con vida y esta carta sería distinta. En todo caso, Vaire me ha contado que se batió como un valiente, a pesar de la superioridad de los enemigos y que no cejó hasta que lo mataron, dándonos al resto un tiempo muy valioso para poder enfrentarnos a nuestros respectivos enemigos. Aún así, no nos dió tiempo a anclar su espíritu para reparar su cuerpo, cómo hiciéramos ya antes.

No sé qué más escribir, amor mío. He acabado desviandome de la dirección que me propuse con la carta y al final te habré preocupado. Necesitaba tal vez escribir un desahogo y también necesito de ti y de la pequeña Alana. Dale un beso y un abrazo de mi parte. Es muy posible que cuando terminemos con esta aventura, viaje a Antagis para veros.

Un beso, mi amor.
Vïlem Rendarn.


Técnicamente, en la campaña no ha pasado ni por asomo tanto tiempo, pero al volver a casa después de la partida en la que nuestro mago perdió la vida, sentí necesidad de escribir algo, como homenaje. Hoy, lo cuelgo, para que lo leáis si queréis.
¡Un saludillo!
Carta a Emmariel (versión guay).


domingo, 21 de abril de 2013

3 años en Subcultura y un cambio en la publicación.

Hoy hace tres años ya que doy vueltas por Subcultura. Fui siguiendo EATATAU!!! y acabé por pasar de un anónimo y silencioso lector a un registrado y silencioso lector. Unos cuantos días después decidí comenzar a publicar mis relatos también por aquí, al ver que en la portada se mostraban las últimas actualizaciones no sólo de cómics y comentarios, sino también de los weblogs.
Desde entonces he conocido virtualmente a parte de la comunidad e incluso personalmente. También mi número de lectores ha aumentado muchísimo y yo mismo comento antes que mis primeros y tímidios días rondado por Subcultura. Así que en general, he de decir que mi paso por la comunidad, está siendo excelente. Es una página en la que no concibo meterme pocas veces al día.
No voy a comentar todos los proyectos que llevo abiertos y que por unas o por otras no he completado/continuado. Lo que si que voy a hacer es un pequeño anuncio, que ha de afectar y mucho a varios de esos proyectos.
Hace más de un mes que nada publico. Ni relato, ni artículo de opinión ni queja ni pataleta ni nada. Se me han acumulado ciertas cosas y muchas ganas de escribir nada del blog no tenía, así que símplemente, no las he escrito (de hecho, hasta de comentar estoy desaparecido).
A partir de ahora, excepto los relatos cortos y los artículitos, que evidentemente es cosa de un rato de escritura, el resto de series las escribiré en capítulos. No me pegaré para continuar una determinada y poder subir una entrega recién terminada, no. Completaré un capítulo entero y lo iré publicando poco a poco, para darme tiempo a escribir otras cosas. Entre medias, esperaos cualquier relato corto o similar que se me ocurra.

En fin, muchas gracias a Subcultura por estos tres añazos. Tanto cómic ha conseguido hacerme olvidar algunas cosas, lo cual, es de agradecer.

jueves, 14 de marzo de 2013

¡Guerra en el Pacífico!

Boston, 9 de Diciembre de 1941.


Querido Eric;
tu madre te envía recuerdos y te pide, por favor, que no te dejes abatir. Por mi parte, te he enseñado a volar y sé que no lo harás. Eres un auténtico hijo de tu padre y sé que eres mejor que yo. No morirás en combate, lo sé. Y creo que el de arriba, me lo debe. Ya sabes, eso que algún día te contaré, pero que de momento no me atrevo.
He decidido mandarte la carta haciendo uso de un par de favores. Un aeroplano rápido tenía que cruzar el Atlántico haciendo escalas, cómo aquél viaje que realicé a principios de los años veinte, cuando no eras más que un zagal y... Da igual. Espero que te haya llegado en pocos días, porque quiero explicarte en mayor profundidad lo del telegrama. Sé que cursaste baja del Escuadrón Águila para volver a casa y alistarte en nuestra Fuerza Aérea. Sé por tanto, que planeabas combatir en la guerra que Franki ha declarado a los amarillos y que te disponías ya para el viaje por mar. Sé también, que el Atlántico está infestado de corsarios alemanes y que los nuestros, ahora que no somos neutrales, lo tienen más complicado para hacer tierra sin percances. Sé que no dejarás que te derriben, pero no puedo estar seguro de que no te hundan, así que he hecho valer amistades y te quedarás en Inglaterra. Continúa combatiendo al kraus, igual que yo lo hiciera durante la del 14 (aunque ya sabes que me dediqué a la infantería, sobre todo).
Por otra parte, no he podido evitar sentirme mal. A los pobres chavales de allá les han dado duro. ¿Recuerdas a tu niñera, la que está casada con el heladero de la primera? Su hermano, aquél chaval encantador está en paradero desconocido desde el ataque y no saben dónde pueda estar. Siguen rescatando cadáveres del agua. Y en el continente... hay quien dice que han bombardeado Los Ángeles y que ahora mismo se encuentran desembarcando en la costa Oeste, pero nadie sabe realmente nada. El telégrafo está siendo usado en exclusiva por el ejército y no podemos enterarnos de nada.
Como decía, me siento mal. Combatí en la guerra del 14 como voluntario, primero en regimientos franceses, hasta que pudimos enrolarnos con los tommies. He recorrido medio mundo, defendiendo a gente de otros lugares, fuera a pie con mi Enfield o a los mandos de mi propio aeroplano. La última, como bien sabes, durante la guerra en España. Amaba mucho el lugar y sentí la necesidad de ir. Creo que cometí un grave error, a pesar del dinero, la verdad. Pero a lo que iba; no voy a estar de brazos cruzados mientras atacan mi país. No lo hice con el de otros y no lo haré con el mío. Serví de entrenador e instructor de la aviación de marina, así que mis referencias de algo valdrán. Imagina lo que ha dicho tu madre cuando el reclutador Smithers ha venido a casa (¡un tipo estupendo, ya lo creo!) y me ha entrevistado. Lo ha hecho por deferencia a un veterano y también; como me ha confesado, porque prefieren que no se vea a los más mayores en las filas de reclutamiento, pues sería algo negativo para la moral. Y no me sorprende. Daría la sensación de que no hay suficientes.
Así que nada, hijo mío. No hagas tonterías y no intentes venir. Bastante tienes con tus alemanes (por cierto, he hablado con un antiguo amigo y me ha dicho que van a organizar una Fuerza Aérea expedicionaria en Inglaterra. Si quieres luchar por la patria, podrías probar allí, seguro que te reciben con los brazos abiertos.

Mucha suerte hijo. Te volveré a ver (no antes de que termine la guerra, espero, ambos tendremos mucho trabajo). Dales duro.

William Red.








Una carta que envía Bill Red para su hijo Eric, que está encuadrado en el Escuadrón Águila de voluntarios estadounidenses en Inglaterra. Quería ser como su papi y en cuanto estalló, se lanzó al otro lado del charco, desde Boston, donde nació.
Se trata de el mismo personaje cuyas aventuras comienzan aquí y del que podréis ver un retazo de futuro aquí.

Es un personaje que me gusta mucho y del que lamento no continuar con sus historias. Fue el primero en sobrevivir a una campaña de la Llamada de Cthulhú y le tengo mucho cariño. Según me anime a continuar, descubriréis que es un paleto absoluto, irlandés nacido en Estados Unidos, criado en Nueva York en uno de los barrios más pobres y crecido más adelante en Boston. Se alistó muy joven, falsificando su edad para poder combatir en Europa y enviar crónicas al editor de su periódico (una irresponsabilidad por parte del editor, pero creyó que se quitaría de encima a aquél crío contestatario). Volvió de la guerra mayor de edad, de mentalidad muy distinta y horriblemente herido (tiene media cara quemada desde la mitad final de la guerra). A pesar de ello, al volver se convirtió en una pequeña estrella en la ciudad, pues no sólo volvió, sino que pudo publicar todas sus crónicas con el apoyo del periódico donde trabajaba de chico correo antes de irse y al que volvió convertido en un periodista concienzudo, de escritura muy franca y abierta. Se pudo casar en parte por su gran don de gentes y la mediación de una amiga común y tuvo un hijo (Eric).
La campaña de terror comienza en una de las últimas acciones de guerra de la división en la que está encuadrado y luego avanza hasta unos dos años después de tener su hijo. En ese momento, una fuerza desconocida secuestra secuestra a su hijo y a a los de parte de su antiguo batallón. Eso lo lleva a una misión de rescate que lo lleva a la costa Oeste de Estados Unidos, a España y a Oriente Próximo. Pero esta, es otra historia y la publicaré en su formato original; el diario de los personajes.